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 domingo, 20 de noviembre de 2005  
El viaje del lector: Marruecos, donde el tiempo se detiene

Aventurado por el deseo de conocer Marruecos me dirigí desde Barcelona acompañado solamente de un puñado de recomendaciones y sugerencias. Había dejado atrás Algeciras (España) y desde que puse el primer pie sentí en el aire cosmopolita de Tánger un lugar deliciosamente misterioso, el cual me aguardaba con mil y una experiencia inolvidable.

Saber que fenicios, romanos, árabes, tunecinos, portugueses y británicos pasaron por su historia es importante para ir descubriendo cada una de sus huellas.

En la Kasbah, centro de Tánger, encontré la parte más elevada y pintoresca de la medina y en su plaza dos puertas. Una de ellas es llamada la puerta de los centinelas que da al petit socco y grand socco, lugares que regalan entre otras cosas, una madraza (escuela coránica) del siglo XIV, hermosas callejuelas adornadas con café y diversas tiendas. La otra es la puerta de los vientos, abierta a una terraza con vista al mar.

A la mañana siguiente decidí partir hacia Chechaouen, pueblito que abraza al visitante con su tranquilidad. Esto se debe a la amistosa calidez de sus habitantes, a su pequeña medina, sus puertas azules y muros encalados que protegen del mal de ojo, las montañas del rif, el casco antiguo donde en los cafés fuman el Kif (hachis) y un sin fin más de pequeñas cosas. Fés (Fez) y Meknes eran mis próximas ciudades.

Fez es soberbiamente encantadora, cuenta con la medina medieval mas completa del mundo árabe, la cual a la puesta del sol es un magnifico espectáculo de luces y sombras, atesora monumentos de fama mundial y cientos de palacios, fue declarada por la Unesco Patrimonio de la Humanidad. Meknes es eclipsada en muchos aspectos por Fez, pero cuenta con la puerta más suntuosa del norte de Africa, llamada Bab Manssur, primitiva entrada de la ciudad imperial del siglo XVII. Rabat y Casa Blanca fueron algunos de los muchos paisajes del camino que me llevo a Quarzazate, ciudad del suroeste de Marruecos punto de partida ideal para explorar el sur, aproveche para descansar por la noche y a la mañana siguiente partí a Zagora, famosa puerta de las antiguas caravanas de camellos a través del Sahara.

Ahí donde verdaderamente el tiempo se detiene salí junto a un andromedario y un guía hacia el gran desierto del Sahara.

Días de caminatas por el desierto, dormir en tiendas (campamentos), comer sus comidas típicas preparadas a la luz de la luna, cantar sus canciones por las noches, es una experiencia real y maravillosamente incomparable. Marrakech me esperó señorial y bulliciosa preparada como ninguna otra para recibir turistas, con Jemaa el Fna (plaza de los muertos) como anfitriona, conviviendo con tiendas, cafés y los mejores zocos del país. Se nutre de encantadores de serpientes, curanderos, recitadores, adivinos, puestos frutales, de comidas y cantos con tambores que nos recuerdan estar en Africa.

Si tiene la suerte de visitar Marruecos no desaproveche la oportunidad de Beber te de menta, regatear en el zoco, saborear una típica comida marroquí, visitar una madraza, una casa tradicional o pasear por la medina sin guía.

Pali Pagliaretti, (ganadora de esta semana)
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Paseo por el Sahara en camello.

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