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 domingo, 29 de octubre de 2006  
Argentino mejoró y al menos no perdió

Elbio Evangeliste / La Capital

El fútbol tiene momentos y momentos. Y hay exigencias para cada uno de ellos. El hoy de Argentino es espeso, difícil de digerir, de allí el conformismo tras empatar ante el escolta Justo José de Urquiza. Es que había que cargar con demasiado optimismo en las entrañas para creer que el salaíto podía romper una racha de cuatro derrotas consecutivas y de 462 (hoy son 552) minutos sin convertir ante un rival de fuste. Tal vez haya sido el punto de partida para la recuperación, eso lo dirá el tiempo, pero lo que no puede escabullirse en el análisis es que hoy el semblante es otro. Sí, pese al pobre 0 a 0.

Algo había que cambiar para empezar a lavar la cara de un equipo al que le cuesta despabilarse. ¿En qué se hizo hincapié ayer? En la solidez defensiva. El propio Puma Rodríguez lo dijo tras el partido: "Queríamos empezar a no perder". Para eso fue diagramado el operativo con doble cinco (Irusta-Villegas) con la idea de contrarrestar el fútbol de J.J Urquiza en la mitad de la cancha, pese a que el DT les pidiera constantemente a los volantes por afuera (especialmente a Palma) que no retrocedieran demasiado.

Mucho colaboró en todo ello la buena labor en defensa de Raggio e Inza (sobre todo este último), aunque hay un dato insoslayable: el escolta no jugó como tal (ya sabía que el líder Acassuso había empatado por la mañana), sino que pareció un equipo del montón.

El análisis contable de la jugadas riesgosas quedó demasiado flaco, especialmente del lado salaíto. Encima el árbitro Stoklas se empeñó en no sancionar algunos penales. El que le cometieron a Kapustenski apenas comenzado el segundo tiempo dejó algunas dudas, pero la mano de Raggio (16' del complemento) la vieron hasta los hinchas que estaban en el Gabino Sosa presenciando Córdoba-Deportivo Merlo.

Por eso, a medida que el reloj avanzaba la impaciencia de J.J. Urquiza (con el ingreso de Romero atacó decididamente con tres delanteros) se incrementaba en la misma proporción que crecía el conformismo en un albo que intentó de contra, pero que se impacientó sólo hasta donde le dio el cuero.

El fútbol quedó para otro día. Este presente ameritaba no marchar rumbo a los vestuarios nuevamente con la cabeza gacha. Se obró en consecuencia y nadie se ruborizó por lo hecho. Con la distancia más que pronunciada entre el hoy y el ideal de equipo que se necesita para pelear por cosas serias, el punto fue bien cobijado. No porque aporte demasiado desde lo numérico, sino porque al menos empuja desde lo anímico.
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