Año CXXXVII Nº 49270
La Ciudad
Política
Información Gral
El Mundo
Opinión
La Región
Policiales
Cartas de lectores



suplementos
Ovación
Señales
Escenario
Economía
Turismo
Mujer


suplementos
ediciones anteriores
Turismo 15/10
Mujer 15/10
Economía 15/10
Señales 15/10
Educación 14/10
Salud 11/10
Página Solidaria 11/10

contacto

servicios
Institucional




 domingo, 22 de octubre de 2006  
Italia: la elegante Brescia

Daniel Molini

Nuestra llegada a Brescia fue empujada por la necesidad: no conseguimos alojamiento en Bérgamo -una feria importante había colapsado la hostelería-, ni en la zona del lago di Garda, algo más al norte.

"¿Qué les parece pernoctar en Brescia?", nos preguntó la operadora turística. "¿Qué nos va a parecer?" respondimos preguntando. Al final, tras varios intercambios, concluimos: "Bien, si no hay otro remedio."

Por lo visto no lo había, y allí estábamos en las afueras de la ciudad, después de haber atravesado periferia del este, centro y periferia del oeste siguiendo "diestras y siniestras", según las indicaciones de los lugareños.

Nadie piense que llegar en coche fue fácil, los mapas parecían mentir, aliándose en la trampa con señales confusas y un tráfico indisciplinado, suficientes para convertir un periplo de 50 kilómetros de austostrada italiana en una aventura.

Tropezando con obras, máquinas y vallas, conseguimos dejar las maletas en el hotel, convencidos de que el asunto no saldría bien, que en Brescia no se nos había perdido nada, ni siquiera los prejuicios.

Afortunadamente, nunca consiguieron anularnos, y aunque pesaban mucho -los prejuicios- fueron cargados en sendas mochilas, prestas a contener el poco turismo que nos ofrecería la antigua ciudad lombarda.

¡Cuanta ignorancia la nuestra! Intercambiando adjetivos en voz baja, para no molestar a la historia que nos observaba desde el casco antiguo, comenzamos a disfrutar.

La grandeza, que no sabe guardar rencor, se abrió ante nosotros para invitarnos a descubrirla, sabiendo que el tiempo estaba de su parte, aguardando en el mismo sitio desde antes de Cristo.

Tras la fundación llegarían tribus nuevas, duques y anexiones, dejando huellas que permanecen y otras que se están redescubriendo. En un periquete llegamos a la Plaza de la Logia, y ya iniciados en la admiración comenzamos a dar vueltas con la vista alrededor de su perímetro.


Huellas artísticas
Aquí un palacio renacentista de lujo, donde dejaron sus huellas artistas como Andrea Palladio -arquitecto estrella del renacimiento- y Andrea Contucci, "Sansovino"; allá, compitiendo en elegancia, el Palacio del Monte de Piedad, con una logia veneciana capaz de transportarnos a tiempos pretéritos; acullá, otro palacio, provisto de una torre que convierte horas y minutos en un episodio inolvidable: la Torre del Reloj.

Con penas por aquello que íbamos dejando detrás llegamos a la plaza del Duomo, gobernada por el Broletto medieval y la Catedral Nueva, que de nueva solo tiene el nombre pues su origen data de 1604. A su lado, la Catedral Antigua, del siglo XI, con una estructura circular que le confirió el nombre popular con que se la conoce: Rotonda.

Fue cerca de ese sitio donde Niccolo Fontana recibiera, en los tempranos 1500, una cuchillada por parte de un soldado francés. No sabía el invasor que su agresión provocaría una secuela en el agredido: don Niccolo comenzó a tartamudear.

Apodado desde ese momento, Tartaglia, se hizo célebre como gran matemático. La posteridad le reconoció ser de los primeros en resolver ecuaciones de cuarto grado. El nombre de una calle: Niccolo Tartaglia, lo recuerda.

Brescia muestra en sus paseos los tantísimos siglos transcurridos desde su fundación, por eso no es difícil ver iglesias medievales como la de Santa Julia y la de San Salvador, con elementos en su construcción antiquísimos, algunos de épocas romanas.

Dicen las referencias que la ciudad, de unos 200 mil habitantes, se encuentra situada en un llano, muy cerquita de los Alpes. Nosotros pudimos ver la llanura, sembrada de pequeños emprendimientos agrícolas e industrias, no así las montañas, porque la niebla nos perseguía. Tal vez por eso nos pareció feo y desangelado el acceso al centro, con obras que afectaban la percepción, como si todo estuviese a medio hacer.

Los nativos lo saben, y conocen también la contigüidad de centros turísticos imprescindibles: Verona, Padua o Mantua; por eso son abiertos en el trato y siempre dispuestos a agradar al visitante.

No ocultan las bondades de sus vecinos, hablan de ellos sin complejos, porque se sienten capital de una provincia dueña de valles y montañas, ríos y lagos, y de una historia singular.

Es muy posible que la próxima vez no lleguemos a Brescia de casualidad, sino como un destino elegido, un lugar donde las apariencias terminan siendo derrotadas y que todavía no ha sido "descubierta" por el gran turismo.

Cuando lo hagamos sabremos que el reloj de la torre seguirá dando horas y minutos de encanto, y arriba de todo, en los más alto de la colina, un castillo veneciano enorme continuará abierto al público para mostrar la belleza que tienen las piedras cuando son modificadas por el hombre, no para arrojárselas a otros, sino para convertirlas en morada.
enviar nota por e-mail
contacto
Búsqueda avanzada Archivo


Ampliar FotoFotos
Ampliar Foto
La ciudad italiana muestra en sus pasos los siglos transcurridos desde su fundación.



  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados