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 domingo, 10 de septiembre de 2006  
Alemania
En el reino de la cerveza

Patricio Pron

Quien esté familiarizado con el Oktoberfest brasileño, encontrará que su antecesor alemán se le parece muy poco. Y no sólo en la fecha en que se celebra: mientras que el auténtico Oktoberfest tiene lugar en octubre, como su nombre lo indica, el brasileño se celebra en febrero, cuando hay más turistas; mientras que el brasileño tiene lugar en la playa, el alemán se celebra en el Theresienwiese, un prado situado al oeste de Munich; mientras que el sudamericano permite disfrutar del espectáculo de cuerpos morenos cimbreándose al ritmo del samba da rua, el europeo ofrece la oportunidad de ver a alemanes de más de cien kilos comiendo pollos asados y salchichas, cantando marchas y valses y bebiendo jarras de cerveza hasta la extenuación o hasta que se acabe el dinero.

Quien por estas mismas razones prefiera el brasileño al alemán y la imitación al original no debería ser acusado de tonto pero, por lo mismo, debería saber que -de no asistir al Oktoberfest alemán- se perderá una de las tradiciones más populares de Centroeuropa, cuando los alemanes celebran la última semana del verano, y por tanto la última oportunidad de beber cerveza al aire libre, y son más alemanes que nunca.

Los muniqueses y su cerveza: si bien el Oktoberfest es para muchos "sinónimo" de Alemania, se trata en rigor de una celebración exclusiva de Bavaria, esa pequeña y pujante región del sur del país. Son bávaros los "Lederhosen", los pantalones cortos de cuero con tiradores que suelen usar los visitantes, así como la comida, la música -interpretada generalmente por pequeñas orquestas de bronces- y, especialmente, cierto espíritu festivo y espontáneo que tanto diferencia la región del norte protestante y austero del país. Y, por supuesto, la cerveza, que es la razón por la que todos vienen aquí. Nadie bromea en Munich cuando el tema es la cerveza: en 1844, la población destruyó cincuenta cervecerías cuando sus dueños dispusieron un aumento de medio centavo sobre el precio, y más recientemente una enorme cantidad de gente salió a la calle para protestar contra la propuesta de reducir los horarios nocturnos de los patios de cerveza o Biergarten, una de las instituciones de la ciudad.


Variedades de cerveza
Los muniqueses están orgullosos de su cerveza y la beben habitualmente, con una normalidad que oculta la importancia que ésta tiene en sus hábitos y el orgullo que su variedad despierta en ellos. En Munich la cerveza no es sólo "una" cerveza: hay decenas de variedades, desde la "Muenchener Doppelbock", cuyo volumen alcohólico es de 7 por ciento a las "Hellen", de sólo 4,7 por ciento; su variedad depende del cereal que se ha utilizado en su confección, del proceso de fermentación. La forma de beberla es, sin embargo, una sola: en el "Masskruege", la jarra de cristal de un litro. Mientras que los más conservadores prefieren los "Keferloher", jarros de piedra que conservan la temperatura de la cerveza de forma excelente, el hecho de que estos resulten peligrosos en las no poco habituales peleas de borrachos, ha hecho que se prefieran las jarras de cristal; en consideración a los turistas de menor tolerancia alcohólica, pueden encontrarse también vasos de 0,4 litros, llamados "Preissnmass". Sin embargo, la medida tradicional es la de un litro y ningún muniqués que se precie bebería de otra forma.

Uno de los sitios preferidos para hacerlo es el patio de cerveza o biergarten, palabra que se ha extendido por el mundo pese a que los muniqueses mismos los llaman "sótanos" debido a la antigua prohibición de producir cerveza durante el verano -ésta podía ponerse ácida por las temperaturas-, que llevó a que las fábricas de cerveza construyeran primero sótanos para almacenarla y luego plantaran castaños sobre ellos para que su sombra contribuyera a mantener fríos los toneles. Tras algún tiempo, estos sitios idílicos se convirtieron en el lugar perfecto para beber, y aún hoy son disfrutados por los visitantes curiosos y los orgullosos habitantes de la ciudad.

¿Qué es el Oktoberfest? El Oktoberfest constituye la oportunidad perfecta de apreciar la particular relación de los muniqueses con su cerveza y la cultura local que se oculta detrás de esta relación, puesto que proporciona en pocos días un resumen apretado de lo que es la vida en la ciudad. La fiesta comienza con una cabalgata presidida por miembros de las grandes familias cerveceras que engalanan con flores y guirnaldas los carros en los que traen a la fiesta los barriles. A ésta la sucede una procesión de Fusileros, en la que hasta siete mil participantes llegados de todos los rincones de Baviera recorren la ciudad ataviados con su uniforme tradicional. El acto más atractivo, sin embargo, es el Concierto de Música Bávara, en el que las orquestas de bronces que después animarán la fiesta interpretan canciones tradicionales para deleite del público local y aburrimiento y desesperación de quien no ame la música tradicional del sur alemán con devoción.

Música y cerveza sobran en las carpas instaladas junto al río Isar. Entre las dieciséis instaladas se destacan las de las principales compañías cerveceras: Hippodrom, Hofbrau Festhalle, Spatenbrau, Fischer-Vroni y Bodo. Si bien la mayor parte suele cerrar a las diez de la noche, dos de ellas, la Kafers Wiesnschanke y la Wein und Sektzelt, permanecen abiertas hasta la una de la mañana. En ellas la regla es beber tanta cerveza y comer tantas salchichas como se desee, puesto que ambas son las reinas de la fiesta, incluso aunque en la mayor parte de las carpas pueda disfrutarse de otros platos como "Fleischkaesse", una especie de picadillo de carne asado, y pollos enteros llamados "Haendel". Existen numerosas variedades de cerveza, salchichas y mostaza. El paladar no habituado encontrará exquisitas o repugnantes las "Weiwuerste", salchichas blancas a las que acompaña una mostaza dulce llamada "suesser Senf". La cerveza se vende en la tradicional jarra de un litro, que también puede comprarse como "souvenir", de allí que no sea difícil ver a las fuertes mozas ataviadas con sus vestidos tradicionales recorrer las mesas con cinco jarras en cada mano; al beber suelen mostrar la misma resistencia.

Es habitual que entre plato y plato los visitantes hagan palmas, golpeen rítmicamente las mesas con sus jarras o se encaramen sobre los bancos para bailar.
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Los alemanes llenan de luces calles y comercios para el festival.

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