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 sábado, 24 de junio de 2006  
Que no haga falta playstation
Si bien nos respetan como equipo, los alemanes hacen chistes sobre las chances de Argentina

Patricio Pron (desde Alemania)

No importa cuántas veces suceda. Pero tan pronto como los alemanes ven jugar a los argentinos en un Mundial, algo en lo profundo de sus corazones, secreto y prácticamente inconfesable, se abre paso en su conciencia y se articula de formas a veces imprevisibles, en algunas ocasiones como admiración y en otras como desprecio.

  Mientras que ya parece haber quedado atrás la vieja rivalidad con Holanda, cuyo fútbol elegante y displicente es el espejo invertido del único estilo de juego que los alemanes parecen disfrutar y, a falta de la calidad y la belleza del juego de Brasil, los alemanes prefieren verse reflejados en el juego argentino. Ese juego que aúna la fuerza y la practicidad a la que son tan afectos con cierta belleza que consideran típicamente sudamericana. Ya cerradas las heridas de la final de México 1986 y respondida por la negativa la vieja controversia acerca del penal fatídico de Italia 1990, los alemanes disfrutan del juego argentino y esperan una final entre Argentina y Alemania, que se les antoja más fácilmente ganable que una contra Brasil.

  La prensa alemana en particular no ahorró elogios al equipo de José Pekerman, especialmente tras la exhibición contra Serbia y Montenegro, y una corriente de simpatía comenzó a extenderse entre una población para la cual —durante este mes— el mundo es redondo. Ahora es posible ver por los calles a alemanes con camisetas argentinas. En las tiendas puede conseguirse ropa interior femenina con los colores celeste y blanco, los otros modelos tienen los colores de Brasil, Italia y Alemania.

  Y hasta una empresa de papel higiénico ya comenzó a producirlo con los colores celeste y blanco. Eso sí, después de que las versiones con los colores de Alemania, Francia e Italia resultaran por alguna razón todo un éxito. El fútbol práctico pero exuberante en términos cuantitativos del equipo de Juergen Klinsmann hace que la envidia hacia “los gauchos” (como se llama al equipo argentino) sea inferior a lo habitual.

  Pero ésta también existe y se ve expresada en ciertos chistes y expresiones con los que uno se ve confrontado cada vez que saca a relucir de dónde proviene. Un amigo me pregunta: “¿Por qué los argentinos tienen el cuello tan largo?”. Me quedo en blanco, sin saber qué responder. Me dice: “Porque desde chicos se pasan todo el tiempo asomados a la frontera con Brasil para espiar a los campeones del mundo”. Nos reímos, y mi amigo vuelve a preguntar: “¿Y qué hace un argentino después de ganar un Mundial?”. Me responde: “Apaga la playstation y se va a la cama”.

  Mientras el utilero distribuye los botines y José Pekerman da las últimas instrucciones a sus muchachos, todo un país suspira para que no haya que encender la playstation para salir campeones.


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