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 domingo, 12 de marzo de 2006  
candi
Charlas en el Café del Bajo
-He dicho que han sido dos actos los realizados el jueves a la noche en la Asociación Israelita de Beneficencia. Uno de despedida al ex arzosbispo de Rosario, monseñor doctor Eduardo Mirás, organizado por la comunidad judía. Otro, una suerte de alter ego de ese acto, organizado por Dios.

-Por favor, puede ampliar y esclarecer la cuestión.

-Es bastante frecuente escuchar a los judíos diciendo e instando a "construir shalom", es decir a bregar por la paz en cada uno de los corazones y en el corazón de la humanidad. En determinado momento del acto, Mirás recordó las palabras de Juan y dijo: "Dios es amor". Bueno, yo creo que el gran mensaje que dejó ese "otro acto" importantísimo, trascendente, inspirado por Dios, es que el amor, como decía ayer, no está cautivo, no está crucificado y que la paz es posible. Vuelvo a preguntarme una vez más y a la luz de este hecho sucedido en Rosario: ¿Cómo es posible que en el nombre de Dios se mate? ¿Cómo es posible que a esta altura del crecimiento tecnológico y científico alcanzado por la humanidad, un presidente anuncie que todo un pueblo debe ser borrado del mapa, dando por tierra con todo signo de espiritualidad? ¿Qué clase de mente puede negar el derecho de un pueblo a su tierra? Y lo que es peor (porque esta es la verdadera cuestión y no la tierra): ¿Cómo es posible que se niegue a todo un pueblo el sublime derecho concedido por Dios a la vida?

-La pregunta más adecuada es por qué es posible.

-Sí, tiene razón. Y es posible por la herejía y el homicidio religioso, por la apostasía y la locura, por la "infrabestialización" de algunos que jamás comprendieron ni comprenderán qué es Dios. El acto del jueves no sólo es un mensaje para aquellos que hacen del terror un propósito de existencia, es también, asumámoslo, un mensaje para todos aquellos que viven al margen del amor. La práctica del amor no significa que se deba estar de acuerdo en todo, ni que se deba necesariamente mirar a todo con la misma lente. Amar supera a eso e implica que todos estén de acuerdo, más tarde o más temprano, aunque no demasiado tarde, en una sola cosa: que el otro es un ser creado por el mismo Dios con derechos que le son propios. Para remitirme al acto del jueves, diría que amor es el aplauso de los judíos cuando Mirás terminó sus palabras sin olvidar de recordar a Jesús y a "la doncella hebrea", María. El contenido de ese acto, en el que campeó el respeto, podría ser reflexionado también y con énfasis por tantos líderes de la sociedad, políticos y funcionarios sobre todo, que pierden el precioso tiempo en disputas, intercambiando calificativos lamentables, mientras el ser humano sufre por efecto del egoísmo, la ineficiencia, la insensatez o la corrupción.

-Ha sido para todos un gran mensaje.

-A mí me parece que esa ceremonia deja como legado una enseñanza muy importante: todo acto de agresión, de violencia, física o moral, sea realizado en nuestro hogar o en cualquier ámbito o parte del mundo está inspirado por el mal, no puede ser justificado (excepción hecha de la legítima defensa) y es mentira que no pueda ser evitado. Todo acto de amor es posible y basta para ello abrir las puertas del corazón para que Dios entre y salga libremente o (para quienes son agnósticos o ateos) que los principios universales éticos y morales que emanan de la conciencia fluyan sin obstáculos. El ser humano puede convivir en paz y con justicia aún manteniendo su propia creencia y caminando, aunque por distintos senderos, hacia un destino común. Todos somos iguales ante Dios y si ante los hombres, y en la faz material, no todos somos iguales, todos tenemos los mismos derechos. Para finalizar recordaré el primer principio de Maimónides, ese médico, pensador, sabio y rabino judío: "Es mi convicción certera que Dios es uno y único, creador de todo y presente siempre. El creó, hace y hará todo lo que sustenta el universo". Y siendo la esencia, la propia naturaleza de Dios amor, el amor, como dije ayer, no puede ser esclavizado en Egipto ni crucificado en el Gólgota. Por más que se empeñe el hombre en ello, el amor siempre será liberado o resucitado, afortunadamente.

Candi II

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