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 domingo, 27 de noviembre de 2005  
[Espacios]
Una peña con la nobleza de la madera
La apertura de El Aserradero revitalizó los modos no tradicionales de encuentro con la música popular

Marcelo Menichetti / La Capital

Rosario ha experimentado en los últimos años cambios que transformaron su fisonomía. Pero los cambios excedieron la faceta edilicia y junto a la nueva obra pública también se produjo la apertura de espacios para las expresiones culturales. De entre los tantos sitios que hoy ofrecen opciones artísticas se destaca por su antigüedad y vigencia El Aserradero, el espacio creado por Mario Chiappino y Martín Neri.

Por su escenario -erigido en una vieja casona de Montevideo 1518- pasaron las más notables figuras del folclore argentino contemporáneo. El lugar funciona tres días por semana y consiguió que volviera a la ciudad el ambiente peñero. También se convirtió en un ámbito en donde se pueden escuchar exponentes de gran estatura artística que no llegan a los teatros por diversas razones.

La programación compite con la de organismos oficiales de cultura y muchas veces las supera en calidad y en cantidad. El secreto, según confiesan los padres de la criatura, está en la pasión y el sacrificio. "Muchas veces salimos derechos y en otras ocasiones directamente perdimos plata", confiesa el periodista de Cañada de Gómez Mario Chiappino. Sin embargo, admite que la idea siempre rondó en su cabeza. "Siempre tuve la idea de poner algo que tuviera que ver con la música popular argentina de raíz folclórica, que era lo que más me gustaba".

La casualidad quiso que Chiappino coincidiera con el músico Martín Neri en Cosquín, donde ambos fueron a trabajar. "En una charla sobre las experiencias peñeras de Ica Novo y después la del Dúo Coplanacu en Cosquín surgió el tema de que a Rosario le hacía falta un espacio de esas características y al poco tiempo ya la estábamos instalando", revela.


Los motivos
Neri, por su parte, también explica los motivos que lo empujaron a pasar de artista a empresario. "Creo que es parte de mi carrera. Yo me encontré con que en Rosario se me cerraba pronto el circuito de trabajo porque no había un lugar donde se permitiera conocer propuestas de artistas del resto del país. Algunos han relacionado a El Aserradero con las peñas de los 70, como "A los caños". Yo no viví esa época porque nací en 1976, pero más de una vez me hubiese gustado ver propuestas diferentes y no había dónde encontrarlas.

Así fue que el viernes 22 de agosto de 2002 Raly Barrionuevo inauguró la casa en la calle Montevideo 1518. El concepto fue traer músicos, en algunos casos muy populares, relacionados con un concepto estético, con una forma de hacer el folclore independientemente de la procedencia que tuvieran, con un compromiso con la música y en algunos casos con un compromiso social. Así llegaron tanto referentes históricos, que nunca antes habían llegado a Rosario, como los nuevos referentes.

En efecto, la convocatoria de artistas y público no es un hecho fortuito. Rosario necesitaba un espacio con las características de El Aserradero. Hoy se percibe que el espacio es sentido como propio por una franja de público que ansiaba contar con un lugar dedicado a la música popular.

Al buscar la definición de El Aserradero, Chiappino ensaya una explicación: "En general les escapamos a las propuestas estrictamente comerciales y a lo que es el folclore pop. Nos interesan fundamentalmente los referentes".

Uno de los fenómenos más notables detectados desde el nacimiento de El Aserradero es la vuelta de parte del sector universitario a la peña. "Hay una parte importante que viene del sector universitario y otra que corresponde a gente de todas las edades que acompaña permanentemente. La imagen que se tuvo en la última etapa de las peñas es que se trataba de lugares para ir a cantar a los gritos mezclando cuestiones chauvinistas, el vino y las expresiones más berretas del folclore. Creo que nosotros pusimos un mojón absolutamente distinto, que es el respeto por la calidad musical", sentencia Chiappino. "El proyecto de El Aserradero es una forma de ayudar a limpiar la imagen de la verdadera peña, es compartir e ir a buscar algo diferente", dice Neri.

La elección del nombre del lugar también tiene connotaciones. "Buscábamos un nombre que se relacionara con la madera, porque nuestros viejos tuvieron fábrica de muebles. Nuestros dos viejos murieron jóvenes y a nosotros nos quedó como esa imposición de hacernos cargo. Creemos que la madera tiene la fuerza de lo noble", resume Chiappino.

"El Aserradero se dio en el momento justo, pero tampoco es un superéxito. Nos cuesta mucho esfuerzo elegir la programación, difundirla, arriesgarnos con noches en las que tuvimos 20 personas", confiesa Chiappino, y Neri amplía: "Si no hubiese un gusto personal, no estaríamos haciéndolo". De todas maneras, encuentran que en la estética y la coherencia se encuentran otros réditos, los que empujan a seguir adelante.
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Dúo. Martín Neri y Mario Chiappino celebran el tercer cumpleaños de El Aserradero.

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