Año CXXXVIII Nº 48951
La Ciudad
Política
Información Gral
Opinión
El Mundo
La Región
Policiales
Cartas de lectores



suplementos
Ovación
Escenario
Economía
Señales
Turismo
Mujer


suplementos
ediciones anteriores
Turismo 27/11
Mujer 27/11
Economía 27/11
Señales 27/11
Educación 26/11
Estilo 19/11

contacto
servicios
Institucional

 domingo, 04 de diciembre de 2005  
Interiores: densidad

Jorge Besso

Desde hace cierto tiempo, tal vez imposible de precisar, la densidad, esta cualidad más bien negativa se viene usando para calificar a ciertos congéneres que escuchan que son catalogados de "densos". O ciertas variantes de la operación calificadora del tipo de fulano/a de tal es muy denso. El diccionario oficial sentencia: "Calidad de denso" para hablar luego de una relación entre la masa y el volumen de un cuerpo, además de referirse al numero de habitantes respecto de alguna unidad de superficie.

En el diccionario hacia arriba densidad se conecta con densar y hacia abajo con denso, y en ambos movimientos nos encontramos con conceptos como espesar y espeso. Lo que lleva a preguntarnos ¿qué será esta densidad aplicada a los humanos y a las relaciones humanas?, ¿qué querrá decir esta metaforización relativamente nueva, aplicable a algún individuo en particular, o a determinada forma de relacionarse de algunas personas?

Es cierto que hay seres pesados, y que vendrían a ser todos aquellos en donde, precisamente, su ser toma un volumen desmesurado. Con toda probabilidad la cantidad de ejemplares densos en el mundo debe ser más que difícil de censar, y en el caso de ser posible sería un dato más bien inútil, salvo que se encontraran productos anti densidad para venderles. Por lo demás dicho número sería muy inestable ya que cualquiera puede ponerse denso en cualquier momento, es decir uno mismo, y tal vez ocurra en este preciso instante.

Una constatación simple muestra que las relaciones familiares son más densas que las relaciones de amistad, ya que con los amigos en general la gente descansa y a su vez hace descansar a sus amigos. En cambio con los parientes hay siempre una densidad estable con una "sensación térmica", en ocasiones muy superior a la temperatura ambiente, lo que encuentra un terreno muy propicio para estas fechas, conocidas popularmente como "las fiestas", que tranquilamente o intranquilamente pueden terminar en cualquier cosa menos en festejos, y esto en parte se debe a la densidad de la relaciones familiares en el momento de los encuentros festivos.

Matrimonialmente, la familia se divide en tres desde una perspectiva clásica:

u La familia de la esposa.

u La familia del esposo.

u La familia que conforman los dos.

Una organización explícita o implícita ordena la Navidad con una familia y fin de año con la otra, en interiores o exteriores según hábitos y de acuerdo al dinerillo que se disponga, configurando encuentros que pueden ser esperados con alegría, pero también muchas veces con preocupación, pero en cualquier caso las fiestas pesan y espesan, es decir son densas. Demás está decir que entre estas tres familias se pueden dar todo tipo de entrecruzamientos de densidades, varias a partir de la obviedad de que la familia del otro por lo general es más pesada, lo cual tiene las imprescindibles excepciones tratándose de quien se trata.

La densidad familiar de las fiestas suele, o puede, dividirse en dos tramos que en alguna medida mitiga el espesor de estos encuentros:

u El tramo familiar hasta las doce de la noche.

u El tramo con los amigos después de la medianoche.

Son dos tramos nítidamente diferenciados ya que representan el paso de la obligación a la libertad, lo cual siempre es muy propicio para "desmadres" y "desmanes", o para las llamadas telefónicas a las que ahora habría que agregar los mensajes de texto, más que nada para los amantes habitualmente relegados en estas ocasiones familiares. La doce de la noche son una suerte de Ecuador, ya que representan el paso de un hemisferio a otro, paso en el que los humanos suelen sentir un alivio y un respiro al salir de la densidad familiar, aunque muchas veces no se trata de un alivio total, ya que las fiestas tienen cierta densidad en sí mismas.

No sólo por el paso del tiempo que en estas fechas se hace demasiado evidente, sino por el carácter de fiestas obligatorias con lo que se constituyen en unas fiestas obligadas, o en una obligación festiva, lo que no deja de ser un oxímoron (esa figura de la retórica que combina lo incombinable como un "frío que quema", o "los sonidos del silencio"), nada extraño tratándose de nuestra especie ya que el humano es en sí mismo una suerte de oxímoron donde conviven los más variados opuestos, en el mismo envase y en el mismo contenido, y sin privarse del sueño o del ideal de coherencia con el que cada cual circula por este mundo.

El volumen y la masa del ser que portamos es lo que disfrutan, pero también lo que padecen los otros, además del autopadecimiento con relación a la densidad del propio ser. En una simplificación excesiva se podría decir que hay dos grandes clases de humanos:

u Los que se levantan todos los días a hacer.

u Los que se levantan todos los días a ser.

La diferencia no es mínima, los primeros suelen ser más prácticos, alegres y nítidos. Los segundos por lo general son más vuelteros, nunca demasiados transparentes y siempre más o menos barrocos. De hecho podemos tener un despertar en un grupo o en el otro, lo que viene a ser una muestra más de la bipolaridad humana en tantos sentidos comprobada. Sin duda lo importante es no quedar encasillado especialmente en el segundo grupo porque en tal caso nos convertimos en densos crónicos.

Finalmente, aun sin estar en los libros, es posible que se pueda hablar de las patologías de la densidad como una forma bastante extendida de la neurosis contemporánea que hace que los ricos, los semi ricos, los semi pobres y los pobres (es decir los que habitan los segmentos sociales no excluidos) vivan muchas veces encerrados en su propia densidad, y por lo tanto se encuentren con un complejo déficit: objetivamente podrían disfrutar mucho más de lo que en realidad consiguen en ese terreno resbaladizo y huidizo como es el del placer. Como se sabe hay riquezas externas y riquezas internas. Las primeras pueden ser prescindibles, en cambio las segundas son imprescindibles.
enviar nota por e-mail
contacto
Búsqueda avanzada Archivo


  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados