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 domingo, 30 de julio de 2006  
[primera persona]
Alberto Díaz: confesiones de un editor
Fue amigo de Juan José Saer y publicó su obra en alianza y en Seix Barral. Aquí recuerda la historia de esa relación y la de los libros que la nutrieron

Osvaldo Aguirre / La Capital

"La grande", la última novela de Juan José Saer, aparecida en 2005, poco después de su muerte en París, incluyó un breve apéndice con "algunas precisiones" sobre la edición y una firma, A. D., que pasaba casi desapercibida. Las iniciales corresponden a Alberto Díaz, director editorial de Seix Barral, sello que en el término de diez años publicó toda la obra del escritor nacido en Serodino en 1937. En ese período, la relación de autor y editor se transformó en una gran amistad. Antes de su visita a Rosario, donde participará en un homenaje a Saer (ver aparte), Díaz recordó el devenir de esa relación y de los libros que marcaron un camino en el panorama editorial argentino.

-¿Su relación con Saer comenzó a partir de las ediciones en Seix Barral?

-No, fue antes. Yo lo conocí a Juani en 1984, cuando lo conocía como autor pero no personalmente, y le contraté "Glosa", que era novedad en ese momento. El libro salió en 1985, por Alianza, que era donde yo estaba trabajando. Después sacamos "El limonero real", "El Entenado", que había salido antes, en Folios, "El río sin orillas", y "La ocasión", que fue premio Nadal en el 88.

-Fue también el período en que empezó a tener mayor reconocimiento.

-Sí, ahí empezó a tener un poco más de prensa. Se hicieron reportajes conjuntos con (Ricardo) Piglia en algunos medios y empezó a circular un poco más. Hasta ese momento, Juani tenía la obra desperdigada, las primeras ediciones habían salido en editoriales pequeñas, después había publicado algo en España, en Folios, en el Centro Editor. Desde el 84, cuando contrato el primer libro, ya quedé como editor, básicamente por una relación de amistad, hasta la muerte, el año pasado, con contactos telefónicos semanales y una vinculación te diría que familiar. Cuando pasé a Seix Barral, en 1994, empiezo a publicarle la obra y entre ese año y el actual, en que salió "Trabajos", su último libro, le publiqué toda la obra. Las doce novelas -incluida "La grande"-, sus cinco libros de cuentos más un invento editorial que son los "Cuentos completos" y sus tres libros de ensayos, o cuatro, en realidad, si incorporamos "El río sin orillas", que es un híbrido, y "El arte de narrar", el único libro de poemas, todo eso está en Seix Barral.

-Saer tuvo siempre una postura crítica en relación al mercado. ¿Cómo compatibilizaba esa posición con el hecho de publicar en una editorial tan importante y ligada al mercado?

-Bueno, lo que a él le gustó justamente de Seix Barral fue su tradición de publicar muy buena literatura. Autores admirados por Juani como Onetti, Gombrowicz o Faulkner estaban en el catálogo de la editorial. Aparte, él me decía: "Si vos te vas a otra editorial, yo te sigo y si mañana ponés una editorial, también". El tema del mercado lo analiza de otra manera, desde la escritura: una cosa es escribir para el mercado, decía, y otra es escribir de acuerdo a cierta estética o ética.

-¿Cómo era Saer en el proceso de edición de un libro? ¿Corregía, intervenía mucho?

-No, después que terminaba el original revisaba poco. Se fijaba si había alguna errata, pero no marcaba casi nada y no modificaba lo que se le reenviaba escrito. Por ejemplo, cuando yo reimprimía obras viejas como "Responso", le pedía que mandara un ejemplar y marcara las erratas y los cambios que quería hacer. Lo que se suele decir a los autores; en obras escritas veinte o treinta años antes, en general se hacen modificaciones, algunas pequeñas y otras grandes. En el caso de Juani, él decía: "No tengo ningún ejemplar, conseguilo por ahí, y publicalo como está". No es que se avergonzara, era como que el texto ya no le pertenecía, ni siquiera las erratas. Yo entonces lo revisaba y si aparecía algo le avisaba. Había consultas en los textos nuevos, por el uso de las comas, por ejemplo; los correctores de pronto preguntaban, a veces había dudas, pero bueno, cuando le enviaba las pruebas con las dudas, las contestaba. Y una vez que cerraba el texto, él no lo volvía a tocar.

-¿Qué libro recuerda con mayor afecto?

-El primero y el último. El primero porque fue el inicio de la relación y de constituirme en su editor; además fue "Glosa", que a su vez creo que es uno de sus mejores libros. Y el último, "La grande", porque estuvo más cargado, ahí sí hubo más trabajo editorial, hubo un cambio de Juani con respecto a los otros libros. Llamaba por teléfono, me decía: "Ya lo estoy terminando, para que salga en septiembre, porque quiero viajar en septiembre, ¿cuándo te lo tengo que mandar?". O también, en broma: "Tengo una idea general sobre el tema, vas a ver cuando lo leas, cómo le pego a los editores". Por ahí me pedía que le mandara algún libro para trabajar detalles, "Pájaros del Plata", por ejemplo, porque por ahí tenía la idea de poner una torcaza, o sea que tenía que ver con algún detalle que estaba escribiendo, no sustancial. Permanentemente hablaba de "La grande", me decía cómo iba, y por primera vez me mandó partes anticipadas del libro. La primera vez me envió los dos capítulos iniciales. Después me dijo "bueno, borralo, olvidate, lo estoy pasando en limpio, te lo voy a mandar por mail". Ya en 1999 comentaba que tenía que hacer una gran novela, "después me dedico a flotar", decía, en joda.

-¿Cómo pensaba esa "gran novela"?

-Decía "gran novela" por grande. Pero creo que en el fondo pensaba en la novela que iba a cerrar su ciclo novelístico. En los reportajes él decía que escribía con el cuerpo; uno cree a veces que esa frase es una expresión, pero esta novela lo enfermó, o él se enfermó por la novela, no sé. Cuando toma la decisión de escribir "La grande", me llama a los diez días y me dice: "tengo una nouvelle pensada, voy a escribir una nouvelle". Y después: "no, la nouvelle la voy a meter dentro de «La grande»". Y otro día: "Mirá esta es una novela muy ambiciosa, la imagino muy grande, con muchos personajes y me pongo a escribirla ya , porque después tengo miedo de no tener fuerzas, porque para escribir hay que tener mucha fuerza, mucha lucidez y tengo miedo de que se me pasen los años y no tenga la fuerza para terminarla o hacerla como yo quiero. Entonces me voy a dejar de joder, y me pongo a trabajar". Y bueno, ahí se puso y a partir de ahí me mantuvo informado, mandaba los capítulos, me preguntaba permanentemente qué me había parecido.

-¿Le comentó cómo iba a ser el capítulo final?

-No, me había dicho cómo iban a ser la primera frase y la última, "Moro vende", y que no tendría más de veinte páginas. Pero bueno, lo que dejó escrito es la primera frase ("Con la lluvia, llegó el otoño, y con el otoño, el tiempo del vino").

-¿"La grande" es una novela inconclusa?

-No. Creo que hay gente que lo dice con más propiedad que yo. O sea, evidentemente está inconclusa, pero me parece que tiene que ver con el sistema literario, de escritura que tenía Juani, donde todas sus novelas quedan abiertas y él siempre retoma una frase o una situación previas y empieza otra historia. Es decir, en esto, es una novela saeriana, no hay un fin. Podría haber escrito esas 20 páginas y hubiera ocurrido lo mismo. Yo la leí varias veces, porque era una novela emocional, y yo tenía mucha responsabilidad en cuanto a fijar el texto; y creo que no sufre nada, se lee como los grandes libros anteriores. No es una obra menor, sino una donde está el mejor Saer.

-¿En qué sentido, como dice en la nota final del libro, Saer componía como un poeta?

-Juani imaginaba previamente las novelas o los cuentos. Cuando él se ponía a escribir, tenía todo en la cabeza. Por eso en el momento que se decidía a escribir, escribía relativamente rápido, y sin correcciones. Eso es lo que quiero decir. Iba componiendo durante muchos años, también tomando notas. A veces yo le decía, en chiste, "bueno, Juani, si te falta mucho metele una tormenta, porque en tus historias siempre hay una tormenta". Pero ninguna de sus tormentas era igual a otra. Y yo encontré notas que él tomó sobre tormentas en Santa Fe, tormentas que describe como un meteorólogo. Ahí está la atención a lo material, lo que se ve, por ejemplo, cuando en "La grande" dedica dos páginas a relatar el enhebrado de una aguja. Es un proceso casi fotográfico, él decía que la fortaleza de sus libros estaba en lo real de los detalles, si los detalles o las pequeñas cosas que contaba eran reales. No era la palabra "real" la que usaba, porque no quería ser confundido con el realismo: no quiero adjudicarle términos ajenos, estoy hablando de memoria. Pero los detalles tenían que ser detalles materiales, incuestionables, porque él era consciente de que no creaba tramas al estilo de la novela del siglo XIX.

-¿Sobre Gutiérrez, el personaje de "La grande", le dijo algo?

-No. Creo que el final de "Moro vende" es volver al final del cuento de "En la zona", de donde salió, es decir Gutiérrez tomándose el bondi para Buenos Aires o para donde sea. Una nueva partida.
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Talento. "Cuando Saer se ponía a escribir, tenía todo en la cabeza", recuerda Díaz.

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