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 domingo, 29 de enero de 2006  
Tema de la semana
Las mujeres al poder: ¿también en América latina?

El hecho fue significativo y se proyecta a nivel continental aunque muchos no hayan visto aún su incidencia potencial en relación con el futuro: el triunfo de la médica pediatra socialista Michelle Bachelet en las elecciones de Chile tal vez marque un antes y un después en la historia contemporánea de Sudamérica y posea un rebote impensado en la República Argentina.

   Tal como atinadamente lo observó el ex presidente Raúl Alfonsín, se trata de la primera mujer que accede a una primera magistratura en el subcontinente por méritos propios. Acaso el comentario escondiera una ironía por parte del histórico dirigente de la Unión Cívica Radical que gobernó la Nación entre 1983 y 1989, pero lo cierto es que el ex jefe del Estado hizo tal vez referencia de ese modo a María Estela Martínez de Perón, quien asumió la Presidencia al morir su esposo y cuyo recuerdo político dista de ser el mejor en la ciudadanía. También podría haber aludido —aunque es difícil que así haya sido— a Lidia Gueiler Tejada, quien fue presidenta interina de Bolivia hasta que una junta militar la desplazó del cargo en julio de 1980.

   No parece ser similar el destino que le cabrá a Bachelet, no sólo por la capacidad que ya ha demostrado en el ejercicio de la función pública —resultó destacada su gestión al frente de los ministerios de Salud y Defensa trasandinos— sino porque recibió de su antecesor y compañero partidario Ricardo Lagos un país ordenado y en crecimiento, aunque subsistan todavía fuertes asimetrías en la distribución de la riqueza. Y su sólido triunfo electoral abre posibilidades ciertas de que el esquema se repita: es decir, que otra mujer pueda acceder al sitial máximo del poder en un continente ciertamente machista, digno heredero de las más rancias tradiciones españolas.

   No se trata de una novedad en Europa: la recordada —sin ningún afecto por parte de los argentinos— Margaret Thatcher se erige como ejemplo inmejorable de que una mujer no sólo puede gobernar sino que, como en este caso, es capaz de hacerlo con mano dura y alineada con el conservadurismo más extremo. La reciente victoria en Alemania de otra dama vinculada al universo neoliberal, Angela Merkel, agrega otro eslabón a la cadena. Pero se trata de una realidad diametralmente opuesta a la de Sudamérica, donde el papel de la mujer en la sociedad todavía se asimila profundamente al que marca la costumbre ancestral, sobre todo en los países donde el atraso económico se vincula con el déficit educativo.

   Y quienes en el país aluden con cierta ineludible suspicacia a la consagración de Bachelet allende la cordillera lo hacen con la idea encubierta de que la situación puede repetirse en la Argentina.

   No hace falta avanzar demasiado por el mismo camino para llegar a una conclusión. Más allá de que en la Nación hay numerosas integrantes del mal llamado “sexo débil” que ocupan y han ocupado destacado espacio en la actividad política —la lista debería estar encabezada, más allá de evaluaciones de índole ideológica por las Madres de Plaza de Mayo—, la actual coyuntura permite apuntar sin vacilaciones la mirada sobre la figura de la primera dama y rotunda vencedora en los últimos comicios legislativos en la provincia de Buenos Aires.

   ¿Será ese, acaso, el proyecto del oficialismo para el futuro? El fuerte consenso del que goza la gestión kirchnerista en el presente le permitiría, de acuerdo con numerosos analistas, intentar con éxito la continuidad y hacerlo sin que sea el propio primer mandatario el que lidere la fórmula.

   Pero soslayando especulaciones y desechando eventuales caídas en la tentación ineludible del pronóstico, no puede ignorarse que el porvenir guarda mayores desafíos y también responsabilidades más pesadas para las mujeres en un continente que afronta el siglo veintiuno con la obsesión de evitar los graves errores del pasado. Sobre la incesante memoria del horror sembrado por las dictaduras y la convicción de que las instituciones democráticas son innegociables, la apertura política adoptará nuevos y sorprendentes rumbos. Hay cada vez más mujeres en el futuro político sudamericano y también argentino. Y está muy bien que así sea.
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