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 domingo, 30 de octubre de 2005  
[lecturas]
Políticamente correcto

Rubén Chababo

En abril de este año la Editorial Losada dio a conocer una antología de obras teatrales del inglés Harold Pinter sin imaginar que sólo unos pocos meses después, y a diferencia de lo que creían sus editores, ese ejemplar sería arrebatado de las góndolas de las librerías al saberse que su autor había sido galardonado con el premio Nobel de literatura. Sin embargo hay que reconocer que quienes agotaron la existencia de esta obra no son ni por lejos aquellos devotos seguidores de Pinter que existen en nuestro país desde hace años y que recibieron sin asombro la noticia de este reconocimiento.

"El amante, Escuela Nocturna y Sketches de revista" es el título del libro en cuestión. Dos obras teatrales y cinco breves piezas que no exceden las dos páginas de extensión en las que Pinter despliega parte de su ingenio y de su particular visión del mundo y que pueden ser tenidas en cuenta como una excelente introducción al mundo de Pinter por aquellos lectores que recién hoy saben de su existencia.

"El amante" es una obra escrita en 1963 (fecha muy cercana a sus comienzos como dramaturgo iniciados con la obra "The room" en 1957) y en la que el autor pone en escena a una pareja que despliega, a través de diálogos cargados de opacidad, un universo de hipocresía y fatiga social. Armada a modo de espejo en el que ambos personajes representan a su vez a otros, "El amante" concentra su genialidad en la atmósfera con que Pinter rodea y en la que sitúa al matrimonio. El desgaste de la relación afectiva no queda de manifiesto tanto en aquello que la pareja hace sino en aquello que la pareja dice y manifiesta en cada uno de sus diálogos. Como si el desmoronamiento de la relación conyugal encontrara en el lenguaje su mejor campo de representación.

La segunda de las obras, "Escuela Nocturna", originalmente estrenada en una audición radial en 1960, también es especular en su factura. Pone en escena una situación hogareña atravesada por la mentira, la sospecha y la opacidad de las relaciones que unen a unos y otros personajes, todos ellos marginales, frágiles en sus certezas y lugares sociales que ocupan. Sin embargo, y más allá de las situaciones que estructuran a una y otra obra, la maestría de Pinter está en la utilización de la lengua, en el finísimo trabajo de vaciamiento de sentido de aquello que sus personajes dicen o piensan en cada una de sus obras, como si allí, en el sostenido trabajo de la lengua, en la banalidad de lo dicho, Pinter tallara el mensaje esencial de sus piezas teatrales.

"Cada una de sus obras, cada pieza en la que lo pinteriano se hace presente, es un señalamiento de hasta qué punto el mundo es una construcción del lenguaje, y no al revés. Las alucinadas negociaciones conversacionales en Pinter exponen el diálogo como un verdadero campo de batalla. Su obra es política no tanto por sus temas sino por la forma en la que el autor estudia el movimiento del poder, y la manera en la que éste surge del lenguaje", señala Rafael Spregelburd, traductor y prologuista de este volumen.

En este sentido Pinter sigue y profundiza en una nueva escala la tradición del teatro del absurdo creando una nueva forma de poner en escena el agotamiento y el sinsentido de las relaciones humanas y la vacuidad de los lazos sociales en el mundo contemporáneo. Los pequeños espacios, casi reductos en los que Pinter pone a actuar a sus actores, son una metáfora de ese mundo empobrecido en el que sus protagonistas han transformado, sin saberlo, sus propias vidas.

Políticamente comprometido con los debates de su tiempo, Pinter ocupó en los últimos años un lugar destacado en la escena intelectual europea no sólo por la producción de obras teatrales de reconocido éxito y celebradas por la crítica especializada sino además por su claro enfrentamiento a la política de Tony Blair y la participación de Gran Bretaña en la invasión de Irak. "Un genocidio -dirá Pinter- que llena de vergüenza a la conciencia contemporánea y frente al cual no podemos permanecer indiferentes".

A mediados de los años 70 fue una voz sobresaliente en la condena por la participación activa del Departamento de Estado norteamericano en el derrocamiento de Salvador Allende. Más tarde, exactamente en 1988, creó junto a su mujer Antonia Fraser el Grupo 20 de junio, que agrupó a intelectuales progresistas de Inglaterra opositores al gobierno conservador de Margaret Thatcher.

Pinter es autor de más de treinta piezas teatrales: entre otras, "La fiesta de cumpleaños", "La habitación", "Paisaje", "La última copa" y "Silencio". Ha escrito además de poesía, guiones televisivos y cinematográficos, siendo uno de los más recordados aquel que J. Losey llevó al cine en la célebre "El sirviente".

Nació hace 75 años, en el seno de una familia judía del East End, barrio obrero y de trabajadores inmigrantes, quienes nunca imaginaron que aquel niño, hijo de un humilde sastre casi iletrado a quien le gustaba jugar a representar papeles imaginarios en esas calles sin mucho esplendor, llegaría alguna vez a ser reconocido como uno de los maestros de la literatura inglesa contemporánea.
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