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 domingo, 23 de abril de 2006  
El flamenco gaditano
La provincia andaluza tiene la mezcla de las culturas castellana y mora en todas sus expresiones

La provincia de Cádiz, privilegiada para los aficionados al canto, al baile y al rasgueo de la guitarra, es hito fundamental en los itinerarios del flamenco, la expresión artística distintiva de Andalucía.

En esta tierra forjadora de cantes -"petenera", "tanguillo", "cantiñas", "mirabrás", "bulería", "romerías", y cuna de grandes intérpretes, el legado flamenco se manifiesta como un elemento cultural, social y estético íntimamente ligado a las ferias y a las reuniones festivas, incluso familiares, y que, además, se ofrece en numerosos festivales, peñas, tertulias, tablaos y sociedades que promueven su divulgación y posibilitan su conocimiento y disfrute.

El flamenco, música eminentemente popular, hunde sus raíces en la "toná", cante primitivo del que surgirían el "martinete", en que el cantaor se acompaña con el sonido del martillo de la fragua, y la trágica "seguiriya" de la que, a su vez, nacería la "serrana", a través de las "livianas".

Como acompañante del baile surgen las "soleares", estando emparentadas o influidas por ella el "polo", las "bulerías", las "alboreas", las "cantiñas", las "alegrías", las "romerías", el "mirabrás" o los "caracoles".

Otro palo del flamenco son los "tangos", del que derivarían los "tientos". Los "fandangos", el "garrotin", las "sevillanas", el "villancico" y la "saeta", variantes de este arte andaluz.

Está aceptado por los entendidos que el flamenco, en su estado más puro, se concentra en la Baja Andalucía, entre las provincias de Sevilla y Cádiz, siendo Jerez, "los puertos" y la propia capital, en la provincia gaditana, sus más activos e importantes focos.

Dilatadísima, casi abrumadora, es la nómina de cantaores, guitarristas y bailaores cuyo prestigio y trascendencia hicieron, y continúan haciendo, de Cádiz y provincia, un referente indiscutible del arte flamenco: Manuel Torre, Antonio Chacón, Espeleta, Sellés, Dolores La Petenera, Perla de Cádiz, Lola Flores, Macarena Andrades, Marisa Albaicín, Gitanilla de Bronce y Noemí Collantes entre los más conocidos.

Andalucía ofrece otras rutas al viajero. La necesidad de defensa de la provincia de Cádiz, tan sometida desde la antigüedad a todo tipo de invasiones por su situación como lugar de paso entre dos continentes, legó un amplísimo catálogo de construcciones militares cuyo conocimiento acerca a la convulsionada historia de sus pueblos y comarcas. Los castillos, las torres, las fortalezas y los alcázares que salpican la casi totalidad de la geografía gaditana fue resultado de la urgencia que siempre requirió esta tierra para vigilar horizontes y prevenir tragedias.

Junto a las fortalezas medievales integradas en los conjuntos urbanísticos y por el paisaje provincial del interior se suceden solitarios castillos y torres que perviven sobre estratégicas atalayas roqueras. En tanto, en la costa, las torres almenaras, los baluartes y los castillos litorales fueron los puestos de acecho a los que se confiaría la vigilancia ante el permanente riesgo de invasiones marítimas que, no pocas veces, asolarían los enclaves.

El avance de los ejércitos cristianos por el valle del Guadalquivir posibilitó el dominio castellano de la campiña y de las costas occidentales de la provincia de Cádiz, a partir de mediados del siglo XIII. Esta incorporación traería a las tierras gaditanas una de las grandes corrientes del arte cristiano medieval: el gótico. Cuando, casi dos siglos después caen los últimos reductos serranos, hasta entonces en poder musulmán, el gótico estaba en su fase final para ceder ante las corrientes renacentistas.

La arquitectura gótica, enriquecida a veces por su variante mudéjar, que recuerda una genuina raíz hispanomusulmana, cuenta en la provincia de Cádiz con una rica nómina de edificios, en su mayoría de carácter religioso y erigidos sobre antiguas mezquitas.

Para completar los recorridos se pueden rastrear los jardines históricos y botánicos, los parques naturales o los pueblos blancos, que enlazan con el color de la cal los poblados que atraviesan la sierra de Cádiz en un recorrido abrupto, sabroso, verde y emocionante.
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Cádiz alimenta los focos más activos de cantaores y bailaores de flamenco.

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