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 domingo, 29 de enero de 2006  
Historias
Una década sembrando transgénicos

Una década atrás comenzaba la comercialización y siembra de las primeras semillas de soja genéticamente modificadas (OMGs) resistente a glifosato, conocidas como RR. En marzo próximo, en una de las dos principales megamuestras dedicadas al campo, se celebrará su nacimiento en medio de un álgido conflicto entre el gobierno y la compañía madre, Monsanto, por el pago de regalías de la oleaginosa.

Habían pasado 16 años desde que la compañía Monsanto había logrado introducir en 1980 genes de células vegetales. Un desarrollo que transformaría por completo la actividad agropecuaria, en particular en Argentina, donde los productores de siembra directa la adoptaron inmediatamente (hoy el 98% de la superficie de soja sembrada es genéticamente modificada, el 55% en el caso del maíz y del 25% en algodón).

Desde el surgimiento de esta tecnología su crecimiento fue exponencial: se multiplicó por 47 en sólo diez años. Pasó de 1,7 millón de hectáreas en todo el mundo en 1996 a 81 millones de hectáreas en 2004.

Hoy 17 países siembran soja, maíz y algodón genéticamente modificado y la Argentina -con 16,2 millones de hectáreas- ocupa el segundo lugar a nivel mundial con el 20% del total de hectáreas sembradas, sólo detrás de Estados Unidos (con 59 millones de hectáreas).

Pero su implementación no estuvo exenta de controversias. Un gran número de organizaciones no gubernamentales y la mayoría de los Estados miembros de la Unión Europea resisten contra el uso de esta biotecnología. Del otro lado, acusan que es una forma encubierta de colocar barreras paraarancelarias.

Una muestra sobre las reservas en la adopción de OMGs es que salvo Estados Unidos, Canadá, Australia y España, son países en desarrollo los que siembran OMGs: Brasil, China, Paraguay, India, Sudáfrica, Rumania, Filipinas y Uruguay, entre otros. Y que de los 8,25 millones de productores que la utilizan, el 90% vive en el denominado Tercer Mundo.

A pesar de los futuros festejos locales por el desembarco de esta tecnología, la total adopción en la Argentina también generó verdaderos dolores de cabeza para los productores locales. Desde hace dos años se encuentran enfrentados en una dura pulseada con Monsanto por el intento de la empresa de cobrar regalías, que hasta ha generado algunos problemas diplomáticos para la Cancillería argentina y esta semana que pasó se agudizó cuando la multinacional impidió la descarga de soja y harina provenientes de Argentina en puertos españoles.

Esta situación también generó oportunidades, en particular para

Rosario, donde Estado,

productores y empresas

biotecnológicas locales

decidieron invertir en la

construcción de un

polo biotecnológico

en el predio de

La Siberia para

el desarrollo de

genómica

vegetal,

mediante la

creación de

centros propios

de investigación.
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