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 domingo, 13 de noviembre de 2005  
Sexualidad en los adultos mayores
El gerontólogo Arrabal Amato dice que es hora de "sacarse los prejuicios"

Florencia O´Keeffe / La Capital

"Hace 20 años que soy viuda. Vienen todos a saludarme a mi cuarto; todos me dicen abuela o mamá, nadie me llama por mi nombre, Minnie. Nadie me toca, los que lo hacían ya no están". En esa mención dolorosa del paso del tiempo de Donna Swanson en "Canciones del pensamiento", la autora describe con simpleza parte de la compleja problemática de la vejez.

"Los ancianos son invisibles y por ende, asexuados", reflexiona al respecto Alcides Arrabal Amato, médico geriatra y gerontólogo, profesor de la carrera de posgrado en Geriatría de la Universidad Católica Argentina de Rosario. El profesional admite que la sociedad evita los temas que le resultan difíciles y antipáticos como el sexo de los ancianos o la muerte. "Por más que se ignoren, existen".

Para la mirada de buena parte de la sociedad, el sexo es sólo patrimonio de las personas en edad productiva, y cuando supera esos límites y sigue "vivo" lo adjudican a desórdenes mentales o a "chocheras" propias de la edad. En rigor, esa mirada tiene su larga historia. Los antiguos griegos afirmaban que las mujeres debían ser sanas, bellas y jóvenes y el hombre viril y apolíneo, por lo tanto, afirmaban, la sexualidad de los viejos era "aberrante", las pasiones de los ancianos "ridículas" y cualquier ayuntamiento carnal "imposible". Nada muy distinto a lo que piensan hoy la mayoría de los mortales.

Sin embargo, explica el profesional, el sexo nos acompaña desde que nacemos hasta que morimos. "Es parte de la vida, de lo que hacemos cotidianamente", y afirma que para quienes creen que el anciano, hombre o mujer es asexuado, "les digo que definitivamente no".

La gerontología le dedica especial atención a esta cuestión, dándole un capítulo especial a lo que sucede en la sexualidad femenina en la tercera edad ya que las mujeres son más longevas y representan el grueso de las comunidades envejecidas y por lo tanto, las más afectadas. Se estima que por cada cuatro mujeres hay un sólo varón en esa franja. "La mayoría de las señoras que superan los 70 ó 75 años están solas, son viudas o han permanecido solteras. De hecho, los geriátricos están poblados de ellas", relata Amato.

¿Qué sucede con ellas desde el punto de vista de la sexualidad? "Se niegan a hablar, pero todas vienen con su carga sexual; pueden haber sido sexualmente activas, inactivas, frígidas, haber tenido diferentes problemas con sus parejas..."

El profesional agrega que en el marco de la institución geriátrica recién manifiestan algo al respecto cuando pasa mucho tiempo y entran en confianza con su médico o con el personal, pero normalmente lo rechazan con argumentos del estilo "no, de eso no quiero saber nada; yo ya tuve mi vida, tuve mis hijos y cumplí con mi esposo; no estoy para eso; sin embargo, se masturban, lo que comprueba claramente que la apetencia sexual sigue vigente".

El especialista ofrece estadísticas que hablan de que más del 60% de las mujeres de la tercera edad se masturba y que lo hacen de diversas maneras, aun de formas muy sutiles y hasta en los últimos momentos de la vida. "Pueden hacerlo de manera práctica con el roce o tocándose, o a través de fijaciones orales y anales como describía Freud, con representaciones del sexo".

Arrabal Amato señala que esto es visible aun cuando la persona se va deteriorando gradualmente por el sindrome del envejecimiento (que puede durar muchos años). Cuando son muy ancianitas y se pierden les queda como una secuela neurológica, lo que llamamos hociqueo, que es como una forma de volver a la primera etapa biológica de la oralidad y eso también tiene que ver con al sexualidad", explica.

Para el médico "no hay que censurar ni prohibir ni negar estas prácticas y sensaciones porque el impedimento puede provocar cambios en las conductas, volver a las personas más agresivas o que estén molestas; lo vemos todo el tiempo en los geriátricos y también sucede en las personas que viven solas o acompañadas, claro que cuando la familia está presente o cerca todo se vuelve más oculto y limitado, pero eso no quiere decir que no suceda".

Los ancianos varones suelen manifestar sus deseos sexuales de formas más agresivas, violentas y verbales que las mujeres, relata el gerontólogo, y explica que "es una forma de reafirmar su machismo hasta el final", con lo que deja en claro que la antipática calificación de "viejo verde" tiene su fundamento científico y psicológico.

"Es muy habitual que el hombre se libere desde ese punto de vista, aun aquellos que han sido muy recatados o conservadores. En los geriátricos se da con frecuencia que les dicen muchas cosas obscenas a las enfermeras, y las dicen en voz alta; eso sí, nunca delante de los familiares".

Cuando el hombre "descarga" esa energía sexual contenida, "se siente mucho mejor, más aliviado; en definitiva es cuestión de controlarlo un poco de modo amable si sus expresiones molestan u ofenden a otros, pero los gerontólogos, en general, optamos por dejarlos que se expresen", relata el profesional.

Las parejas de ancianos también parecen condenadas desde la mirada social a una vida completamente inactiva desde el punto de vista sexual. "Tanto que en las instituciones geriátricas no hay camas matrimoniales y los hijos, si traen a sus padres, no les procuran una cama para que duerman juntos", ejemplifica Arrabal Amato.


Caricias en pareja
"Sabemos que más del 70% de las parejas que siguen en la tercera edad tienen contactos sexuales con diversos grados de frecuencia", dice. En este punto señala que hay que distinguir claramente genitalidad de sexualidad. "La primera refiere a la función física, el coito por ejemplo; la segunda es amplia y está constituida por el respeto, la pasión, la autoestima, la afectividad", indica.

Si bien son la porción más pequeña de la población de ancianos, las parejas, sobre todo aquellas de mucha edad, "mantienen sus vínculos sexuales a través de tomarse la mano, algunas caricias, dormir juntos dándose calor mutuamente. Eso es sexo", define el médico. En matrimonios o parejas no tan longevas pero ya mayores aparecen con frecuencia disfunciones sexuales diversas "y muchas veces por pudor, por desconocimiento, por sensaciones de culpa de una u otra parte, no son consultadas con un profesional trayendo problemas de diversa índole y complicando la vida y la relación".

Arrabal Amato comenta también que los ancianos suelen estar medicados, aun sin prescripción médica, con neurolépticos o psicofármacos, que les provocan "indefectiblemente interferencias en el deseo y la práctica sexual".

El gerontólogo pone el acento en que "es necesario que superemos los prejuicio. El primer paso es hablar, no negar. De esa forma mejoraríamos la calidad de vida de los adultos mayores, proponiendo, por ejemplo, desde las instituciones o las familias, normas mínimas para que quienes lo deseen mantengan su sexualidad".
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