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 domingo, 04 de diciembre de 2005  
Panorama político
La primavera kirchnerista

Mauricio Maronna / La Capital

Néstor Kirchner tiene, ahora sí, todo el poder en sus manos. Por primera vez en décadas hay un presidente que concilia gestualidad y práctica. En un enésimo capítulo, el peronismo confirma que en lo alto de la pirámide no hay lugar para más de un líder.

La impronta K confunde a ciertos analistas que creen ver a la izquierda ejerciendo por primera vez el poder real desde la posdictadura y encandila a un grupo de piqueteros VIP que, al ser invitados a la asunción de los nuevos ministros, hicieron retumbar en el Salón Blanco de la Casa de Gobierno viejas consignas de las agrupaciones armadas de los 70. Ni una cosa ni la otra.

A la hora de las lucubraciones sobre la salida de Roberto Lavagna todos hicieron eje en el "profundo malestar" del presidente tras las denuncias de "cartelización" en la obra pública, que rozarían al ministro de Infraestructura, Julio De Vido.

También pusieron el foco en la ira santacruceña por la concurrencia del entonces jefe de Hacienda al coloquio de Idea en Mar del Plata, apenas un encuentro dominado por empresarios temerosos de hacer pública cualquier discrepancia con el humor dominante.

Los rasgos psicológicos determinan las conductas y las acciones de los hombres y mujeres que pisan la alfombra roja. El ego, el superyo vitaminizado y la necesidad de que nada ni nadie ponga su nombre en la marquesina con el mismo tamaño que el del gran jefe explican mejor que un menú de rondas off the record con funcionarios de segunda línea la salida de Lavagna, otro dirigente que no se caracteriza, precisamente, por tener una personalidad generosa y horizontal a la hora de mirarse al espejo.

Hace siete días se escribió en esta columna que lo único que separaba a Lavagna de su renuncia era el efecto de una buena excusa. La perspectiva pecó de minimalista. Al fin, actuó como esos futbolistas al límite de las cinco amarillas que se hacen amonestar groseramente para no estar en el próximo partido. Hubo más de una excusa.

Más allá de las historias guionadas que atiborraron las páginas de los diarios y semanarios políticos, Kirchner y su piloto de tormenta parecieron consensuar la retirada.

El santacruceño logró hacer realidad antes de hora su sueño de erigirse en presidente y ministro de Economía. Quienes frecuentan su despacho han narrado con sorpresa más de una vez la puntillosidad con la que sigue minuto a minuto los números, dando detalles sobre el superávit fiscal, las reservas del Central o la cotización de la soja. "Pesito a pesito hacemos el montoncito", es el leit motiv del hiperkinético mandatario.

Lavagna se fue del Palacio de Hacienda con un capital político inédito para quienes han pasado por esa función. Recoge altísimos índices de aprobación y queda instalado en el inconsciente colectivo como el ministro que sacó al país del default e hizo crecer la economía un 30% en los últimos 3 años.

Pocos recuerdan hoy que la gran carta de triunfo que tuvo Kirchner en sus manos durante la campaña electoral de 2003 fue la confirmación de que Lavagna seguiría en funciones en caso de llegar al gobierno.

Esta lectura abona la teoría de estar frente a un país anormal, demasiado atado a las enseñanzas de Maquiavelo, a los deseos y ambiciones del príncipe de turno y al cortoplacismo como única carta de navegación. Se sabe: los vientos suelen esconder tormentas que hasta los navegantes más arrojados son incapaces de vislumbrar.

Si bien la raída legitimidad de origen (22% de los votos) obligó a Kirchner a maximizar su frenesí dialéctico, imponer la estrategia de campaña permanente, terminar con el sol y la sombra duhaldista y, finalmente, despojarse de su único ministro estrella, ahora todas las radiaciones caerán sobre su figura.

El presidente no dudó en fotografiarse una y mil veces con Felisa Miceli tras su asunción pero dejó bien en claro ante los empresarios que el timón de la economía es suyo, suyo y suyo.

La extraordinaria capacidad para "inventar enemigos por unas horas" le permitió acorralar a los supermercadistas en el rincón de verdugos de la patria para luego atraerlos hacia el centro de la escena, abrirles las puertas de su despacho y lograr una disminución de precios en las góndolas del 15%.

Si la fórmula para exterminar espirales inflacionarias queda reducida en el accionar presidencial, los economistas tendrán que quemar sus manuales y explicar las bondades de vociferar a las góndolas, formar un ejército de piqueteros para evitar remarcaciones y convocar a los intendentes de los conurbanos para mantener a raya a los comerciantes.

¿Y con la política cómo andamos?

Dicen que por estos días Horacio Rosatti se frota las manos jactándose de la forma en que le dijo adiós al Ministerio de Justicia. "Antes de que me echen, me voy", razonó frente a un asesor que, justo cuando ingresaba al despacho presidencial, enviaba centenares de mails a las redacciones anticipando la carta que contenía la dimisión de su jefe.

Curiosamente, otro ministro admitió a La Capital mucho antes de su salida de la administración que "para trabajar con Kirchner hay que comerse una cuota de humillación diaria". Fue lo que, textualmente, repitió Gustavo Beliz a la hora de explicar la renuncia en el programa de Mariano Grondona, el Muro de los Lamentos antikirchnerista.

Sin Lavagna y sin Rafael Bielsa, la pingüinera de Balcarce 50 dio dos pasos hacia adelante y expuso, ahora sí sin dobleces, cuál es la flor y nata del actual gobierno. La influencia del secretario Legal y Técnico de la Presidencia, Carlos Zannini, es cada vez más ostensible. "Es el que le pone el chip al presidente", cuenta un diputado santafesino, que no sale de su asombro por la impronta del Ejecutivo.

La llegada de Felisa Miceli y Nilda Garré al gobierno, más la reaparición en el escenario principal de Carlos Chacho Alvarez, dejó sin hálito al PJ. "Parece que nosotros no contamos. Si hay intenciones de estar cerca del presidente tenés que ser del Frepaso", fue el lugar común que eligieron casi todos los dirigentes santafesinos consultados por este diario. Eso sí, inmediatamente pidieron que sus nombres sean amparados por la reserva de la fuente.

"En Santa Fe hay tres (dirigentes) a los que voy a mandar al Pami, pero porque los voy a jubilar de la política", le habría dicho el jefe del Estado a un rosarino que jurará esta semana como diputado nacional.

La designación de Agustín Rossi al frente de la bancada oficialista no es casual: a Kirchner lo desvela la falta de renovación dirigencial en el PJ local y pretende que el gesto de ungir al derrotado pero fiel presidente del Concejo Municipal como principal estandarte del bloque en la Cámara de Diputados también opere como despertador del gobierno provincial.

Un ejemplo de cuál será el rol del Chivo se vivió en los estudios de TN cuando el periodista Marcelo Bonelli le preguntó: "¿Escuchó al presidente lanzar la idea de utilizar a los intendentes para controlar la inflación?". La respuesta del rosarino: "No lo escuché pero tiene razón". ¿Ha nacido el Chacho Jaroslavsky de K?

"Antes me venías a ver seguido, ahora hace mucho que no aparecés por mi despacho", le dijo el presidente a Carlos Reutemann cuando se encontraron, el martes, en el Senado. "Bueno, vos hace mucho que no me llamás", le contestó el Lole, feliz por haber sido designado al frente de la estratégica comisión de Relaciones Exteriores. Saludo uno, saludo dos.

En el socialismo tomaron nota de que el primer mandatario se está dando todos los gustos. La escandalosa coptación de Borocotó y la ramplona actitud en el juramento de Carlos Menem (cuando se llevó su mano derecha a los genitales y con la izquierda tocó madera) no generaron demasiadas reprobaciones en la sociedad, que parece encandilada por el "glamour progre" (Elisa Carrió dixit).

"Si Reutemann no es candidato, probablemente el presidente quiera tener en 2007 una lista que incluya los apellidos Kirchner, Binner y Lifschitz. El tipo anda a 350 kilómetros por hora y no podemos descuidarnos", dijo una calificadísima fuente del PS.

Pocas horas después, con la firma del diputado electo, del intendente y de Rubén Giustiniani el partido criticó en un comunicado la "pretensión hegemónica" de la Casa Rosada.

Con la oposición nacional parcelada y atónita frente al nuevo escenario, el gobierno mira hacia el cielo y busca que el escarmiento a los supermercadistas aquiete los ánimos de los titulares de las empresas privatizadas que siguen amenazando con el éxodo.

En Balcarce 50 no quieren que nadie apague esta inolvidable primavera kirchnerista.
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