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 lunes, 11 de septiembre de 2006  
Mala memoria de Europa

Cuando a principios del siglo pasado, la revolución industrial expulsó de Europa a españoles, italianos, alemanes, polacos, etcétera, que eran reemplazados en sus puestos de trabajo por máquinas más eficientes y menos costosas, América toda se abrió como un puerto de aguas navegables y un futuro incierto pero de trabajo; el trabajo que en Europa se les negaba. Un par de décadas más adelante, cuando todo el continente se encontraba arrasado por la postguerra, y el hambre y la miseria se enseñoreaban de los países europeos, fue nuevamente el continente americano de norte a sur el que se mostró como una posibilidad de vida ante la locura de muerte que se ofrecía. No sólo eso. Los barcos cargados con alimentos para saciar la hambruna dejada por la guerra son parte de la historia que ayudó a mitigar el "pan negro" que era racionado y mal distribuido entre las personas desesperadas. Hoy los vientos han cambiado y Europa ha logrado sobreponerse a sus traspiés y en una notable muestra de recuperación y madurez social ha equilibrado sus necesidades básicas. Pareciera que aquella época feroz y despiadada en Europa sólo se guarda en la memoria de las naciones de España. Hoy que los cayucos se tornan imparables y la inmigración ilegal puja por acceder a un nivel de vida mejor, la Unión Europea pide al gobierno español que cierre mejor sus fronteras, que expulse a los ilegales, y hace oídos sordos a los pedidos de ayuda españoles para enfrentar el problema. Como si matando a los enfermos se terminara con la enfermedad. Como si cerrando las fronteras terminaran con el hambre. Estos gobiernos deberían preguntarse quién construiría sus edificios, limpiaría su basura y le daría vida nocturna a sus servicios si los ilegales no estuvieran en Europa. Quizás deberían escuchar la voz del pasado y actuar sobre el virus antes que matar a los infectados.

Jorge Miguel Albornoz (Barcelona)

DNI 18.107.394

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