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 domingo, 22 de enero de 2006  
San Antonio de Areco: una escapada a la cuna de la tradición

Vilma Lilia Osella

A 112 kilómetros de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, a 500 metros del casco histórico del pueblo de San Antonio de Areco, cuna de la tradición por lo menos de la pampa bonaerense y a 300 del Puente Viejo, se ofrece la Cinacina, una estancia con un apreciable número de construcciones, como las de las estancias de antaño.

Esto, lo de las construcciones múltiples en las estancias, es el motivo por el cual los criollos suelen decir todavía Me voy ´pa las casas. Y sí. Eran muchas casas: el casco generalmente era la casa del estanciero; estaban también los ranchitos de los peones, los galpones, los corrales techados, o las haras en caso de crías de ganado. En fin, las construcciones eran para vivienda o para las necesidades que generaban las actividades del campo.

La Cinacina tiene la Casona, la Ermita, la Pulpería, Los Boxes, el Galpón de Carruajes, el Rancho de Adobe, la casa del Mayordomo, la Caballeriza y el Mangrullo: todos se pueden visitar. El viaje se adentra en la historia, la cultura y la producción de nuestro país. No es que esté dirigida sólo a extranjeros: muchos argentinos refrescan sus conocimientos sobre el Río de la Plata, los barrios de Buenos Aires o las industrias y la producción que dan divisas a nuestro país.

Llegar a esta estancia es encontrase cara a cara con la leguminosa que le da el nombre: cinacina. Es el nombre vulgar de una planta que se extiende desde México hasta el fin de América del Sur. También se la conoce como Palo Verde, Espino de Jerusalén. Espinillo y Espina de Jerusalén. Sus hojas dentadas, parecidas a cierto tipo de helechos; sus flores: racimos colgantes amarillos y anaranjados, fascinan al turista en su caminata por este campo. La cinacina ofrece una plácida sombra para atemperar el sol en el verano. Sus frutos, de propiedades medicinales, sólo se ven en el invierno.




Sabores pampeanos
Apenas empezado el paseo, el viajero degustará empanadas de choclo y de carne bien caseras, recibidas de manos de espléndidas "criollitas argentinas" vestidas a la usanza campera. Ya habrá pasado por el "ranchito", la carreta, el horno de barro, el carro, el corral y la ermita pequeña. Visitará la pulpería donde será convidado con galleta y salame casero y bebidas a gusto; admirará la destreza de los asadores que preparan parrillada para hasta 400 personas; escuchará música criolla o cantará y bailará con los cantores y bailarines que se prestan para compartir; se dará un chapuzón en la pileta; paseará en bici o a caballo o en carro.

El museo familiar se encuentra dividido en dos partes: una exhibe los utensilios de campo como herraduras, fustas, atizadores del fuego, monturas, espuelas, estribos y muchas cosas más. Son de destacar los ponchos. Los hay de todas las latitudes del país pero se centran en el poncho "pampa" artesanía muy especial de San Antonio de Areco. La otra, se detiene en las usanzas familiares y muestra desde calentadores que funcionan con alcohol hasta una registradora de almacén usada para las finanzas de la estancia, pasando por mantelería, platería, cristales, cuadros, retratos y demás etcéteras. Hay también una pequeña tiendita que vende de todo.

Más tarde el turista degustará el copioso asado regado de buen vino y todo tipo de bebidas, ensaladas "de la huerta" y papas fritas al por mayor que ofician de almuerzo. Cantores, bailarines y músicos recrearán todo tipo de danza criolla con una estupenda participación colectiva. "En el 2005 se llegaron hasta acá 80 mil personas", informa el encargado Guillermo Ramírez. "Es en base a esta respuesta que habilitamos hace un mes y medio el alojamiento. Tenemos 5 habitaciones completamente equipadas con hogar y aire acondicionado. También dos suites especiales con jacuzzi", se entusiasma Ramírez mientras su esposa no deja la caja registradora ni por broma. Es que a pesar de todo, chinos, venezolanos, puertorriqueños, brasileños, uruguayos, mexicanos, norteamericanos, austríacos, rusos, australianos, compran pastelitos, empanadas, salames y todo tipo de golosinas.

Los cuartos que reciben a quien desee pernoctar están decorados "a lo campero": los respaldares de las camas son de cueros de vaca, las mesitas de luz semejan troncos y las lámparas viejos faroles.

Bien alimentados los turistas se disponen a compartir la fiesta gauchesca: demostración de destrezas criollas, carreras de sortijas y cuadreras .Un buen momento para entretenerse antes de repetir el rito de las cabalgatas, los paseos en carro, las nuevas caminatas o las zambullidas en la pileta. Por la tarde y antes de partir, mate cocido y pastelitos de dulce de membrillo y batata.

Los que se quedan a dormir, podrán llegarse hasta el pueblo de Areco y visitar los talleres de los preciados plateros; caminar las cansinas calles empedradas del pueblo, la Plaza Principal; El Puente Viejo; la avenida costanera y el casco histórico que enmarca las tradiciones tan bien pintadas por Ricardo Güiraldes en "Don Segundo Sombra". Y pueden coronar las noches con mateadas, bailes y guitarreadas.

El Día de la Tradición, el 10 de noviembre, San Antonio de Areco es el polo más concurrido de esta zona pampeana. Las estancias ofrecen sus jinetes para las mejores exhibiciones de destreza criolla. Muchos de ellos, viven en la Cinacina.
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La estancia La Cinacina conserva las edificaciones del siglo pasado para encontrar un descanso campero entre la pulpería y el jacuzzi.

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