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 domingo, 16 de abril de 2006  
candi
Charlas en el Café del Bajo
-Siguiendo con la charla de ayer diré que coincido con algunos autores cuando dicen que Caifás tuvo miedo de que el nuevo movimiento que se gestaba enervara a Roma y terminara aplastando a todos los judíos. Por eso en un momento dice que es preferible que un hombre se pierda antes que todo un pueblo perezca. Pero estas palabras del sumo sacerdote tienen también otro significado, profético, que trataré enseguida. Opino, además, que a Caifás le molestó que Jesús se involucrara en la cuestión religiosa. Al hijo de José y de María, por ser de linaje real, descendiente de David, desde la visión judía le correspondía, en la supuesta liberación de Israel, en todo caso una tarea monárquica, gubernamental, pero no el aspecto religioso. Esto genera el primer distanciamiento. Es obvio que Jesús estaba muy interesado en la religión, era su propósito de vida y esto chocaba con la estructura judía de la división de roles. Sospecho que si se hubiera producido la liberación de Israel y lo hubieran proclamado rey de seguro no hubiera aceptado (le dice a Pilatos que su reino no es de este mundo). Una gran fuerza, Dios, lo impulsaba a obrar en la instancia religiosa y desde ese punto de vista bien puede decirse que la tarea de Jesús era mesiánica, pero era un servicio para toda la humanidad y de carácter espiritual. Para Caifás, como para muchos rabinos de la época, que Jesús instara a un judaísmo universal era incomprensible, intolerable, el colmo. Supongo que a cualquier rabino le causaría estupor, incluso en nuestro tiempo, que un judío prominente saliera a proclamar la conversión de todo ser humano al judaísmo. Ahora bien, no puedo dejar de decir que este distanciamiento entre el Sumo Sacerdote y Jesús debía ocurrir. Estaba predeterminado que las cosas sucedieran así por el bien de la Gran Causa. En este marco, Caifás y otros sacerdotes judíos forman parte también del gran plan de Dios, fueron herramientas necesarias. Ahora me refiero al otro significado de las palabras de Caifás (es preferible que un hombre se pierda antes que todo un pueblo perezca). El Gran Rabino no sólo señala la necesidad de la muerte de Jesús para salvar a Israel de la ira de Roma, sino la necesidad de su cruz y muerte para que los gentiles (el resto de la humanidad) sean redimidos. No son muchos los religiosos y teólogos que enseñan sobre este anuncio velado de Caifás, un anuncio destinado no a su pueblo y a sus días, sino a la posteridad y al mundo no judío. Con todo, debe decirse que la incomprensión, la falta de reflexión y la debilidad humana, determinaron el alejamiento entre cristianos y judíos con las lamentables consecuencias que ello acarreó. Por otra parte, unos y otros fueron perseguidos hasta nuestros días, aunque históricamente es el pueblo de la Primera Alianza el que carga con el mayor peso. El Holocausto es un triste ejemplo.

-¿Y cómo terminó la historia?

-La historia siguió y sigue. Sin embargo, ni Dios, ni Jesús, ni Moisés ni los justos de Israel ni del cristianismo quisieron jamás el alejamiento. Por eso en los últimos tiempos se advierte un entendimiento entre los dos pueblos. Es como ir llegando a la Tierra Prometida, es como ir resucitando. El mal en el mundo acecha. Hace volar a un judío por el aire mediante el estallido de una bomba o humilla a alguien que lleva una kipá diciéndole "judío de m....". El mal mató y sigue hiriendo a muchos cristianos y se ríe burlonamente de un católico que lleva un rosario en su mano y le ora a María. El mal odia a cualquier justo incluso no religioso. Por eso, amigo mío, en un mundo en donde la intolerancia, la violencia y el odio quieren reinar, la tarea de hombres como Juan XXIII y especialmente Juan Pablo II, la disposición de algunos rabinos a un acercamiento, a un encontrarse en el amor del único Dios es una verdadera Pascua. Y es, sobre todo, un ejemplo que brilla como una estrella en la noche de todos, porque cada uno de nosotros necesita la tierra donde fluye leche y miel, es decir la resurrección a una vida de paz y bien. Esto sólo se logrará si nos acercamos al prójimo respetando su individualidad, amando. Amando, como dijo el cardenal Bergoglio el jueves, "hasta que duela". Amar al ser querido o al amigo aunque no nos comprenda, orar, incluso, por el poderoso que oprime. Así amó el pueblo judío en la soledad del desierto, así amó Jesús en la desesperación de la cruz. Este es el único camino para la liberación, el único para la resurrección a la paz interior. Hasta mañana.

Candi II

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