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 domingo, 30 de octubre de 2005  
Marcas inconscientes: objetos sin brillo

Desde tiempos inmemoriales, los objetos han tenido para el hombre un valor sobredimensional. Las vestimentas, herramientas, utensilios y medios de transporte se fueron modificando no sólo con el objetivo de cumplir con las necesidades básicas, sino que cambiaron conforme a los estándares de belleza de cada época constituyéndose en prototipos.

Adquirimos objetos no sólo con fines utilitarios y en muchas ocasiones luego de ser comprados quedarán arrumbados en algún cajón de la casa pero, sin embargo, cómo anhelábamos tenerlos.

De eso se trata, de "tener", y aunque hayan pasado varios años el descubrimiento freudiano se encuentra más vigente que nunca. ¿Tener qué? Al comprar cualquier objeto nos interesa más el color y el tamaño que su funcionalidad. Esto habla de esta particularidad que tenemos los seres humanos de apreciar atributos, "brillos" en un objeto, más allá de su materialidad.

Desde el nacimiento el hombre incorpora elementos a los que desde múltiples lugares se le adhieren cualidades. Durante la infancia, la madre y los familiares darán al niño mucho más que sólo alimento. Este estará cargado de connotaciones especiales: la leche que brinda la madre, la receta que solamente hace una abuela, la pelota de fútbol que compra el papá. Los objetos quedan así impregnados de afectos, sensaciones, recuerdos. Es decir que siempre nos están remitiendo a otras situaciones o sensaciones que fueron dejando marcas a lo largo de nuestras vidas.

Esta sustitución de objetos se pondrá en juego, y dará lugar a mecanismos psíquicos que se desarrollarán durante la constitución del niño. Por esto es muy difícil desentrañar los verdaderos motivos por los que nos vemos compelidos a adquirir determinado objeto. En cada uno operarán diferentes marcas inconscientes que determinarán nuestras elecciones (no podemos desconocer la presión social que se ejerce en la adquisición de objetos). Desde todos los tiempos "tener es poder", "tener es ser", quedando muchas veces el sujeto aplastado por el objeto.

Puede ser el caso de los que hayan adquirido últimamente un celular. ¿No les funciona?, no es lo importante, lo fundamental es que lo "tienen" y es el mejor del mercado. Concomitantemente con este aspecto encontramos numerosos casos de obsesiones en torno a este peculiar aparato. Los adolescentes (y también muchos adultos) se empeñan en "toquetearlo" convirtiéndose en esclavos de sus señales. En numerosos países nórdicos ya se han descripto serias patologías de síndromes de abstinencias en personas que han sido privados de ese medio de comunicación.

Desde el psicoanálisis sabemos que ese plus, ese brillo que inviste al objeto se irá desvaneciendo obligándonos a cambiar día a día, minuto a minuto nuestras posesiones con la mascarada de una necesidad vital. Lo que nos falta podemos comprarlo satisfaciendo nuestra supuesta necesidad inmediata.

La otra opción, o sea, confrontarnos con que algo nos falta producirá angustia pero también dará la posibilidad de analizar realmente cuáles son nuestras carencias. Probablemente ese análisis nos dispare alternativas más creativas, profundas y duraderas.

Celeste Ghilioni

Psicóloga

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