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 jueves, 03 de noviembre de 2005  
Dolor y silencio en el sepelio del sargento asesinado
Los restos de José Luis Diéguez, baleado en una maderera de Fisherton, fueron sepultados en La Piedad

Familiares, amigos, compañeros de trabajo, todos sumidos en profunda congoja, despidieron ayer al mediodía en el cementerio La Piedad los restos del sargento 1º José Luis Diéguez, asesinado de dos balazos cuando intentó evitar el asalto a una maderera de Fisherton la tarde del miércoles. Los uniformes azules dieron marco no sólo a la triste despedida sino que fueron mayoría a lo largo del cortejo fúnebre que partió desde la funeraria de Córdoba y Riccheri en una extensa fila de patrullas y camionetas de distintas reparticiones de la Unidad Regional II.

Una vez en la necrópolis, el coche de la funeraria con los restos de Diéguez se desplazó por una calle interna a paso de hombre y seguido por una procesión que encabezaban los familiares del policía abatido y una multitud de policías desordenadamente encolumnados detrás del titular de la Unidad Regional II, José Maldonado, y varios titulares de comisarías. El silencio era un denominador común para todos los presentes, incluso para quienes no podían contener el llanto.

El coche fúnebre fue recibido en la puerta del panteón por la banda musical de la policía, e inmediatamente el ataúd fue trasladado hasta el primer piso por efectivos, entre ellos el jefe del Comando Radioeléctrico, Alejandro Sauro. Fue el momento de la tristeza antes que de la bronca. Sin embargo, podía verse en los policías de calle un nivel de identificación diferente al de los oficiales, tan doloridos como preocupados.

Así lo expresó un compañero del fallecido, antes de que el ataúd fuera introducido para siempre en un nicho: "El tenía el sueño de ser policía, como todos nosotros", dijo el agente sobre Diéguez antes de expresar cabalmente el sentir de varios de los presentes: "Cada jornada, cuando nos despedimos de nuestras familias, salimos para defender al prójimo aunque eso nos pueda costar la vida". Esas palabras podían leerse de alguna manera en los rostros de varios uniformados, donde por un momento el miedo se acoplaba al dolor.

Al salir del panteón hubo un pequeño momento de indignación. "¿Qué puedo agregar? Está todo dicho. Hay cuatro pibes en banda", dijo un familiar del sargento señalando a la mujer y a los hijos del suboficial. En rigor, no parecía haber mucho más para decir: la humildad de la familia de Diéguez daba a entender que el dolor espiritual por la pérdida de un ser amado también tendrá su correlato material.

Según voceros de la misma policía, Diéguez estaba a las 14.30 de anteayer como cliente en la maderera Pinomar, de avenida Eva Perón al 9600. Entonces, por lo menos cuatro hombres armados ingresaron al predio con intenciones de robo. Dos de los maleantes fueron hasta el depósito ubicado en la parte posterior del local mientras sus cómplices reducían y encerraban en un baño a empleados y clientes.

Entonces Diéguez, vestido de civil, se identificó como policía y exhibió su arma reglamentaria. Pero no tuvo tiempo a nada. Dos balazos terminaron con su vida. Uno le ingresó por la región lumbar izquierda y salió por la ingle; el otro entró por el glúteo y salió por la pierna derecha afectándole la femoral y provocándole una imparable hemorragia. Poco después de que los ladrones huyeran sin llevarse nada, el sargento fue llevado a un sanatorio donde murió poco después.

Diéguez era padre de tres niñas de 7, 10 y 14 años. Estaba en la policía desde el año 1981 y antes de llegar al Comando Radioeléctrico había desempeñado tareas en la seccional 1ª y en la Policía de Menores, lugares todos en los cuales ayer se lo recordaba como un "gordo bonachón y amigable".

El enfrentamiento en el que cayó el sargento Diéguez no fue el primero que lo tuvo como protagonista. El 3 de enero de 2001, cuando era cabo, cumplía un servicio adicional en la maderera El Pino, de bulevar Seguí al 3300, cuando un par de delincuentes llegó al lugar a bordo de una moto y uno de ellos ingresó con fines de robo.

En esas circunstancias, Diéguez forcejeó con el ladrón y éste salió corriendo sin concretar el atraco, pero cubrió su retirada con tiros. Un proyectil alcanzó entonces al policía en la ingle y cayó herido en el playón de la maderera. Aquella vez la muerte le había dado un aviso, el miércoles se lo llevó.
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El Jefe de la Regional II y un centenar de agentes acompañan el cortejo.

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