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 sábado, 24 de junio de 2006  
Una noche en Leipzig para la que Lavolpe había soñado otro final

Leipzig.- Ricardo La Volpe no quería salir del túnel, pero al final al túnel volvió. En el túnel se quedó mientras sonaban los himnos argentino y mexicano, desgarrado entre las señales de su corazón y el deseo de cerrar con éxito la empresa más importante de su vida. Y en el túnel mascó su derrota más amarga, la certeza de que a partir de hoy se lanza la cacería sobre su persona.

Fue una noche extraña. Y dramática. Siempre hay drama en el Mundial a partir de octavos de final, y la suerte le bajó hoy el pulgar al México de La Volpe, un argentino que hizo todo lo posible por evitar el triunfo de Argentina, pero que al final fracasó.

Si un año atrás en la Copa Confederaciones los penales habían sido la única manera de desenredar el partido que La Volpe planteó a partir de un control absoluto sobre la libertad de movimiento de Juan Riquelme, doce meses después en Leipzig volvió a demostrarse que no hay nada peor que cuña del mismo palo, aunque la tensión no llegara hasta la serie desde los 12 pasos.

El Maxizurdazo que ya entró en la historia rompió la incertidumbre de un partido en el que dos entrenadores se jugaban la cabeza. Tras la noche de Leipzig es José Pekerman sin dudas el que más sólidamente la tiene puesta hoy sobre sus hombros.

La Volpe cambió hoy de corbata, abandonando el modelo que llevaba desde la Copa Confederaciones, pero jamás la dureza se fue de su rostro. Si hasta para festejar el gol de Márquez apeló a un sonoro “¡la puta madre!”, gritando el gol como si en él se le fuera la vida.

Difícilmente se acordara de su título mundial con Argentina en 1978, donde fue arquero suplente: la meta era que México superara de una vez por todas la barrera de los octavos de final, esa que sólo había podido saltar con éxito cuando fue anfitrión del torneo, en 1970 y 1986.

“¡Putos!”, gritaban los 20.000 mexicanos a los 10.000 argentinos en el Zentralstadion de Leipzig, apelando a un cántico que es norma en el fútbol azteca.

En el palco de honor, Diego Maradona se abrazaba con Franz Beckenbauer y Joseph Blatter. Extraña noche, sin dudas.

Mientras como fondo sonaba el “volveremos, volveremos...” que es marca registrada de los albicelestes, La Volpe buscaba la clave, vivía el partido en efervescente tensión.

Pero aunque Argentina tardó en cambiar, aunque los Tevez y Messi llegaran sobre el final, la disciplina táctica de los mexicanos fue finalmente inútil, porque los argentinos encontraron el arco desde lejos y con un golazo, quizás la única forma de mover el marcador en una noche en la que Riquelme decidió ofrecer su cara menos atractiva y Crespo y Saviola defraudaron.

En ese minuto 98 del maxizurdazo a La Volpe se le tiene que haber helado el corazón. Quedaban aún 22 para que la historia fuera distinta, pero nada cambió.

Solo en medio del campo de juego, recibió el saludo de casi todos los argentinos, y esbozó una sonrisa franca, la primera de la noche, cuando le tocó el turno a Maxi Rodríguez.

Y entonces emprendió el camino de regreso al túnel, casi último, casi después de todos sus jugadores, pensando quizás que no hay nada peor que la cuña del mismo palo.
Sebastián Fest (DPA)



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Lavolpe "sufre" el partido, al igual que el técnico argentino.

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