Año CXXXVIII Nº 48917
La Ciudad
Política
Información Gral
Opinión
El Mundo
La Región
Policiales
Cartas de lectores


suplementos
Ovación
Señales
Escenario
Turismo
Mujer
Economía


suplementos
ediciones anteriores
Turismo 23/10
Mujer 23/10
Economía 23/10
Señales 23/10
Educación 22/10
La otra mirada 22/10
Salud 19/10

contacto

servicios
Institucional

 domingo, 30 de octubre de 2005  
Panorama político
El PJ se renueva o muere

Mauricio Maronna / La Capital

La victoria del Frente Progresista en los comicios del domingo pasado estaba escrita desde hace meses.

A quienes semana a semana se toman el trabajo de seguir el derrotero político santafesino, la caracterización de "batacazo" que hicieron casi todos los medios nacionales les debe haber sonado tan desacertada como risueña. El justicialismo provincial comenzó a hacer un movimiento en fuga desde el mismo momento en que la derogación del anterior sistema electoral profundizó las abismales diferencias internas. En ese momento bisagra, las debilidades de la administración de Jorge Obeid quedaron aún más al descubierto, y su gestión resultó un intríngulis imposible de descifrar para propios y extraños.

Obeid fue el único de todos los mandatarios justicialistas que no pudo revalidar títulos el domingo pasado. Esa simple observación deja al descubierto la primera causal de la derrota, y se transforma en un lunar respecto al resto de la geografía peronista y a las costumbres argentinas a la hora de contar los sufragios: de Ushuaia a La Quiaca, quien tiene la caja tiene los votos.

Si no hay un abrupto cambio a la hora de gestionar y Carlos Reutemann no se calza el rótulo de candidato a gobernador tampoco será una sorpresa la retirada del peronismo del poder dentro de dos años, cuando se elija al nuevo mandatario provincial.

Pero más allá de esas condiciones imprescindibles, el justicialismo deberá cambiar formas, estilos, caras y nombres que le permitan pegar un salto de calidad a la hora de hacer política. Solamente un partido estragado por el divisionismo, el anquilosamiento y una gestión cuanto menos errática puede perder 237.325 votos en un par de años.

Binner piloteó la campaña sobre un eje irremontable y difícil de contrarrestar, ya no solamente desde lo empírico sino también desde la esgrima dialéctica. ¿Cómo una provincia cuyos números hacen sonreír a Roberto Lavagna naufraga en un océano de dificultades internas?

El conflicto docente fue una mochila de piedras para los candidatos del Frente para la Victoria. A diferencia de otros problemas que tienen un leve impacto mediático en los grandes centros urbanos (Rosario y ciudad de Santa Fe), los casi 20 días sin clases maximizaron las dificultades de la Casa Gris desde Gato Colorado hasta el taco de la bota.

Quien se tome el trabajo de leer detenidamente los resultados del escrutinio y compararlos con los del 2003 se llevará algunas sorpresas. En efecto, Binner se acercó al número perfecto del 50% de los votos en Rosario, una cifra irremontable en el resto de la provincia, máxime teniendo en cuenta el empate técnico en la ciudad capital. Pero, además, y como mero dato ilustrativo, ¿alguien podría haber imaginado un triunfo tan contundente de la oposición en el departamento Vera, histórico bastión justicialista? Allí, en el 2003, el PJ logró superar al PS por 10 puntos, mientras que hace una semana el Frente Progresista alcanzó la victoria por el 4%.

Pero los números pueden confundir al lector. Los problemas para el peronismo comenzaron en el mismo momento en que la lista de luxe que saldría a la cancha (con Horacio Rosatti, María Eugenia Bielsa y Omar Perotti como cabezas visibles) comenzó a naufragar y el territorio se desalambró por primera vez desde el 91.


La orfandad peronista
¿O no fue Juan Carlos Mazzón el que anunció a la salida de una reunión con Obeid la candidatura del entonces ministro de Justicia? ¿O no se multiplicaron a lo largo y ancho de la provincia los mitines del kirchnerreutemismo, una construcción gelatinosa que se desplomó como un castillo de naipes tras una ventisca?

No es verdad que las victorias tengan muchos padres y la derrota sea huérfana, al menos para el análisis político santafesino.

Agustín Rossi, quien se preparaba para disputar la renovación de su concejalía, debió ser convocado de urgencia para participar en las ligas mayores y nadie -pese a la marea socialista que lo derrotó- debe reprocharle no haber puesto todo en la cancha.

Néstor Kirchner le dio el bautismo nacional al Frente para la Victoria en Rosario y, en el mismo ámbito, clausuró la campaña de los candidatos santafesinos. Aun manteniendo a distancia de Binner su habitual pirotecnia verbal, el presidente intentó producir lo que sí hubiera sido un batacazo: el triunfo del oficialismo.

Reutemann hizo saber desde el aura de la campaña cuál sería su rol: acompañar al presidente en todas sus apariciones santafesinas y visitar algunos departamentos en los que era "bienvenido". Puso su cara en los afiches junto al postulante, pidió que lo votaran en numerosos spots y luego fue sacado de pista por el santacruceño cuando, en el acto del 17 de octubre en Newell's, lo desautorizó diciendo, palabras más, palabras menos, que aunque el voto sea para Binner, Rosario seguirá disponiendo de obras y fondos más allá del color político triunfante.

Se sabe: el senador después de una elección en la que es candidato pone los votos a plazo fijo y los vuelve a extraer cuando regresa al ruedo con su nombre estampado en las boletas.

Con el resultado del lunes, todos son finos analistas y cada dirigente tiene su interpretación. Pero en el justicialismo deberán sacarse rápidamente de encima la turbación que dejó la derrota y airear la casa.

El resultado de las elecciones a concejal deja convertido al PJ en un harapo: en otras circunstancias, apenas leída la tendencia electoral, la dirigencia hubiera hecho cola en la puerta de la departamental llevando renuncias indeclinables.

Las consecuencias del 23-O podrían engrosar el libro Guinness: ¿cómo se explica que un partido logre en comicios generales casi 50 mil votos menos que en las internas? El justicialismo local lo hizo.

Ahora todos miran hacia la Casa Rosada con un dejo de preocupación. ¿Mantendrá Kirchner su buena sintonía con Reutemann o les hará caso a las voces que le llegan, instándolo a entrar a sangre y fuego en Santa Fe y construir una alianza transversal con Binner?

"No creo que eso pueda pasar. Acá hay un juego de señas bastante extraño. Por un lado algunos están sugiriendo no aliarse con el socialismo pero poner un candidato ciento por ciento kirchnerista, aun a riesgo de que sea derrotado. Lo que desean es hacerle perder votos al Lole. Pero el Flaco (por el presidente) tiene todos los números y sabe que Reutemann conserva casi intacta su imagen en la provincia. Ahora no es cuestión de tomar distancia... Aunque con Kirchner nunca se sabe", apuntan desde Balcarce 50.

El senador tiene ahora por delante lo que tanto estuvo esperando: un mano a mano con Binner para dirimir viejas cuestiones que parecen no haber quedado saldadas pese a la contundente victoria del 2003, cuando sacó casi 800 mil votos.

Por lo pronto, la primera señal que le envió a su tropa legislativa no admite doble lectura: no hay que mover el árbol porque no se caerán los frutos envenenados sino que se quebrará el tronco. Traducido: poner en el freezer la (hasta el domingo pasado) decidida ruptura del bloque en la Legislatura, teniendo en cuenta la suprema debilidad del gobierno de Obeid.

El viernes a última hora, un senador provincial blanqueó el cuadro de situación: "Paramos la ruptura, pero esperamos que el gobernador reaccione y tenga en cuenta a los legisladores a la hora de las decisiones. Ya no se puede administrar sin manual".

En efecto, resulta inédito el cambio de gabinete que el titular de la Casa Gris produjo a horas de los comicios. El efecto Rossi (ministro Coordinador por 22 horas) fue casi la extremaunción de las chances electorales del justicialismo pero, cuando todos creían que era el último sapo a digerir, Obeid cubrió el cargo inmediatamente después de las elecciones sin consultar más que a su círculo íntimo.

El gobernador parece estar encerrado en un laberinto. Y lo peor es que nadie sabe dónde dejó la llave.
enviar nota por e-mail
contacto
Búsqueda avanzada Archivo

Ampliar FotoFotos
Ampliar Foto



  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados