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 domingo, 05 de marzo de 2006  
Pareja: recién separados

Cuando una pareja decide separarse tiene que elaborar un duelo, proceso del que si sale airosa, le permite entregarse de lleno a nuevos proyectos y amores. Muchos son los que a pesar de formar otra familia siguen implicados emocionalmente con sus ex, atados de algún modo a circuitos de relación autoperpetuantes.

Observar los juegos cíclicos que jugamos en esa pareja , y advertir en qué nos quedamos "prendidos", son algunos de los pasos sobre los que hay que volver para poder cerrar ese capítulo y luego pasar a otra cosa, ya que es altamente probable que si no elaboramos ese nudo, lo volvamos a repetir indefinidamente.

Existe una interminable lista de proyecciones, demandas y reproches:

u ¿Puede o tiene el otro el deber de hacerme feliz?

u ¿Puede una sola persona cubrir todas mis expectativas relacionales afectivas y si eso pareciese poco, "para toda la vida"?

Una pareja (permanezca unida o no en el tiempo) es como una "morada de crecimiento", una estación o residencia donde se hace consciente un proceso de evolución.

Cuenta una fábula que un hombre llevó a su casa un capullo de mariposa porque quería verla en el exacto momento en que se transformaba, desarrollaba sus alas y volaba. Para acelerar el proceso, le realizó un pequeño orificio pensando que la estaba ayudando. La mariposa al nacer nunca pudo volar. El hombre desconocía que el capullo contenía en sí los líquidos y propiedades necesarios a la culminación de las alas y que con el propio esfuerzo por salir desarrollaba la fuerza para volar.

Cada proceso tiene su propio tiempo. El propio esfuerzo por crecer y salir a la luz de un aparente tránsito difícil desarrolla nuestras alas. Hombre y mujer son capullo y mariposa a la vez mutuamente: ambos están destinados a desarrollar su máximo potencial.

Nuestra sociedad se ha quedado sin ritos de pasaje simbólicos, como por ejemplo, de adolescente a adulto, el que implica un reposicionamiento en la relación con los propios padres. Pasar a la adultez implica el desarrollo de un proceso de individuación donde surge el sello propio de cada uno, separado y unido a la vez al grupo de pertenencia.

Para dar lugar a lo nuevo con todas sus posibilidades de fragancia, alegría y espontaneidad, es preciso envolver de amor lo viejo, perdonar y perdonarnos, para poder luego desprendernos definitivamente evitando vivir a medias. Como al respirar: sólo si nos vaciamos podemos llenarnos nuevamente.

Silvia Tórtul y Beatriz Buiras

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