Año CXXXVII Nº 49096
La Ciudad
Política
Información Gral
Opinión
La Región
El Mundo
Policiales
Cartas de lectores



suplementos
Ovación
Señales
Escenario
Economía
Mujer
Turismo


suplementos
ediciones anteriores
Autos 27/04
Salud 26/04
Página Solidaria 26/04
Turismo 23/04
Mujer 23/04
Economía 23/04
Señales 23/04
Educación 22/04
Estilo 18/03

contacto

servicios
Institucional

 domingo, 30 de abril de 2006  
Start up
Software libre, Monsanto y el señor Jefferson

Eduardo Remolins

Si a cualquier productor agropecuario argentino se le menciona la palabra Monsanto posiblemente arrugue la nariz. La multinacional está dando una batalla internacional contra el país en reclamo del pago de regalías por el uso de su semilla de soja transgénica, ampliamente difundida en los campos argentinos.

A los ejecutivos de Monsanto, por su parte, tampoco les debe caer bien que les mencionen el nombre Jefferson. No por el patriota norteamericano, sino por el biólogo molecular Richard Jefferson. El científico fue quien descubrió GUS, el gen que es considerado la herramienta más importante en el diseño y desarrollo de nuevas especies vegetales. GUS fue el instrumento que le permitió a Monsanto desarrollar su famosa soja RR, que es el motivo de la disputa con Argentina.

Jefferson, sin embargo, tiene un punto de vista peculiar sobre el cobro de regalías y el uso de las patentes. En 1987, luego de hacer su descubrimiento, literalmente lo regaló a centenares de laboratorios en todo el mundo. En efecto, apenas consiguió patentarlo decidió que cobraría en función de la capacidad de pago del interesado. Monsanto, por ejemplo, pagó una fortuna por su uso, mientras que empresas o laboratorios del Tercer Mundo lo obtuvieron gratuitamente aunque persiguieran fines comerciales. Y hasta una pequeña empresa de California pagó un precio llamativo: una vieja guitarra Martin.

Pero lo más interesante de la poco convencional historia del Richard, es el modo de organizar el proceso de innovación que propone. El hombre se ha empeñado, desde hace un par de décadas, en promover la adopción del modelo del software libre para los desarrollos en biotecnología.


Liberen el software
Simplificando un poco sus muchas variantes, se dice que un software es libre cuando los usuarios pueden acceder a él descargándolo de un sitio web sin tener que pagarlo, pero ateniéndose a ciertas reglas de uso que estipula el dueño del producto. En el software libre el usuario puede acceder al código en que está escrito el programa y modificarlo, pero con frecuencia queda obligado a poner a disposición de otros y de forma gratuita el programa mejorado.

Generalmente este tipo de productos son desarrollados por comunidades de programadores que pueden estar localizados en todo el mundo y sólo tienen contacto a través de la web. En otros casos los productos son desarrollados por empresas que "liberan" el código y lo ofrecen en forma gratuita a quienes quieran usarlo, como hizo la rosarina Colaborativa con su producto Kneobase.

Pero ¿por qué regalaría una empresa su producto? Paradójico como pueda sonar: para hacer dinero. Los productos son gratuitos, pero el soporte que pueda necesitar el cliente para instalarlo y usarlo no lo son. La prueba de esto es que una empresa como Red Hat (que distribuye una versión del sistema operativo Linux) puede darse el lujo de comprar JBoss, otra firma de tecnología, por US$ 420 millones.Entonces ¿dónde comienza el negocio? Depende del caso. Si se trata de un biólogo molecular (Jefferson), que intenta crear una comunidad de científicos que desarrollen productos biotecnológicos para regalarlos a los países del tercer mundo, parece filantropía. ¿Funcionará?

[email protected]
enviar nota por e-mail
contacto
Búsqueda avanzada Archivo


  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados