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 domingo, 20 de noviembre de 2005  
La aventura de la naturaleza
En los parques nacionales del sur del estado norteamericano de Utah se respira el aire de libertad que, a comienzos del siglo pasado, impulsó a los pioneros a la conquista del Lejano Oeste. Rafting, ciclismo y camping libre son algunas de las actividades para los amantes del turismo de aventura

Uno lo espera todo el tiempo. Cuando baja a paso lento por un cañadón escarpado, al asomarse al abismo desde el borde de un desfiladero, mientras contempla las enormes formaciones rocosas que se empecinan en que el paisaje se parezca a las afiebradas descripciones de las "Crónicas marcianas" de Ray Bradbury. Y uno lo espera aunque sabe que es inútil, que por mucho que agudice los oídos no lo escuchará. Que el "¡beep! !beep!" del Correcaminos existe solamente en ese reino de maravillas que es la infancia.

Igual, cuando se rueda por las carreteras del sur del estado de Utah, es inevitable sentirse dentro de aquel inolvidable dibujo animado de Warner Bros que encariñó a generaciones alrededor del mundo con el Coyote, un animal que, si se tiene la extraña suerte de cruzarlo en el camino, no es difícil darse cuenta de que no tiene nada de simpático. Y eso fue precisamente lo que sucedió camino al parque nacional Moab. El recuerdo de la mirada fría del depredador aún eriza la piel.

El viaje arrancó bien temprano a la mañana, en el parking del Little America Hotel, en Salt Lake City, una ciudad que se hizo famosa por ser la sede mundial de la Iglesia de los Santos de los Ultimos Días y que, después de los Juegos Olímpicos de Invierno de 2002, se convirtió en la Meca de los fanáticos del esquí y el snowboard. Un desayuno rápido y a la carretera. No había tiempo que perder. La idea era hacer un alto en el camino para visitar el John Wesley Powell Museum.

Ubicado a la vera del río Green, el museo resulta vital para conocer las dificultades que debieron atravesar los pioneros que, con el sueño de conquistar el Lejano Oeste, llegaron a la región a mediados del 1800. El mayor John Wesley Powell, un veterano que había perdido un brazo en la Guerra Civil, se embarcó junto a un puñado de aventureros rumbo al Gran Cañón del Colorado. Su vida corrió peligros, pero valió la pena, ya que reveló uno de los territorios vírgenes más bellos de América.

Hoy los viajeros que gustan de las emociones fuertes pueden seguir sus pasos y atravesar, en botes de goma, los rápidos del río Colorado. La experiencia es excitante, ya que permite entrar en contacto con las fuerzas de la naturaleza justo ahí donde ejercen su domino con mayor autoridad, aunque, hay que decirlo, existen formas menos riesgosas de navegar entre los cañones. Y eso fue lo que e parezca a las afiebradas descripciones de las "Crónicas marcianas" de Ray Bradbury. hicimos ni bien llegamos a la pequeña ciudad de Moab: tomamos el crucero "Canyonlands by Night".


Al estilo del Viejo Oeste
La noche comienza con una cena al estilo del Viejo Oeste: carne asada, porotos fritos y verduras hervidas, todo servido en vajilla de metal, igual que en las películas de vaqueros. Después, un paseo a la luz de la luna entre las profundas gargantas que bordean al río Colorado. Nada de sacudones, ni oleajes rebeldes. Música suave, un guía que sueña con ser un cómico stand-up y, al final, un espectáculo de luz y sonido. No es lo que uno espera de un lugar al que llaman "el estado de la aventura", pero vale la pena.

Tanto como levantarse con el alba y, con un café apurado en el hall del motel, salir a la ruta en busca de esos paisajes a los que nos acostumbró el cine de Hollywood pero resulta imposible imaginarlos en su verdadera dimensión. La primera parada es el Canyonlands National Park, el parque nacional más grande del estado de Utah, un paraíso para los amantes del ciclismo de montaña. Son cientos de kilómetros cuadrados de altos riscos, escarpados peñascos y enormes mesetas de paredes de piedra rojiza.

Ahí se encuentra The Needels, una amplia extensión jalonada por formaciones rocosas con forma de agujas que se elevan al cielo. También, The Meza, donde los cañones dibujan intrincados laberintos con paredes de piedra arenizca y ruinas y pinturas rupestres. Los grandes espacios abiertos donde reina el silencio y los paisajes están fuera de escala humana son sobrecogedores, sobre todo si se los contempla desde las alturas de Tom Hill, un punto panorámico que ofrece una de las postales más famosas de la región.

Antes de seguir adelante es necesario hacer un alto para reponer energías. Lo curioso es que cualquiera de los lugares que ofrecen comidas al costado de la carretera evocan los paisajes lisérgicos de la novela de Jack Keruac "En el camino". Para tomar una decisión lo mejor es escuchar a Patti Denny, la guía que acompaña al grupo gracias a los buenos oficios de la Oficina de Turismo de Utah. Su decisión es firme: para un tentempié no hay mejor lugar que la Ray's Tavern, en Green River. Cuando sirven la primera tanda de hamburguesas con queso su concejo se revela como una inesperada bendición. Nada se parece menos a la comida chatarra de un fast food.

"Es mi restaurante preferido en Moab, sirven comida casera y lo atienden sus propios dueños", confesó con una sonrisa en los labios Patti, que de tanto lidiar con argentinos se contagió de su verborragia incontenible. "Hace un tiempo el personal del bar compró el local, sí, los mismos muchachos que lo atendían hoy son sus dueños: ¿no es eso lo que llamamos por aquí 'el sueño americano'?" Su entusiasmo revela que la Rays Tavern, un típico bar con fonola, mesas de pool y motoqueros con vinchas y camperas de cuero que respiran los aires de libertad de Peter Fonda en "Busco mi destino". Una postal perfecta del medioeste de Norteamérica.

"Una vez estaba sentada comiendo y ví pasar un elefante por la calle que está enfrente del bar", cuenta Patti con un brillo sospechoso en la mirada. ¿Será que las lecciones de argentino básico que recibió durante las horas que pasó al volante de la van le enseñaron a mentir como un criollo hecho y derecho? No. Nada que ver. Patti no mintió, ni se equivocó y mucho menos se excedió con los estimulantes. Patti vio un elefante, se trataba del compañero de Bill Murray en "Larger than Life", una comedia que dio que hablar a fines de los 90. La calle principal de Green River había sido elegida como una de las locaciones del rodaje. Nada extraño en un lugar donde todo puede suceder como Moab.

Moab significa "aire libre" en la lengua de los primeros habitantes del lugar. La definición es perfecta. El gran espectáculo que se aprecia al recorrer sus parques revaloriza la idea de vivir en contacto directo con la naturaleza. Clayton Scrivner, nuestro chofer, es un apasionado del campamento. Por eso, ni bien tiene un par de días libres, no duda en cargar la mochila y salir en busca de un paraje solitario donde poder dormir bajo las estrellas. Lo hace desde niño y cada vez lo disfruta más.

Uno de sus lugares preferidos es el célebre Dead Horse Point. Es un mirador desde donde se puede contemplar el cañón del río Colorado en toda su magnificencia. Las paredes de piedra forman un corral natural que, cuenta la leyenda, eran usadas por los vaqueros para encerrar a los caballos salvajes. Pero la belleza reside en la variada gama de colores de las rocas que rodean la curva que describe el curso de agua. A lo lejos, entre las nubes bajas, se insinúa la meseta cortada a cincel de The Maze.

Pero la frutilla de la torta de Moab es el parque nacional Arches. Si bien la primera impresión que deja es la de un árido desierto rojizo, a medida de que se acortan las distancias comienzan a divisarse fantásticas estructuras de piedra con forma de arcos. La más célebre de estas formaciones rocosas es Delicate Arches, al que se accede después de una caminata de unos 5 kilómetros y que, ante su imponente presencia, se comprueba porqué se convirtió en el ícono que identifica al estado de Utah.

Para acceder a los mejores paisajes no es necesario ser un experto, basta con tener sentido del equilibrio, una dotación de agua mineral y un sombrero para protegerse del sol. Lo bueno es que a poco de internarse en alguno de los muchos senderos que hay en los parques uno queda a solas con la naturaleza, con la intensidad con que el viento, el agua y las altas temperaturas labran las paredes de los cañones de piedra. Y es ahí, ante la evidencia de la impiedad de los elementos, donde el hombre comprende su fragilidad.
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El paisaje de Canyonlands evoca las "Crónicas marcianas" de Ray Bradbury.

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