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 domingo, 20 de noviembre de 2005  
El escándalo del Ciagate se enreda con más intrigas
El testimonio del legendario periodista Bob Woodward complicó el caso que golpea de cerca a la Casa Blanca

Washington. - El Ciagate, que terminó con el procesamiento del ex jefe de gabinete del vicepresidente de Estados Unidos, amenaza con seguir golpeando al círculo más íntimo de la Casa Blanca. La aparición en escena de Bob Woodward, el legendario periodista del diario Washington Post, revelando que otro alto funcionario de la administración Bush fue el que filtró el nombre de una agente de la CIA, Valerie Plame, podría complicar un caso tan apasionante como enrevesado. Plame es la esposa de un ex embajador de EEUU que cuestionó duramente la invasión a Irak, y se presume que la Casa Blanca divulgó la identidad de la mujer a propósito, como una venganza.

Si la Casa Blanca creía que tenía los daños controlados, la revelación de Woodward alargará aún más la agonía política en la que está sumida por el Ciagate, entre otros casos. Eso sin mencionar el lugar en que queda parado el fiscal especial Patrick Fitzgerald. Parece que al jurista reconocido como un feroz investigador se le escaparon varios "detalles". Por sorpresa aparece una misteriosa fuente que él desconocía, y que podría prolongar la investigación e incluso afectar al procesamiento de la hasta ahora única persona encausada: el ex jefe de gabinete del vicepresidente Dick Cheney, Lewis "Scooter" Libby.

La revelación da nuevas pruebas a los abogados de Libby para apoyar su defensa. De la declaración de Woodward parece quedar claro que él fue el primer periodista que supo de la relación con la CIA de Valerie Plame, cuyo marido, el ex embajador Joe Wilson, criticó la manera en la que la administración Bush llevó al país a la guerra en Irak. Woodward, director adjunto del Post, testificó el pasado lunes que un alto funcionario del gobierno había hablado con él sobre Plame y su posición en la CIA en junio de 2003, casi un mes antes de que el nombre de la agente secreta apareciera publicado en la prensa.

Woodward aseguró en su periódico que testificó ante Fitzgerald sólo después de que su fuente fuera ante el fiscal para contar la conversación que ambos mantuvieron hace más de dos años. A un caso plagado de incógnitas se le añade una más: no está claro qué llevó a la fuente original de Woodward a acudir al fiscal Fitzgerald y contar lo que sabía, o incluso si esa fuente ha testificado con anterioridad en el caso, ya que quienes testifican ante el gran jurado tienen garantizado el anonimato, a no ser que ellos mismos decidan renunciar a él.


Un mar de dudas
Si existieran inconsistencias entre el relato de Woodward y lo que haya contado con anterioridad su fuente, el fiscal especial podría verse obligado a considerar nuevas implicaciones legales. El miércoles, Theodore Wells, uno de los dos abogados de Lewis Libby -procesado por perjurio, falso testimonio y obstrucción a la justicia-, manifestó que la revelación de Woodward era una "bomba", ya que contradecía la aseveración de Fitzgerald de que su cliente fue el primer funcionario del gobierno en hablar sobre la identidad de Plame con un periodista.

Analistas aseguran que, aunque la aparición en escena de Woodward no cambie el grueso del caso contra Libby, sí abre serias dudas sobre la tesis de la fiscalía, que reza que Libby mintió cuando aseguró ante el gran jurado que la identidad de la mujer de Wilson era de sobra conocida entre los reporteros.

Ahora Woodward está en un papel más que incómodo. El veterano periodista- uno de los que destaparon el caso Watergate en los años 70- nunca escribió sobre el caso Plame, incluso cuando se convirtió en la mayor historia periodística de Washington. Tan sólo informó lo que sabía al director de su periódico, Leonard Downie, el mes pasado, justo antes de que Fitzgerald procesara a Libby.

En una conversación telefónica con el New York Times, Woodward aseguró que su único fin fue proteger a su fuente. "Los términos del compromiso cambian cuando los periodistas están siendo citados a comparecer ante un juez, cuando acceden a testificar, cuando son forzados a testificar o son encarcelados", relató. "Esto me ha hecho ser incluso más reservado respecto a las fuentes. No podría hacer mi trabajo si no pudiera proteger a mis fuentes", recalcó.
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