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 martes, 27 de junio de 2006  
Editorial
Un conflicto sin fin

No se advierte que se logre una solución para el conflicto palestino-israelí, y ello siempre supondrá un peligro para la paz mundial, aunque desde algunos puntos del planeta se considere, erróneamente, que el Medio Oriente está lejos. De hecho, muchos observadores, geopolíticos e historiadores comienzan a definir a esa región como el Cercano Oriente. El asesinato de dos soldados israelíes y el secuestro de otro recalientan la zona.

La disputa entre palestinos e israelíes es un tema complejo para que merezca un análisis exiguo, pero puede decirse que tiene su origen cuando un grupo de judíos en la diáspora comprendieron, especialmente después de la matanza de seis millones a manos del nazismo, que era no sólo necesario, sino un derecho imprescindible tener su propia tierra, su propia patria. De hecho, era un derecho retornar a la Tierra Prometida, la tierra concedida por Dios al pueblo judío que nunca fue olvidada y de la que debió emigrar por las sucesivas persecuciones a las que fue sometido por diversas corrientes imperiales.

  Cabe recordar que el 29 de noviembre de 1947, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó una resolución que disponía el establecimiento de un Estado judío en Eretz Israel. La Asamblea General requirió de los habitantes de Eretz Israel que tomaran en sus manos todas las medidas necesarias para la implementación de dicha resolución. La compra primero de tierras a propietarios árabes, el asentamiento de nuevos pobladores que se sumaron a los israelíes que ya se encontraban en el lugar, fue conformando una nueva sociedad que culminó en nación con la declaración de la independencia el 14 de mayo de 1947.

  En la declaración de la independencia, los israelíes estamparon una exhortación que marca claramente el inicio y la gravedad del conflicto: “Exhortamos, aun en medio de la agresión sangrienta que es lanzada en contra nuestra desde hace meses, a los habitantes árabes del Estado de Israel a mantener la paz y participar en la construcción del Estado sobre la base de plenos derechos civiles y de una representación adecuada en todas sus instituciones provisionales y permanentes. Extendemos nuestra mano a todos los Estados vecinos y a sus pueblos en una oferta de paz y buena vecindad, y los exhortamos a establecer vínculos de cooperación y ayuda mutua con el pueblo judío soberano asentado en su tierra. El Estado de Israel está dispuesto a realizar su parte en el esfuerzo común por el progreso de todo el Medio Oriente”.

  Lamentablemente la exhortación judía no fue escuchada y muy pronto se desencadenaron guerras para terminar con el nuevo Estado. Si bien buena parte del mundo árabe e incluso palestino, comprendió y comprende que la paz y el entendimiento pueden producir verdaderos beneficios a todos los vecinos de la región, el terrorismo islámico no cesa en lograr su fin que para muchos analistas no es otro que el de desalojar, por los medios que sea, a los judíos de la región y terminar con el Estado de Israel. Propósito injusto, de cumplimiento imposible que lo único que logra son muertes innecesarias de uno y otro lado, y poner al mundo en un estado de conflicto que, de acuerdo con el alineamiento de las naciones, podría desencadenar en una conflagración mundial. Esto sin contar los diversos y graves atentados terroristas en todo el planeta que han costado, como en Argentina, la muerte de cientos de inocentes.


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