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 domingo, 05 de marzo de 2006  
[Primera persona] - Daniel Scarfó
La química del encuentro
El secretario académico de la Facultad Libre de Rosario explica las ideas y las expectativas de un proyecto que quiere constituir un gran espacio cultural

Osvaldo Aguirre / La Capital

Daniel Scarfó es el secretario académico de la Facultad Libre de Rosario. Y en tanto tal, uno de los principales animadores de una experiencia que promete convertirse en uno de los grandes eventos culturales del año, por la calidad de los profesores que comprometieron su participación y por la respuesta del público. Más de 600 personas se inscribieron hasta el momento en las materias y seminarios que se desarrollarán en el primer cuatrimestre, y ese número puede llegar a duplicarse a partir de mañana, cuando se reabra la matriculación.

Scarfó tiene un curriculum fuerte en el ámbito académico: es doctor en Literatura (Yale University), licenciado en Sociología (UBA) y cursó estudios literarios en Puerto Rico y Portugal (Diploma en Literatura y Cultura). Actualmente es profesor en la UBA y en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso). También ha enseñado en universidades de Canadá, EEUU y Argentina. Un trabajo compatible con sus funciones en la Facultad Libre, "porque mis clases en la academia no son muy diferentes de lo que van a ser aquí", dice.

-La Facultad Libre se diferencia de la educación tradicional. ¿En qué sentido entienden ese carácter alternativo?

-Muchas veces la palabra alternativo aparece como algo que viene a romper o acabar con algo. En realidad siempre se es alternativo a lo que está; como en un juego de espejos, lo alternativo termina siendo complementario. Además la concepción de educación alternativa es para nosotros más enfáticamente complementaria porque no hay ninguna intención de oposición, de molestar al académico, sino de complemento, de trabajo conjunto inclusive, ya estamos en conversaciones para trabajar conjuntamente con la UNR, con muchas instituciones de la sociedad civil que también tienen instancias educativas, como sindicatos, o asociaciones profesionales. Somos alternativos en el sentido que no proponemos el tipo de estudios que se da en la universidad tradicional. La idea es que la Facultad Libre sea un lugar de encuentro y no un lugar donde uno vaya a obtener un título o algún tipo de papel que le permita una salida laboral o dejar contento al papá, algo que para nosotros es absolutamente secundario. Eso no lo podemos dar y no nos interesa dar.

-Por otra parte, el cuerpo de profesores es de procedencia académica.

-Sí, pero también muchos de ellos mantienen una relación de tensión con la academia, que los ha llevado a moldear discursos fuertes en otros lugares o a tener posiciones marginales dentro de la academia. Otros no son académicos y además, en todos los casos, hay una amplitud ideológica importante: hay gente de izquierda, de derecha, de centro, gente de inclinaciones religiosas fuertes. Un eclecticismo que nos interesa mantener. Esto tiene que ver con la idea de que el conocimiento está en todas partes. Y también con que la reconstrucción del país sólo será posible en la medida en que se produzcan encuentros entre distintos sectores sociales normalmente aislados. Creemos que esta puede ser una experiencia de encuentro social, de reconstrucción de un espacio público donde podamos pensar un nuevo país, nuevas formas de existencia más enriquecedoras para todos. Por eso la metáfora del aprender a vivir, con que insistimos. Tiene que ver con que vivir no es sólo pasar por la escuela y la universidad, sino que implica otras cosas que van más allá del encasillamiento de la carrera social para la cual uno está predeterminado. Y muchas veces nos quedamos encerrados en discursos paranoicos que tienden a enfatizar hechos violentos de modo que nos aislemos, a que nos quedemos en casa mirando televisión, a tener miedo del que se acerca. Nuestra tendencia es sacar la gente a la calle, juntarla, y por eso nuestras clases no serán en un solo lugar. Tenemos la figura del partenaire, por la cual un alumno puede ir a clase con un compinche, para hacer las mismas materias, Es una figura pensada para aquellos que no pudieron terminar la universidad o que nunca la pudieron hacer, para que tengan alguien que les ayude y les de ánimo. Para perder la vergüenza de encontrarse y de decir "uy, yo no puedo pensar porque no tengo título", "a los 40 años qué voy a decir". Y viceversa: sacar a los profesores de su saber áulico, autorizado, y exponerles al esfuerzo, a la tarea de dialogar con saberes populares, muchas veces tarea que no les es demasiado grata, y ver si más allá de un paper académico, de un bonito libro, pueden repensar su propia vida intelectual en contacto con comerciantes, recolectores de basura, concejales, mozos de bar, que normalmente piensan la universidad como un lugar donde obtener un título y no como un lugar donde pensar sobre sí mismos y sobre el lugar donde viven, que es lo que nos interesa.

-¿Cómo se concretará la relación de profesores y alumnos?

-Para nosotros hay un punto de partida: cualquier clase es el encuentro de alguien que es el docente con muchos interesados en hablar, dialogar, escuchar, aprender, generar ideas, construir saberes. La Facultad quiere ser un lugar de construcción donde el saber tenga una potencialidad estrictamente política y existencial. Política en el sentido de la polis, que pueda enriquecer la vida de la persona y la vida de la ciudad, la vida de la persona en la ciudad. Y podría decir, en lenguaje de ciencias políticas, construcción de ciudadanía. Pero no la construcción de un ciudadano que sepa votar mejor o participar mejor sino la idea de una ciudadanía más plena, la de aquel que pueda reflexionar sobre su ser en el mundo. Por eso la Facultad tiene una fuerte carga filosófica. Una de las carencias y de las cosas en que podemos contribuir al enriquecimiento de la academia actual es volviendo a poner el énfasis en las grandes preguntas, en las preguntas que se hacen los chicos y dejamos de hacernos aceptando formas miserables de la vida social. Las grandes preguntas han sido dejadas de lado por un mundo mercantilizado, donde el saber está ligado a una aplicación, a ver qué rédito va a dar en lo inmediato y no a pensar mi situación en el mundo. En el proceso de lo que Weber llama el "desencantamiento del mundo", todo aquello que no es racionalizable ha pasado al ámbito de lo romántico. No nos permitimos hablar sobre el existir, el amor, la amistad, el riesgo, la entrega, el compromiso, sobre los temas que hacen a una calidad de vida. Nosotros, sin ninguna vergüenza, ponemos por ejemplo la palabra amor, la resaltamos, aunque parezca que no es académico, que no es serio. Y no vamos a dar técnicas ni un título tradicional ni herramientas para vender en el mercado. No vamos a vender nada: lo que vamos a dar es un lugar de encuentro con personas altamente reconocidas en sus esferas, en política, en filosofía, en arte, en comunicación, en antropología. Tal vez todo sea una utopía, lo cual no haría menos valedero el esfuerzo. Si tuviera que resumirlo diría: vamos a dar un lugar para que se encuentre gente inquieta y curiosa con algunos curiosos e inquietos que han descubierto, por su inquietud y su curiosidad, unas cuantas cosas que tienen para compartir.

-¿Enfatizan en la relación del saber con las cuestiones de la vida cotidiana?

-Sí y no. Sí en el sentido de que hay un saber popular, pero sin pensar que todo lo que está en la calle es lo mejor y que en el saber popular se acaba todo. No queremos oponer la calle al libro, sino ver que hay algo que al investigador se le puede escapar, porque está tan metido en los libros, y hay algo que al hombre que está todo el día laburando también se le puede escapar, porque está todo el día en el negocio o en la fábrica. Si no se intenta ese cruce, si no se intenta juntar a personas de ideologías diferentes, si no se intenta tener un espacio no marcado por un dogma previo, si no acercamos a personas que por torpezas propias se han visto separadas, no sé si vale la pena ser doctor en filosofía, no sé si vale la pena tanto discurso, tanta ciencia.

-Otro valor que destacan es el de la diversidad. ¿Lo entienden en un sentido cultural, amplio?

-Absolutamente. Tenemos gente con título y sin título, ubicada a la izquierda, al centro y a la derecha, académicos y no académicos, gente de distintas profesiones. Por eso la idea es también hacer un experimento social, donde esas diferencias están, porque sería vano y estúpido negarlas, pero están para sumar, no para dividir. A mí no me gusta la palabra participación. Es una palabra muy usada, cuando la escucho me parece que me van a engañar, que las decisiones se van a tomar en otro lugar. La Facultad Libre no es para que la gente participe, sino que es, insisto, un lugar de encuentro.

Más información en www.facultadlibre.org
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Propuesta. "Vamos a dar un lugar para que se encuentre gente inquieta y curiosa", dijo Scarfó.

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