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 domingo, 30 de abril de 2006  
[Nota de tapa] - Un día de feria
La gran fiesta de los lectores
En su nueva edición, la Feria Internacional del Libro vuelve a mostrarse como un gran espacio de encuentro y de difusión de la producción cultural del país

Lautaro Ortiz

Toda feria es, como decía Susan Sontag, un espacio para "jugar" donde deben cruzarse necesariamente dos miradas: imaginación en los ojos del que ofrece y curiosidad en los ojos del que mira. Con ese espíritu Señales estuvo durante los primeros diez días de la 32º Feria Internacional del Libro, que continuará hasta el 8 de mayo siempre en el predio de la Sociedad Rural.

Escritores, libreros, gráficos, dibujantes, bibliotecarios, distribuidores y hasta empresarios se sumaron otra vez a la vorágine de un foro que a veces se encuentra amenazado por "la solemnidad anual del libro" (frase acuñada durante la inauguración por Carlos Alberto Pazos, Presidente de la Fundación El Libro) y otras respira aires nuevos como: la importante participación de las provincias del interior del país; la presencia de Cuba, México, Chile y Japón a través de sus stands; las videoconferencias (entrevistas virtuales) al norteamericano Ray Bradbury y la mexicana Elena Poniatowska y la realización de la 39ª Reunión Nacional de Bibliotecarios.

El juego se inició el lluvioso jueves 20, donde quedó en claro que una Feria es también un lugar desde donde disparar: hubo críticas por la aplicación del IVA a los libros, por la no modificación de los mínimos no imponibles para los trabajadores de la cultura y sobre la ausencia del presidente Néstor Kirchner a la inauguración. El orador de fondo fue el escritor Tomás Eloy Martínez quien se despachó con frases que flotarán hasta el cierre de la alfombrada y colorida Feria: "Cuando el poder no lee, el poder no piensa"; "El libro es como el agua. Se le imponen cerrojos y diques, pero siempre termina abriéndose paso" o "El libro nos ha salvado. Salvemos ahora nosotros al libro de la indiferencia de los que mandan, de la ceguera de los que creen que es posible vivir sin él".

El eclecticismo hace a una feria. Esto se nota cuando de visitas "ilustres" se habla: Anselm Grün (Alemania), Ana María Machado y Matilde Scaramucci (Brasil); Rosa Montero, Teresa Colomer, Arturo Pérez Reverte y Enrique Vila Matas (España); Joan Copjec (Estados Unidos); Roger Chartier y Pierre Lená (Francia); Hanif Kureishi (Inglaterra); Laura Esquivel (México) y el chileno Premio Cervantes, Jorge Edwards. En este sentido, los diálogos escuchados entre los visitantes y los encargados de los stands, no dejaban pasar por alto la ensalada.

Cada año más grande (36.510 metros cuadrados, mil más que la edición anterior), la Feria del Libro de Buenos Aires se asemeja a un animal inmenso imposible de abrazar: son 1.424 expositores y 1300 las conferencias, actos y charlas programadas. Debido a su extensión, las postales de la Feria se multiplican jornada a jornada para aquel visitante que se detenga a mirar todos los sentimientos que despiertan millones de libros reunidos en un mismo sitio.


Dos mundos opuestos
El mundo del libro se mueve a ritmos distintos. Por un lado la voracidad de un mercado que viene en alza (según la Cámara Argentina del Libro en 2005 se llegó a imprimir 75 millones de ejemplares, es decir, un 50 por ciento más que en 2004), por lo que su artillería apunta a lo obvio: de Paulo Coelho a Barbie y de Harry Potter a "Las Crónicas de Narnia"; todo preparado para un único fin: vender. Y por el otro lado, el acto cultural que despierta la Feria. En este punto hay que reconocer que se mantiene encendido el fuego sagrado de la intimidad entre lector y autor: tal como sucedió durante la visita de los humoristas gráficos (Fontanarrosa, Ciruelo, Nik, Sendra, Caloi y Quino, entre otros), quienes no sólo firmaron ejemplares sino que dialogaron amablemente con el público.


Los treinta años
Sin duda uno de los temas que ocupan la Feria son las publicaciones y charlas en torno al nefasto aniversario del golpe de 1976. Todas las editoriales argentinas parecen estar atentas al pedido de bibliografía sobre el tema: la reedición del clásico libro de Emilio Mignone, "Iglesia y dictadura" y las ediciones de bolsillo: "La Voluntad" de Martín Caparrós y Eduardo Anguita; "Pase Libre" de Claudio Tamburrini y "Monte Chingolo", de Gustavo Plis-Sterenberg, son las más solicitadas.

Los actos programados por la feria no estuvieron al margen: en la mesa "La cultura que resistió" disertaron Andrés Cascioli, Horacio Tarcus y Pipo Lernoud; las universidades de Buenos Aires, Lomas de Zamora y Quilmes organizaron las jornadas "Medios, comunicación y dictadura" y fueron presentados dos libros importantes: "El principio del fin. Políticas y memorias de la educación en la última dictadura militar 1976-1983" y "Nosotras, presas políticas" (que Señales adelantó en marzo) reunión de cartas, experiencias y testimonios de ex detenidas en la cárcel de Devoto.


Letras del interior
Si una feria es para jugar, también lo es para el festejo. Y eso se puede encontrar en los pequeños stands organizados por las provincias del interior del país: Santiago del Estero, San Juan, Córdoba, Misiones, La Rioja, Santa Fe, Tucumán o Jujuy, que armaron una interesante muestra de publicaciones.

Más sobrios que las grandes editoriales, la diferencia es bien marcada: los empleados sí conocen del tema cuando se los interroga. En el stand de Córdoba hay reunidos 1.200 títulos editados por sellos de esa provincia que van desde Alción, Anábasis, Argos, Narvaja, Brujas, Del Boulevard, Comunicarte, Del Corredor Austral y Del Copista hasta las editoriales universitarias como Universitas, Centro de Estudios Históricos, Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba.

En Misiones se exponen unos 30 títulos repartidos entre libros de historia, novelas y un panorama muy completo de la poesía que allí se escribe. El orgullo de los misioneros fue la presentación del libro "El Coqui, parte de un país partido", reconstrucción pormenorizada de la vida de un joven que fue asesinado durante la dictadura militar, escrito por Juan Galuppo.

La gran avanzada fue la que propuso Tucumán con una exhibición de 353 textos académicos y literarios de la provincia junto a la asistencia de muchos escritores, narradores orales y plásticos. Mientras que la escritora Teresa Piossek Prebisch realizó una destacada charla sobre el período de la historia argentina correspondiente a los siglos XVI y XVII en el Noroeste, en otras salas se presentó un CD que contiene la zamba "Tucumana" interpretada por Carlos Gardel, junto a tangos de Troilo y Juan D'Arienzo, recientemente rescatados del olvido.


Una postal velada
Con una sola visita al predio cualquier visitante se da cuenta que el público no se junta, sino que asiste, se hace presente. La Feria reserva para el lector un lugar a veces incómodo: las conferencias son demasiadas largas, los vendedores inexpertos y en la superposición de los actos siempre queda el sabor amargo. Contrariamente a lo que se cree, en el laberinto de stands y luces la posibilidad de acceder a una salida (entiéndase placer) no está demasiado prevista.

A esto se suman los precios (un libro de reciente aparición ronda los 25 pesos como mínimo), las escasas ofertas y la no actualización de los títulos que hay dentro del predio en el sistema informático de los puestos de informes.

Pero ¿qué atenta contra la posibilidad de juntarse? La arquitectura de la Feria y ese clima que impone el mercado: confiterías con altos precios, permanente música (suave y edulcorada) y el anuncio sistemático por los altoparlantes de los próximos encuentros, visitas y actos. Está claro, en la Feria no hay lugar para el silencio.


Permitido fumar
A pesar de la ley contra el tabaco que no permite fumar en lugares públicoS cerrados, los organizadores de la Feria parecieron entender que la cultura y el humo se llevan bien. Los ceniceros abundan en el predio tanto como las medidas de seguridad.

Lo interesante es que el permiso de fumar termina para algunos empleados allí donde comienza el stand. Se puede fumar en las calles, no junto a los libros. Dispuestos en cada esquina como faroles tangueros, los ceniceros son punto de reunión y conversación para la mayoría de la gente.


Arabes
Hay tres stands dedicados a la cultura árabe: "El libro Arabe", el "Centro islámico Rey Fahad" (ambos en el pabellón Amarillo) y "Casa del Islam" (Pabellón Azul). Con arquitectura arabesca, son los más visitados a pesar de la pobre bibliografía que ofrecen.

Junto al humo de sahumerios se ve algún ejemplar del Corán (en traducciones españolas no fiables), pero por sobre todo hay mucho folleto turístico, fotografías y elementos para emplear en la cocina árabe además de trajes típicos. "La gente pregunta mucho por libros sobre nuestra cultura, pero se lleva sólo ornamentos", dicen los encargados.


Poesía custodiada
Ubicado afuera del gran predio principal está el Pabellón Leopoldo Lugones. Es una suerte de carpa pobre, con un pasillo angosto que exige a los visitantes caminar en fila india. Allí se encuentra el sector dedicado a la poesía argentina ("Zona de Poesía" se llama, donde hay libros de Botella al Mar, Ediciones del Dock, Argonauta, Ciudad Gótica, El Cuenco de Plata y Ediciones En Danza).

Lo acompañan stands tan disímiles y flacos como: Libros de la Provincias, Defensoría del Pueblo, Revistas Culturales, Encuadernadores artesanales y hasta una delegación de toxicomanía de la Policía Federal, que presenta como único "objeto de exposición" a un perro debidamente atado que gruñe cuando alguien se le acerca. "La poesía siempre es peligrosa", aclara uno de los muchachos que pasan.


Descuentos
Un lugar ineludible de la Feria es el stand de las Madres de Plaza de Mayo. No sólo por la variada bibliografía que ofrecen sino porque es el lugar donde mejores descuentos hay: todos los libros tienen una rebaja del 30% del precio de tapa. Allí pueden encontrarse algunas novedades interesantes: "Un país-30 años. El pañuelo sigue haciendo historia", recopilación de ensayos y entrevistas (Hebe de Bonafini, Osvaldo Bayer y León Gieco, entre otros) y "La vergüenza de todos" (sobre el Mundial '78) de Pablo Llonto.

A esta lista habría que sumarle un título difícil de hallar y de reciente aparición: "Deportistas, desaparecidos y dictadura", del periodista Gustavo Veiga (ediciones Al Arco), compilación de las investigaciones que revelaron la desaparición de 17 jugadores de rugby de La Plata, del atleta Miguel Sánchez, del wing Carlos Alberto Rivada (de Huracán de Tres Arroyos) y del tenista cordobés Edgardo Topo Schapira.


Lo mejor viene de afuera
Un libro sobre máscaras aztecas; colecciones de la revista Casa de las Américas junto a ediciones de poetas como Eliseo Diego y Fayad Jamis; una hermosa edición de la correspondencia del chileno Enrique Lihn y hasta inhallables mangas en formato original, son algunas de las perlas que pueden encontrarse en los stands de México, Cuba, Chile y Japón.

Estos puestos, excelentemente bien armados, ponen a la vista toda la literatura de peso, es decir la no necesariamente comercial. El problema son los precios convertidos a valor dólar, sin embargo es de destacar la atención que allí se brinda: "A nosotros nos interesa mostrar, más que intentar vender", explican los cubanos, demarcándose de la propuesta general.


Dos tipos distintos
La Feria todavía tiene esa capacidad de amontonar: curiosos con cholulos; mujeres hermosas con hombres serios y corbatas con zapatillas. Como en las grandes urbes, están los visitantes que se ubican en la periferia y los que prefieren circular por el centro.

Los primeros son generalmente los lectores consecuentes, los que buscan rarezas y precios bajos (el sello Corregidor puso en la mesa saldos de su fondo editorial) y los segundos, lectores ocasionales, son los que se dejan encandilar por los brillos de las grandes editoriales, ubicadas en el centro. Claro, también están a los que nada les importa y se pasan las horas frente a las computadoras (con Internet gratis) o al costado de un puesto de bebidas para la degustación.


Final
¿Para qué entrar?, se preguntaba Susan Sontag frente a una feria de Montevideo. Y la misma pregunta, extendida sobre la Feria Internacional del Libro, tiene respuesta: la literatura argentina necesita de un lugar para concentrarse y hacer visible la impresionante producción que muchas veces se genera por fuera del circuito comercial del libro. Está claro que la Feria no es todo lo que debería ser, pero cumple con creces su cometido: mostrar que los lectores existen.
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Inmensa. La Feria este año se expande en un predio de .36.510 metros cuadrados, mil más que el año pasado. Ya nadie duda de su perfil como megaevento.

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