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 sábado, 17 de junio de 2006  
La figura de Manuel Belgrano y la escuela
"Asociar a Belgrano sólo con la creación de la bandera empobrece su figura"
La educadora Griselda Tarragó advierte sobre los estereotipos donde a cada "héroe" le corresponde su "hazaña"

Marcela Isaías / La Capital

Como si se tratara de una suerte de adivinanza, cada vez que se quiere conocer cuánto saben los chicos y jóvenes de la historia argentina, se suele anteponer una pregunta clave. Es común entonces escuchar: "¿Quién cruzó Los Andes? o bien ¿quién creó la bandera?". De más está decir que la sentencia está escrita si el personaje-héroe se confunde con los hechos que necesariamente deben corresponderle.

Para la historiadora Griselda Tarragó, estas asociaciones banalizan la historia y empobrecen las figuras que se quieren resaltar. Es más, afirma que "esta suerte de retórica de la patria todavía recorre con fuerza la historia que se transmite en las escuelas" y en cierta forma desdibujan otras acciones de los hombres que precisamente su buscan destacar. Y afirma, en consecuencia, que "asociar a Belgrano sólo con la creación de la bandera empobrece su figura".

A poco de recordarse un nuevo aniversario de la muerte del general Manuel Belgrano, Tarragó avanza también sobre la figura del prócer. En especial, destaca el compromiso que tuvo con su tiempo y sus ideas.

-Para que un niño asocie a Belgrano con la historia se le suele preguntar por el creador de la bandera ¿En qué otros aspectos de la vida del prócer la escuela debería poner el mismo énfasis?

-Lamentablemente, y como sucede con otras figuras de nuestra historia, en el caso de Belgrano, su asociación casi exclusiva con la creación de la bandera, banaliza la historia al mismo tiempo que empobrece su figura. No porque ese acto en sí mismo no sea importante, sino porque finalmente caemos en una sucesión de estereotipos que encasillan nuestro pasado en compartimentos estancos en los cuales a cada "héroe" le corresponde casi mecánicamente una "hazaña". Por debajo subyace siempre una cierta irracional cronología que escinde el pasado colonial del independentista, transformando todo lo anterior en un "antecedente" de éste último. En esta suerte de retórica de la patria que todavía recorre con fuerza la historia que se transmite en nuestras escuelas, se pierden la inmensa complejidad de los procesos y la posibilidad de aprender a pensar. Cómo todos sabemos, es mucho más fácil repetir un esquema que formularse preguntas.

¿Qué pasa entonces con la figura de Belgrano?

-En este sentido, en el caso de Manuel Belgrano la imagen del militar de la revolución, oscurece su inmensa y rica vida intelectual y política, previa y contemporánea a la revolución. Esa vida generalmente es presentada de manera separada, como un dato accesorio, como una suerte de "introducción" a la que se le da una importancia secundaria. Sin embargo, la operación - y en el mismo sentido, el relato histórico- debería ser exactamente de manera inversa cuando intentamos ubicar su papel en nuestra historia como creador de la bandera. Este hecho puntual, debería operar entonces como un mirador que permitiera observar esos otros aspectos: su temprana y activa formación en las Universidades de Salamanca y Valladolid , su trayectoria intelectual como miembro de la élite del particular movimiento ilustrado de fines del siglo XVIII español e Hispanoamericano, como funcionario de la monarquía en el caso del Consulado de Buenos Aires, su actividad en el periódico Correo de Comercio del cual era directo. Un largo camino que le permitió finalmente constituirse en ese "Creador de la Bandera".

-¿Qué idea de educación sostenía la creación de las escuelas que impulsa Belgrano?

-Muy formado en economía política, y con gran influencia de la fisiocracia, Belgrano pensaba una educación que formara hombres productivos para la nación que aspiraba construir. Como él mismo se pregunta en junio de 1810 en el Correo de Comercio: "¿No nos sería posible una nueva forma a los establecimientos que tenemos de educación, para hacerlos más útiles y provechosos al Estado?". En este sentido generó proyectos de enseñanza gratuita en la campaña y la ciudad, así como la necesidad de incorporar a la tradicional educación ligada fundamentalmente a los moldes de la Iglesia Católica, la formación en náutica, dibujo, hilados de lana y algodón, entre otras materias. Pensando un país productivo y "moderno", proponía educar a las niñas en escuelas gratuitas donde se les enseñase a leer, a escribir, doctrina cristiana y labores que las separaran de la "ociosidad". En el Reglamento de las escuelas creadas por Belgrano en Jujuy el 25 de mayo de 1813, explicaba sus ideas: "El maestro procurará con su conducta y en todas sus expresiones y modos, inspirar a sus alumnos amor al orden, respeto a la religión, moderación, dulzura en el trato, sentimientos de honor, amor a la virtud y a las ciencias, horror al vicio, inclinación al trabajo, despego del interés, desprecio de todo lo que diga a profusión y lujo en el comer, vestir y demás necesidades de la vida, y un espíritu nacional que les haga preferir el bien público al privado, y estimar en más la calidad de americano que la de extranjero".

-¿Qué pensaría Belgrano de la escuela argentina del siglo XXI?

-No me gusta demasiado la idea de hacer historia contrafactual. Sin embargo, podríamos darnos la licencia de mezclar un poco de lógica con algo de imaginación. En esa situación casi teatral de Manuel Belgrano en el siglo XXI, en primera instancia supongo un fuerte impacto no sólo por el estado de nuestra educación, sino porque en un país que pensó inmensamente rico, existan tantas y tan fuertes desigualdades. Más allá de esa primera instancia, entiendo que su inmensa cultura así como su apertura mental nutrida en su activa participación en los debates de las Academias de Salamanca y en toda su trayectoria como militar y político revolucionario, le habrían permitido soportar ese impacto. Por lo demás, y luego del impacto, lo imagino obligándose a estudiar, para poder comprender primero, e intervenir después.

-¿Qué valora de su figura?

-En primera instancia, me conmueve mucho la ductilidad que le permitió moverse del lugar elegido (el de intelectual, funcionario, etcétera), a uno bastante más incómodo como militar en tiempos de una guerra dura, con ausencia de recursos y plagada de incertidumbres. En segunda instancia, y el compromiso profundo con su tiempo y con sus ideas, algo que hoy en día cuesta bastante encontrar en los hombres y mujeres vinculados al poder.

Marcela Isaías
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No sólo militar. Para Tarragó hay que rescatar la rica vida intelectual y política de Belgrano.

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