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 domingo, 22 de enero de 2006  
Para beber: caldos griegos

Gabriela Gasparini

Siguiendo con nuestro periplo nos vamos a detener en Grecia, pero nos remontaremos a lo que aparentemente fueron los comienzos de su industria vitivinícola, ya que el recorrido que se puede hacer a partir de estos primeros lugares es lo que cualquier turista desearía conocer. La importancia que el vino tuvo en la civilización griega es algo que está fuera de todo cuestionamiento, hasta tuvo dios propio, Dionisio, hijo de Zeus y de Semele, una simple mortal que tuvo un doble nacimiento: uno humano y otro divino, él era la vid, y el vino era su sangre. Y por si eso fuera poco, aseguran que sólo el vino conseguía reconciliar a los dioses del Olimpo.

  El primer establecimiento para la producción vinícola se encontró en Creta, donde fueron halladas prensas para uvas que databan de 2000 años a.C. en tiempos de la civilización minoica, así como pinturas con representaciones en las que el vino formaba parte de los rituales religiosos. Homero describió en varios de sus textos distintos lugares donde aparecía su elaboración como parte de una arraigada tradición.

  Esta realidad se ve reflejada en la etimología del nombre de algunas ciudades como Oenofyta, Oene, Oenotria, ya que Oenos en griego significa vino. Mil setecientos años a.C., el cultivo de viñedos ya se hacía de manera sistemática en toda el área, incluida Asia Menor. Influenciada por la cultura cretense y en la que hoy conocemos como isla de Santorini, se descubrieron vasijas con dibujos de uvas y menciones al vino.

  En los archivos de palacios de Micenas y Tirinto se encontraron referencias a la importancia que la industria vinícola tenía para esas sociedades, incluyendo palabras como vino, viñedos y, aparentemente, comercio vitivinícola. Algo que no sería descabellado ya que las piezas de alfarería micénica aparecidas en Egipto, sur de Italia, Sicilia, y Oriente Medio demuestran que la exportación era algo corriente. Durante el siglo V a.C. debido al incremento de la actividad en el mar Egeo, el mar Negro y el Danubio, como resultado del dominio de Atenas, los productores del norte de Grecia monopolizaron el comercio del vino en todo el mundo.

  Visto el rédito, las colonias comenzaron rápidamente a exportar sus propios caldos, un ánfora encontrada en Marsella se presenta como prueba de la influencia griega en los vinos franceses. Los mejores productos se elaboraban en las islas del norte y este del Egeo, Quíos, Samos, Lesbos, Tasos, en Macedonia y en toda el área de Tracia. Catalogaban al vino por colores, blanco, tinto y negro, divididos a su vez en cuatro categorías: dulce, liviano, con miel y especiado. Se bebía diluido con agua y acompañado por algunas delicias como tarta de miel, carne con orégano o con tomillo, lo que dependía de la ocasión.

  Durante el Imperio Bizantino el comercio y la producción estuvieron en su apogeo, y los monasterios, en ese momento los mayores propietarios de tierras, llegaron a tener el dominio absoluto alcanzando el estatus de oligopolio, pero el destino del Imperio arrastró a todos hacia una irremediable decadencia. Y cuando Grecia fue dominada por los turcos, las prohibiciones hicieron casi imposible llevar adelante la industria lo que la condujo al borde de la desaparición, hecho del que decidieron sacar ventaja otros países, principalmente Francia, pero eso es un cuento para otro viaje.

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Fuentes: Larousse de los Vinos.

Breve historia de los vinos griegos.
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