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 domingo, 13 de noviembre de 2005  
Exposición solar: cómo proteger la piel

Aún muchas personas siguen fieles a la moda que implantó Coco Chanel que llegó a su mayor esplendor en los años 70 donde un buen bronceado era símbolo de status, salud y bienestar. Lo que es correcto porque los rayos solares tomados con moderación producen efectos biológicos saludables: la radiación infrarroja eleva moderadamente la temperatura cutánea, ejerce una acción antidepresiva positiva capaz de devolvernos el buen humor, y resulta beneficiosa para el tratamiento de algunas enfermedades como la psoriasis, el vitiligo o el acné, entre otras.

Sin embargo cuando el sol o las radiaciones de fuentes artificiales no son tomados con la debida precaución, pueden provocar en la piel daños irreversibles que van desde envejecimiento prematuro hasta cáncer de piel (melanoma y no melanomas). La radiación ultravioleta (UV) proveniente del sol o de cualquier fuente artificial es el agente más importante porque produce daño en la cadena de ADN, y las células son incapaces de reparar dicha lesión (esta incapacidad se incrementa con la edad).

La exposición intensa e intermitente (como la efectuada en períodos de vacaciones) y en la infancia es la más perjudicial porque se ha demostrado que produce un incremento en el riesgo de padecer melanoma 3 veces mayor que en la población no expuesta. Para prevenir antes de la llegada del verano es preciso adoptar una serie de medidas de protección como la utilización de gorras o sombreros, cremas de alta protección, tomar sol de una forma gradual y evitarlo en las horas de irradiación más intensa (entre las 12 y 16). Incluso bajo las sombrillas en la playa es dañino porque el efecto espejo de la arena puede inducir los rayos solares con mayor intensidad.

El prototipo con mayores posibilidades de contraer dichas patologías son las mujeres entre 40 y 45 años de piel y ojos claros que realizaron exposiciones solares intensas e intermitentes desde la infancia con quemaduras en la etapa infantil, aquellas que se exponen en camas solares o a lámparas de UVB en forma continua durante varios inviernos, las que tienen un número importante de lunares congénitos o atípicos, o con antecedentes familiares de melanoma.

Para saber cuándo la apariencia de un lunar podría transformarse en un melanoma existe una regla denominada A, B, C, D y E. Cuando es "asimétrico", tiene "bordes irregulares", toma una "coloración" muy oscura o irregular, su "diámetro" aumenta, y tiene un "espesor" mayor, se debe acudir al dermatólogo para realizar el diagnóstico.

La persona con riesgo de daño solar (pieles tipo 1, 2, 3, muy blanca, nunca bronceada o que se broncea poco) deben tener protección solar total:

u Evitar la exposición, aun breve entre las 10 y las 15 (también en niños menores de 10 años).

u Utilizar en el cuerpo una crema con factor de protección solar (FPS) 15 si hay exposición al exterior extensa.

u En exposición recreativa o por trabajo se debe usar un protector o pantalla con FPS 30 o mayor; si se está en el agua conviene elegir cremas resistentes que se aplicarán cada hora (si no hay tanta exposición al agua será cada 3).

u Recordar que la ropa no evita el paso de los rayos UV.


Tanto si un lunar ya existente o uno de reciente aparición crece, se ulcera, causa comezón, sangra o duele, como la persistencia de una "roncha" ulcerada y/o sangrante que se localiza en zonas expuestas al sol (cara, espalda, dorso de manos, piernas) no se debe retrasar la consulta médica.
Algunas personas se broncean antes que otras porque sus células responsables de la pigmentación son más activas y numerosas, no porque toman sol más tiempo, por eso no conviene usar "mezclas mágicas" para evitar daños futuros. Como la piel tiene memoria lo más adecuado es protegerla, además de cuidar y educar a los hijos para prevenir posibles lesiones.

Ramón A. Fernández Bussy

Dermatólogo
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