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 domingo, 30 de octubre de 2005  
candi
Charlas en el Café del Bajo
-Lo más relevante en la vida del ser humano es el amor. Es, en realidad, la esencia de su existencia, su naturaleza espiritual. El hombre fue hecho para amar y, en consecuencia, para ser amado. La ausencia del amor supone un vacío que impide razones a los éxitos que pueda lograr la persona en otros planos. Por eso Dios luego de crear al hombre medita y dice: "No es bueno que el hombre esté solo". ¿Qué cosa significa ese "no es bueno"?

-Precisamente eso, Candi, es lo que iba a preguntarle.

-En primer lugar debo decir que si la mujer hubiese sido la primera criatura sobre la faz de la tierra, la divinidad hubiera expresado lo mismo; de manera que cuando Dios se refiere al hombre no puede sino referirse a todo el género humano. El "no es bueno que el hombre esté solo" del primer libro del Pentateuco puede interpretarse de diferentes maneras, pero hay una que para mí es nuclear y es ésta: "El ser humano creado tiene de la capacidad divina para amar, pero ese amor será imperfecto si no se consuma en un acto sublime que lo asemeje más al amor de Dios, que lo haga partícipe en la obra creadora, y ese acto es la unión amorosa para la pro-creación".

-Pero la procreación es propio de todas las criaturas.

-Sí, pero en los animales es un acto instintivo y se agota en sí mismo. En el ser humano es un acto que surge en determinado momento impulsado por un sentimiento. El ser que que se ha fecundado en el vientre materno es el resultado, en el fondo, del deseo que trasciende lo puramente sexual para ser el deseo espiritual de ver consumado en un tercero el amor de dos.

-Pues es dable pensar que consumada la creación del tercero, consumada la obra creadora, el amor podría terminarse.

-No, porque el amor de pareja es el núcleo de la existencia humana. A pesar de la fuerte cultura de carácter individualista que impera en estos tiempos, a pesar de la mezquindad y la fuerte puja por el logro del éxito mal entendido, a pesar de las frivolidades y del seguimiento del placer confundido con felicidad, a pesar de tantos males, esa clase de amor sigue siendo para el ser humano una cuestión decisiva, una cuestión fundamental sin cuya presencia la vida carece de sentido completo.

-Pero paradójicamente hoy en día se ve a mucha más gente en soledad que antes. Y cuando digo en soledad no me refiero sólo a aquellas personas que viven solas, sino a aquellas que aun estando en pareja se sienten solas.

-Es evidente que esa cultura individualista de la que hablábamos engaña al ser humano de nuestros días y lo inserta sin contemplaciones en un círculo vicioso. Se confunde a menudo placer con felicidad y en busca de ese placer se descuidan cosas que a simple vista parecen insignificantes, pero que son esenciales. En pos del éxito, además, (o con frecuencia sólo para sobrevivir) una persona dedica casi todo el tiempo de su vida a determinada cuestión y descuida lo que supone está allí como una estatua plantada para siempre: su pareja. Cree que nada en el mundo podrá moverla de su lugar y que, logrado el propósito, el triunfo en su carrera, volverá a prestarle la atención que se merece. Pues lo cierto es que son muy pocos los que retornan de la lucha por el éxito. Ello por la simple razón de que el triunfo como se entiende en una sociedad individualista jamás se alcanza o jamás llega a saciar al que lo obtiene. Apenas alcanzada la meta, enseguida aparece otra con más bondades y más tentadora.

-Y la persona que espera que le prodiguen el amor que requiere su naturaleza humana, cansada de ser estatua deja de serlo.

-Así es. Es allí cuando comienzan las historias de soledades en nuestro tiempo.

-"No es bueno que el hombre esté solo", dijo Dios y creó a la mujer, es decir complementó o mejor dicho "completó" a su criatura. Sin embargo, es el propio ser humano el que, obnubilado por las cosas del mundo, excesivamente materialista, renuncia a esa maravillosa realización.

-Según Jesús los que se aman ya no son dos, sino "una sola carne". Esta enseñanza es maravillosa y profunda, pero muchos seres humanos de nuestros días suponen que es mejor ser uno con el placer y el éxito y así, con frecuencia, pasan sus días buscando aquella carne, aquel espíritu que los complemente sin comprender que no aparecerá si no se deja de ser, primero, uno con lo efímero.

Candi II

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