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 martes, 27 de junio de 2006  
Viajeros del tiempo
Rosario 1900-1905

Hasta las mujeres se suicidan. Triste es la situación de los desheredados de la fortuna. Largas noches sin luz y sin fuego. Días eternos de hambre y miseria. La soledad inmensa de la pobreza en medio del ruido ensordecedor e indiferente de la vida moderna. Esa es la triste y fea fisonomía que nuestra sociedad presenta bajo el brillo de los pisos asfaltados y la deslumbrante vibración de las lámparas eléctricas. El lujo estupendo que caracteriza a nuestra época tiene como corolario, como compensación dolorosa, una llaga que mana sangre en abundancia. Nos sugiere estas consideraciones el suicidio que intentó efectuar María Segollais, francesa, de 35 años de edad, y que se arrojó al río impulsada por la miseria. Que los hombres se suiciden por no hallar medios de vida es cosa demasiado corriente, pero que lo hagan las mujeres no es algo tan común, pues más fácilmente encuentran medios de subsistencia ya que, por otra parte, precisan menos para poder vivir. Y esto nos ha conmovido porque indica que cada día es más difícil la vida, puesto que hasta las mujeres toman esa fatal resolución. El marinero de la subprefectura Pedro Aguilar consiguió extraer de las aguas a la infortunada María Segollais impidiendo que cumpliera con su cometido.

¡Viva la libertad! Así exclamó la morochita Anastasia Juana González en el momento en que subía al tren en la estación de Bell Ville para dirigirse a esta ciudad. La interesante -bajo varios puntos de vista interesante- joven obró en este caso como otras muchas que se adelantan a su época y que muy bien podrían ser llamadas las precursoras del feminismo, o sea, de los futuros tiempos en que el sol de la libertad lucirá sus esplendores para esa mitad del género humano que hoy es víctima de la tiranía del hombre... y de la del fogón y la batea. Y a pesar de que las sociedades caritativas se multiplican, no es posible socorrer a tantas víctimas desgraciadas, a tantos seres infortunados que no han sabido o podido colocarse en la espléndida mesa de los festines de la vida. Pero lo que Anastasia no tuvo en cuenta al fugarse de su hogar es que los precursores siguen siendo crucificados y que ella no podía ser una excepción. Y precisamente por esa poderosa razón un empleado de la oficina de pesquisas la detuvo a su llegada al Rosario y la remitió al departamento, de donde será trasladada al Buen Pastor y puesta a disposición del defensor de menores.

Muchachos a la leonera. La oficina de la alcaidía parecía anoche una escuela nocturna. Nada menos que 26 muchachos de todos los colores, que así de rica es la raza argentina, y de todas las edades de entre 6 y 17 años, se hallaban allí detenidos por andar vagabundeando por las calles. Si bien algunos estaban compungidos, la mayoría parecía alegre y hasta se pavoneaban de ser tratados como casi hombres por los agentes de policía. Es verdaderamente sensible que esos pequeños sean alojados en el departamento de policía pero hay que reconocer que muchas veces los ciudadanos en embrión molestan en demasía y se insolentan con todo el mundo, haciendo víctimas de sus travesuras a los vendedores ambulantes, a las mujeres y a toda persona que se les ponga a tiro para lucir su vasto repertorio de picardías.

Investigación y realización Guillermo Zinni ©
Ver La Capital de 1902



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