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 domingo, 29 de octubre de 2006  
Familias ensambladas: una segunda oportunidad
Los terapeutas Antonio Laurito y MAría <Cecilia Diehl hablan sobre los prejuicios y mitos en torno a las segundas parejas que comparten la crianza de los hijos

Paulina Schmidt

"Los tuyos, los míos y los nuestros". El aumento mundial del número de divorcios trajo consigo el concepto de familia ensamblada, mixta o reconstituida, compuesta por una pareja, de los cuales uno o ambos miembros tienen hijos de uniones anteriores. Dentro de ella entran tanto las segundas parejas de viudos/as, divorciados/as y las madres solteras. La noción de familia y pareja se ha ido modificando con el paso del tiempo, y el número de familias ensambladas iguala o supera a las de origen. Lo que antes era habitual, ahora es una rareza. Las personas cambian de trabajo, de profesión, se mudan varias veces a lo largo de su vida, y no necesariamente se unen "hasta que la muerte los separe".

Lo que distingue a la familia ensamblada es la presencia de hijos desde el comienzo mismo de la relación de pareja. Es una configuración familiar no tradicional que cada vez tiene mayor difusión en nuestra sociedad y en el mundo occidental.

¿Cuáles son los ciclos vitales y prejuicios que giran en torno a las familias ensambladas? Tanto las familias ensambladas y constituidas a partir de parejas legalmente casadas como las unidas de hecho, se encuentran sometidas a las mismas tensiones y desafíos. En su seno convergen problemas psicológicos, sociales, jurídicos y educativos, donde los hijos inevitablemente se encuentran en el medio de la escena. La consolidación del vínculo de pareja es la base de estas familias.

El psiquiatra Antonio Laurito y la psicóloga María Cecilia Diehl dialogaron con Mujer acerca de las características, los mitos y cuestiones a tener en cuenta para superar los obstáculos, restablecer la relación familiar y construir un proyecto de pareja. Este tipo de unión sólo funciona si se establecen reglas de convivencia claras y diferentes a las de la familia nuclear.Ambos profesionales, especializados en intervenciones psicoterapéuticas de parejas y familias, dictan un curso en la Universidad Abierta Interamericana, dirigido a profesionales de la salud, el derecho y estudiantes avanzados.

"Cada vez son más los niños que nacen en familias con estas características, donde no existen modelos previos, por eso es que necesitan algún tipo de orientación. Muchas veces se constituye una nueva familia con la idea de la original, sin embargo, en esta nueva unión se genera un marco diferente", resalta Diehl.

Las familias ensambladas son exitosas cuando alcanzan la estabilidad. Con tiempo y esfuerzo, sus miembros aprenden a ser tolerantes, flexibles y creativos, conviviendo con las diferencias. Los chicos tienen en el hogar ensamblado un modelo de pareja que se ama, que contiene al grupo familiar y se encuentra feliz con esta segunda oportunidad.

Pero esta relación armoniosa no se construye de la noche a la mañana, y uno de los desafíos que enfrentan estas familias es el de poner límites a los hijos. Las normas de convivencia del nuevo hogar deben ser establecidas de común acuerdo por los cónyuges, aunque siempre es conveniente que las indique el padre o madre biológico. Los cónyuges no deben asumir el rol disciplinario de entrada, sino dar tiempo a que crezca el vínculo con los chicos.

"Muchas veces el conflicto se agudiza cuando los hijos son adolescentes. Es un momento difícil en el que el chico trata de separarse de sus padres, poner distancia y reafirmar su identidad. Es preciso establecer reglas claras y ser tolerantes", afirma Laurito, quien remarca la diferencia con los niños menores de diez años, ya que se adaptan mejor y requieren de poco tiempo para lograr un ensamble exitoso.


Características sobresalientes
u La mayoría de las familias ensambladas nacen de una pérdida, esto significa que todos los integrantes del nuevo grupo familiar deben a adaptarse a los cambios luego de una relación familiar primaria. Los adultos deberán reponerse, y los chicos, entre otras cosas, renunciar a su fantasía de reunir a sus padres nuevamente.

u Los ciclos individuales, maritales y familiares son incongruentes. Una pareja comienza su relación mientras el hijo de uno de ellos es adolescente, o bien una persona sin hijos se encuentra repentinamente a cargo de un niño o adolescente.

u Las relaciones padre-hijo preceden a las de la pareja, y al principio, los vínculos con los hijos son más intensos que con la nueva pareja. Esto genera frecuentemente conflictos de lealtades. Para quien se muda a la casa del otro, los sentimientos de exclusión y soledad son casi inevitables al comienzo.

u Existe un padre o una madre actualmente presente o en el recuerdo, que a pesar de haber concluido el vínculo como pareja, la nueva familia deberá convivir con la presencia (real o virtual) de un ex-marido o una ex-mujer.

u En el caso de divorciados hay que conciliar las necesidades de la pareja actual con las de la ex-pareja, lo cual muchas veces implica contactos y negociaciones. Es necesario compatibilizar dos hogares, con escalas de valores y hábitos de vida diferentes. Es importante que todos los integrantes entiendan que las reglas no son mejores ni peores.

u Al duplicarse la familia, mayor será la cantidad de interacciones a ensamblar, incluso relaciones de parentesco que no tienen nombre. Abuelos, tíos y primos nuevos que deberán conocerse y eventualmente definir algún tipo de vinculación. El divorciado con hijos no sólo tiene un ex -cónyuge, sino también una ex- familia política. Pero cuando forma nuevamente un hogar, entra en escena otra nueva.


Algunos mitos a desterrar
Las expectativas pueden resultar frustrantes cuando se piensa que esta nueva relación será igual a la anterior. Cada familia es una microcultura que proviene de otra, y que requiere de un tiempo de adaptación con respecto a las costumbres y el lenguaje. "Es como un inmigrante que reside en otro país", ejemplificó Diehl.

Existen muchos mitos y preconceptos acerca de esta relación, como por ejemplo, pensar que una madrasta o padrasto, es decir la pareja del padre o la madre, son malos. "La tradición de los cuentos infantiles nos inculcó esta idea, afianzada sobre todo en los más chicos. De todas maneras, Cenicienta y Blancanieves no hacían más que reflejar los problemas de convivencia de una familia ensamblada", reconoció la psicóloga.

Pensar que las familias ensambladas provenientes de una viudez son más fáciles de adaptar, es otro de los mitos. Esta realidad genera otro tipo de situaciones debido a la ausencia y el recuerdo de uno de los progenitores.

Un pensamiento que también resuena en los consultorios es "si me quiere a mí, también va a tener que querer a mis hijos". Por sentirse enamorados, el cónyuge enseguida supone que tendrá una buena relación con los hijos de la pareja, y esto no sucede de un día para el otro. Los cambios deben ser paulatinos, y llevan mucho más tiempo que en una familia primaria. La pareja debe establecer un vínculo sólido para llevar adelante una familia ensamblada y generar jerarquía para estipular límites, hábitos y todo lo que implica un nuevo hogar.

Otras veces las confrontaciones surgen ante dispares expectativas de la pareja. Un hombre cuyos hijos viven con la ex esposa, se casa o convive con una chica soltera diez años menor y sin hijos. La urgencia de esta mujer por procrear puede entrar en colisión con la necesidad de su pareja de sentirse aliviado porque ya crió a sus hijos, además de la complejidad que significa para sus hijos aceptar no sólo a su pareja sino a un nuevo hermanito.

Los especialistas aseguran que al igual que las familias de primera vez, sólo un tercio de las ensambladas necesita atención terapéutica, y muchos realizan consultas de orientación, necesarias para reubicar la situación y la función de cada integrante de la familia. Estas intervenciones pueden ser individuales o de co-terapias y dependen exclusivamente de la problemática a tratar.

La consolidación del vínculo de pareja es la base de una familia ensamblada. Tanto el padre como la madre deberán buscar espacios particulares con cada uno de los integrantes de la familia, con la finalidad de beneficiar la relación individual. "Un vínculo con un hijo que no es propio se construye con mucho esfuerzo y tolerancia", remarcan finalmente los terapeutas.

Más información: www.familiassiglo21.org.ar y www.familiasyparejas.com.ar

Paulina Schmidt
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