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 domingo, 23 de octubre de 2005  
Miradas
Literatura y herejía
Federico Andahazi combina episodios históricos y bíblicos en una intriga ambientada en la Edad Media

Mercedes Ezquiaga

Enrolada en la nueva y exitosa corriente de reinterpretaciones de los textos bíblicos, la novela "La ciudad de los herejes" del escritor Federico Andahazi se adentra en la Edad Media para animar, entre otros personajes, a un duque que quiere construir una iglesia destinada a exhibir una falsificación del Santo Sudario.

La novela que acaba de publicar Planeta contiene en dosis justas los ingredientes históricos y bíblicos de este nuevo fenómeno que ha capturado masivamente la atención de los lectores a partir del éxito arrollador de los libros de Dan Brown.

"La idea de la novela surge en París, cuando en 1998 tuve acceso a una carta fechada en siglo XIV en la cual el arzobispo de Troyes -Henri de Poitiers- denunciaba que un noble francés llamado Geoffrey de Charny había hecho una falsificación de la supuesta sábana que cubrió el cuerpo de Cristo", cuenta Andahazi.

A partir de esa historia, el autor intenta reconstruir en la novela el origen y la suerte corrida por el Sudario de Turín, al que llegó luego de investigar en los lugares donde transcurre la trama (Francia, España e Italia) y un meticuloso trabajo de biblioteca realizado en Argentina.

En su afán por conseguir una copia del Santo Sudario, el duque Geoffry de Charny somete a un hombre inocente a los mismos pasos de la Pasión de Cristo, incluida la crucifixión, para luego imitar con el modelo en vivo las laceraciones impresas en la considerada sábana sagrada.

"Me atrevo a decir que pude reproducir con muchísima certeza el itinerario del sudario de Turín. Según una hipótesis -con bastante sustento real- el sudario refleja a una persona que sufrió un terrible martirio. Fue torturada, lacerada, crucificada y muerta en la cruz, pero no se trataba de Jesucristo", sostiene Andahazi.

"La Iglesia jamás admitió ni la autenticidad ni la falsedad del sudario -agrega-. Oficialmente habló de una representación de Cristo, pero nunca de una falsificación. Y el sudario es visto por muchos creyentes como el verdadero manto que cubrió el cuerpo de Cristo".

Según el escritor, con esta actitud, "la iglesia decidió violar el primer mandamiento bíblico -la prohibición de representar lo divino y lo terrenal- al descubrir que las imágenes eran el mejor método de propagación de la doctrina. Luego se convirtió en un gran negocio y hubo una antigua bula que obligaba a las iglesias a tener reliquias. Algo que llevó de manera inevitable a la falsificación".

Pero además de internarse en la historia de la sábana santa, Andahazi tomó "la fascinación que despierta el sudario en muchísima gente", para reflexionar sobre el origen "de nuestras creencias". En particular "cómo en nuestra vida cotidiana procedemos en base a creencias que muchas veces no tienen ningún sustento".

En la trama de la novela los planes del duque para construir una capilla chocan con los de su hija, Christine, una joven que se enamora de un sacerdote y a la cual su padre encierra en un convento. Ambos intercambian correspondencia pero deciden abandonar los claustros por la vida licenciosa que implicaban y fundar una nueva ciudad, en la que el amor sustituye a la ley.

"Villaviciosa es un pueblo de Asturias, que antiguamente se llamaba Velaya, donde en la Edad Media existió un castillo bajo cuyo amparo funcionó una comunidad religiosa de monjes y monjas. Fue la primera comunidad cristiana en el sentido más profundo del término", dice el escritor.

En esa ciudad recreada por Andahazi los religiosos creían que "la evolución de un pueblo no estaba signada por la perfección de sus leyes sino por la posibilidad de vivir sin ellas. Es que la violencia surge por las leyes. Lo dijo San Pablo: «la ley escrita en la piedra no tiene ningún valor, lo que importa es la ley escrita en el corazón»".

Para Andahazi, "la doctrina de Jesús se entiende a la luz del Apocalipsis. Cristo y sus seguidores creían en la inminencia del fin del mundo y en ese contexto no tenía sentido el sexo o la reproducción, ni aferrarse a los bienes materiales. Pero nada pasó y estas creencias quedaron despojadas de sentido".
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