Año CXXXVII Nº 49047
La Ciudad
Política
Información Gral
Opinión
El Mundo
La Región
Policiales
Cartas de lectores



suplementos
Ovación
Escenario
Economía
Señales
Turismo
Mujer


suplementos
ediciones anteriores
Turismo 05/03
Mujer 05/03
Economía 05/03
Escenario 05/03
Señales 05/03
Estilo 18/02

contacto
servicios
Institucional

 domingo, 12 de marzo de 2006  
[Lecturas]
Un viaje de los sentidos
Poesía. "Centralasia", de Roberto Echavarren. Tsé Tsé, Buenos Aires, 2005, 95 páginas, $ 25.

Irina Garbatzky

Poesía. Centralasia, de Roberto Echavarren. Tsé Tsé, Buenos Aires, 2005, 95 páginas, $ 25.
Lejos de situarse en el espacio silencioso de las letras, el último libro de poemas de Roberto Echavarren podría ubicarse, al decir de Walter Ong, en la dimensión de una "épica" o una "rapsodia": aquella facultad de entramar un canto que narre hazañas memorables. En efecto, en una entrevista realizada para la Gazeta do Povo en Curitiba (1996), la poeta y traductora brasilera Josely Vianna Baptista afirma respecto de la obra de este poeta uruguayo que "no se trata de una literatura, sino de una oradura". En este sentido la poesía de Echavarren, entroncada en la tradición de las "vocalizaciones", se vería liberada del resguardo de la letra, y, en su vínculo con la oralidad, se configuraría como un "acontecimiento sonoro", estableciendo un campo de acción: el de la performance.

La poesía en acción, en este caso como canto que actualiza una historia, se plasma en "Centralasia" recordando las antiguas epopeyas; ante todo por ser un poema único y una narración. La narración de un viaje y la fundación de un espacio, que invoca, como en toda épica, un tiempo mítico, alucinante.

Se trata de la proyección alucinada de un Oriente conocido: en las estepas asiáticas que recorre el aedo -y aún en medio de monjes tibetanos y guerras chinas-, nos llegan las reminiscencias del Río de la Plata: "cruzamos el río a caballo" y "vimos un varal, sí, pero muy lejos y corriendo".

Así, en el transcurso de la impresión cotidiana a la experiencia de lo inigualable, Echavarren nos retrotrae al legendario "abre las puertas de la percepción", aquel lema surrealista-rockero que retrocedía desde Jim Morrison hasta Antonin Artaud. La danza de los hechiceros, los cantos tibetanos, los envenenamientos, los actos sexuales y un léxico densísimo en musicalidad y extrañeza hacen de su palabra una palabra poderosa, para la cual el deseo es el motor de su acción: "Se representa entre otros el tormento del fuego en un país frigidísimo". La música en general -y el rock en particular- constituye el modelo utópico del poema, ya que actúa como escultora de estilo. "Elijo la música (y el lenguaje utilizado en la música) porque es la forma artística que más inmediatamente se relaciona con un cambio en el aspecto y el estilo de vida", afirma el poeta en la entrevista mencionada.

Al igual que en otros lugares de su obra, quien canta en "Centralasia" es un sujeto transgenérico, o mejor, andrógino. El poema se abre invocando a la ambigüedad: "Se quitó la peluca, y entonces vi/ el cráneo plano, rapado con una rabadilla/ y redondo como el picaporte redondo/ antropomórfico". El "yo" poético andrógino conjura toda rúbrica identitaria; la identidad es la mutación misma entre una y otra diferencia.

Esta valoración por la ambigüedad y la mezcla vuelve a la moda un campo de pruebas para la construcción de un nuevo lenguaje. Desde esta perspectiva, el cuerpo, como material artístico, se dirige a provocar un goce, y como tal, se fragmenta en distintos centros "fascinatorios". Empezar el canto refiriendo a la ausencia de cabellera no es un detalle menor. El pelo, como el elemento visible que más diferencia a los géneros y que a la vez mayor plasticidad y juego posee, es según Echavarren, un fetiche, "un centro de imantación inexplicable". En "Arte andrógino: estilo versus moda" (1998) el autor extiende la noción de arte a toda expresividad corporal. La moda y el estilo no son patrimonio exclusivo del consumo sino un modo alternativo de desborde: se apela no a la profundidad sino a la versatilidad de las superficies, como modo de parodia o "tomada de pelo" a las sobredeterminaciones morales (y sexuales) del sistema.

En "Centralasia", la traslación del paisaje cotidiano al del sueño y la aventura recubre a las palabras de un halo energético, conjugando todas las versiones del erotismo. "Bailamos al borde de la furia,/ tu aire quemándome los ojos, tu risa partiendo mis oídos": se trata de la verdadera potencia del canto, aquella que tiene efecto sobre los cuerpos y que sabe recrear experiencia.
enviar nota por e-mail
contacto
Búsqueda avanzada Archivo


Ampliar FotoFotos
Ampliar Foto
Hacer de hechicero. Echavarren carga de ecos y sugerencias a sus palabras.

  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados