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 domingo, 23 de abril de 2006  
La trama cómplice

Gabriela Aguila

Los partidos políticos no estuvieron ausentes en la dictadura militar y si bien muchas agrupaciones fueron ilegalizadas (en particular aquellas pertenecientes a la izquierda marxista y peronista) y la actividad política se encontraba restringida, los partidos tradicionales siguieron actuando y asumieron posiciones que fueron desde el apoyo abierto a la formulación de críticas más o menos veladas, expresadas en sus diferentes líneas internas. La dictadura tampoco eliminó por completo a los partidos políticos como interlocutores.

En la provincia de Santa Fe desde el momento mismo del golpe de Estado, en muchas pequeñas ciudades y comunas, fueron los partidos tradicionales los que proveyeron parte del elenco gobernante a la dictadura.

Hacia 1981/82, en el marco de la transición de Videla a Viola, las grandes ciudades de la provincia, Rosario y Santa Fe, quedaron en manos de dos partidos claramente afines (Movimiento Línea Popular y Partido Demócrata Progresista). En Rosario, la asunción de Alberto Natale al frente de la Intendencia se inscribió en el esfuerzo de la dictadura por ampliar sus bases de consenso.

La perspectiva de una transición hacia la democracia no figuraba en la agenda del gobierno en 1981 más que en forma retórica, sin embargo este será el nudo de la justificación del Partido Demócrata Progresista para aceptar tales funciones.

Mientras, 1981 fue el momento en que comenzaron a expresarse públicamente críticas al gobierno militar y además surgió la Multipartidaria, a través de la cual se reclamó una rápida transición hacia la democracia.

En este contexto, donde la actividad política renacía, donde las demandas del movimiento de derechos humanos adquirían eco en la sociedad, el Partido Demócrata Progresista y Línea Popular proveían al régimen de sus dirigentes. La colaboración de civiles con el gobierno militar sigue siendo la faceta menos debatida de la dictadura militar.

Frente al silencio o las explicaciones provistas por quienes han sido cómplices, aparece como una tarea impostergable impulsar la apertura de debates que han permanecido clausurados durante más de dos décadas para poder responder cabalmente a la pregunta: "¿Cómo fue posible?".

Gabriela Aguila es directora de la Escuela de Historia de la Facultad de Humanidades y Arte de la UNR.
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