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 domingo, 23 de abril de 2006  
El viaje del lector
El sueño de llegar a Puerto Piramides

El pasado 7 de enero emprendimos el viaje en auto hacia Puerto Madryn. Salimos desde Rosario a las cinco de la mañana por la ruta 33 hasta Bahía Blanca con la idea inicial de quedarnos a pasar la noche en ese lugar, pero como todavía era temprano seguimos hasta que anocheciera. Por ese motivo, después de un descanso, seguimos y tomamos por la ruta 3 hasta llegar a Viedma. Para entonces ya era demasiado tarde y habíamos realizado unos 1.150 kilómetros. Así es como decidimos pasar la noche en esa ciudad.

A la mañana siguiente seguimos el viaje con la intención de llegar a Puerto Madryn, pero al encontrarnos con un cartel que decía "Las Grutas ,7 kilómetros", desviamos para conocer esa ciudad. Antes de llegar se puede ver toda la ciudad con el mar de fondo, es increíble.

Luego de recorrer la costanera y comer algo volvimos a la ruta, para después de 1.600 kilómetros, llegar a Puerto Madryn, otro de los tantos lugares maravillosos de la Patagonia.

Desde la costanera se puede ver, hasta donde da la vista, cómo se cierra la Península, el muelle donde llegan los inmensos cruceros y el inconfundible color azul del mar.

Al día siguiente recorrimos el lado sur de la península, sin dejar pasar la oportunidad para tomar mate mientras observábamos las gaviotas y cómo cambiaba el agua de color azul a verde según reflejaban los rayos del sol en el mar.

Los días empezaban a pasar y después de meternos a esas aguas tan frías y dar vueltas por la ciudad, fuimos a recorrer Península Valdés. Nos recomendaron sucesivamente que tuviéramos cuidado con el ripio, porque si manejás a demasiada velocidad, corrés el riesgo de patinar con la consecuencia de salirte del camino y volcar.

Al transitar por ese especie de "puente" natural que une Península Valdés con el continente, se puede observar hacia ambos lados de la ruta el mar de fondo. Allí es donde al ubicarte en el mapa, no podés creer que estás transitando por ese camino.

Llegados a Puerto Pirámides no hay que olvidar cargar combustible porque de ahí en adelante solamente se encuentra la naturaleza.

Durante el camino siguen las recomendaciones por medio de afiches advirtiendo a los automovilistas que termina el pavimento y comienza el ripio. Antes de seguir fuimos a una reserva de lobos marinos de Puerto Pirámides, con un poco de desilusión porque se veían desde muy alto, pero igual lo disfrutamos. Al llegar a Caleta Valdés, estaba la reserva de pingüinos. Nos acercamos creyendo que estarían lejos, igual que los lobos marinos, pero cuando nos arrimamos, los teníamos a menos de 1 metro. Nunca habíamos visto uno más que en fotos, y aunque dicen que son peligrosos dan ganas de tocarlos.

Continuamos hasta Punta Norte, otra reserva natural de lobos marinos, volvimos hasta Puerto Pirámides y de ahí a Puerto Madryn. Tantas recomendaciones por el ripio y eran más peligrosas las ovejas sueltas al costado del camino que no se veían porque ya se había hecho de noche. Por suerte no chocamos con ninguna. Ese día hicimos unos 450 kilómetros.

Otro lugar donde fuimos fue Punta Tombo, la reserva de pingüinos Magallanes. Viajamos hacia el sur hasta Rawson y después tomamos, otra vez, por un camino de ripio, pero esta vez empezamos a ver autos al costado del camino parados con cubiertas pinchadas y parabrisas rotos por las piedras que levantaban los otros vehículos que circulaban en sentido contrario. Llegar y tener que frenar para dejar pasar a un pingüino que pasa frente al auto justifica semejante travesía.


Desde abajo
Para completar semejante viaje, tuvimos la suerte de que nos invitaran a hacer buceo. Salimos con la incertidumbre de poder sumergirnos, porque ese día había bastante viento y no era bueno para bucear, pero quien nos llevó, que es muy experimentado en el tema, dijo que no tendríamos problemas.

Nos llevó hasta una plataforma flotante y después de ponernos el ajustado traje de neoprene y darnos las explicaciones necesarias sobre la respiración con el tanque de oxígeno y los pasos a seguir para sortear la diferencia de presión que hay en la profundidad, descendimos sin ningún inconveniente.

No alcanzan las palabras para describir lo emocionante que es bucear, sin dudas superó todas las expectativas. Se pueden ver los peces a muy corta distancia, las algas en el fondo del mar moviéndose lentamente y oír solamente tu propia respiración y las burbujas que suben hacia la superficie. Si hay algo que va a quedar grabado para siempre en mi memoria, es cuando levanté una estrella de mar con mi mano y pude ver a mi lado la imagen de un buzo guiándote en "su" mundo, a 9 metros de profundidad, hacia una experiencia única que nadie debería perderse.

Antes de emprender el viaje de regreso, quisimos pasar el último día en Las Grutas. Llegamos a media mañana con la idea de encontrar dónde pasar la noche, sin saber que en esa fecha no es conveniente moverse por la Patagonia sin hacer reservaciones. Estuvimos hasta la tarde buscando y por suerte pudimos conseguir un lugar con la condición de irnos a la mañana siguiente bien temprano porque ya estaba reservado.

Nos metimos por última vez en el mar y esa noche salimos a caminar por la costanera y la peatonal, disfrutando de la belleza y tranquilidad que caracteriza a la ciudad.

A la mañana siguiente regresamos a Rosario completando un recorrido total de 4.600 kilómetros, con la satisfacción de cumplir un sueño y de habernos animado a hacer un viaje tan largo en auto que quedará para siempre en nuestro recuerdo.

Roberto A. Listro
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Tentados por el camino, los viajeros recorrieron la costa norte de la patagonia.

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