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 domingo, 23 de octubre de 2005  
Reflexiones
¿A quién se elige hoy?

Carlos Duclós / La Capital

Algunos lo recordarán, otros no tendrán ni noticias de su existencia. Detrás de su rostro un tanto severo existía un ser sensible, indudablemente honesto. Era el profesor Sanguinetti, docente de educación democrática en el primer año comercial del Sagrado Corazón allá por la década del sesenta. Infundadamente temido por aquellos adolescentes que acaban de trasponer el umbral de la secundaria y que con miedo pisaban un terreno desconocido en la escuela y en la vida, Sanguinetti inició a todos en los derechos y garantías de la Constitución Nacional y con él muchos aprendieron, en los primeros días de un otoño lejano, qué cosa es democracia: “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. Aquel año terminó con un discurso emotivo para los que habían aprobado la materia y con palabras más profundas y más conmovedoras para aquellos que habían fracasado. Quien esto recuerda, estaba entre los enviados a diciembre y terminó llorando porque a pesar de la conmovedora proclama docente sobre seguir adelante y abocarse con empeño para trasponer con éxito el examen, la cuestión no era fácil. Y encima el profesor había hablado del futuro, de la vida y de aquellas cuestiones existenciales que el ser humano debía superar durante su paso por este espacio y este tiempo, cuestiones caras al reprobado alumno. De aquel grupo de chicos surgieron rosarinos que se destacaron con los años: médicos reconocidos, abogados talentosos, empresarios de éxito y honestos.

  Han pasado muchos años desde aquel discurso de fin de ciclo y han sucedido muchas más cosas en la vida de cada uno de aquellos alumnos y en el propio país. A través del tiempo supimos, lamentablemente, que aquello que enseñó el profesor Sanguinetti no fue sino un sueño, un ideal que no nunca se alcanzó en nuestro país y que sólo de a ratos alguien hizo el intento de aplicarlo pero sin éxito. Imponer el sagrado principio, la delicada definición de democracia sigue siendo un crédito sin percibir que tiene esta sociedad. Se vivieron en el país momentos dramáticos donde la dictadura se hizo del poder violando y conculcando todo vestigio de republicanismo y democracia; se pasaron instantes de angustia cuando la guerrilla esbozó y aplicó un plan violento para conseguir por medio de la sangre derramada aquello que había sido arrebatado por la fuerza; más angustia cuando a la acción guerrillera correspondió una reacción brutal y mucha más angustia cuando una forma de gobierno, confusa, mentirosa, injusta, indiferente y a veces despiadada, se hizo del poder con el disfraz de democracia.






¿Democracia?
El profesor Sanguinetti, con toda seguridad, se vería muy frustrado al observar hoy que la definición de democracia no fue ni es aplicable para el régimen de gobierno argentino. A más de 20 años de actos eleccionarios sucesivos, puede apreciarse que, salvo excepciones, aquí no hubo gobierno del pueblo, menos por el pueblo y muchos menos para el pueblo. La sensación que se tiene es que hubo y hay gobiernos de una casta, por una casta —que con diferencia de matices tiene intereses comunes— y para la casta. Una casta que tomó para sí lo que le corresponde a cada uno y a todos los seres humanos que residen en esta tierra. Hoy la oferta electoral en general, y salvo ciertos casos honrosos, oscila entre inoperantes, advenedizos, mentirosos y demagogos que, a pesar de las disimilitudes aparentes, tienen fines comunes: hacerse del poder y servirse del poder, pero no servir con el poder y desde el poder.

La demanda electoral, lamentablemente, aceptará buena parte de esta oferta porque la casta en cuestión la ha preparado astutamente para eso. ¿Cómo lo ha hecho? Debilitando sistemáticamente a través del tiempo la estructura educativa y cultural; sometiendo a buena parte de la población a mendigar planes sociales para mantenerla cautiva electoralmente; persuadiendo mediantes técnicas sutiles de marketing que lo dorado es oro y avasallando los derechos de la clase media mediante métodos perversos y dictatoriales encubiertos como, por ejemplo, el dictado de normas legales pero injustas.

Lamentablemente, la oferta política hoy no sólo que no abunda sino que es más de lo mismo. Y esto puede observarse en todos los niveles: nacional provincial y municipal. En un determinado momento, y no hace mucho de esto, la ciudadanía (harta) reclamó que se fueran todos los actores de esta escena política. Pero el virus político argentino se ha hecho tan fuerte y ha mutado tanto que es capaz de soportar cualquier droga social que procure eliminarlo. Así, vemos que hoy están todos los de siempre y que las listas por lo general están integradas por personas que rotan en el sistema, pero nada más.

Un rapidísimo repaso sobre la escena nos permite observar algunas actitudes simples, pero ejemplificadoras: en el orden nacional una disputa severa en la provincia de Buenos Aires entre el kirchnerismo y el duhaldismo con una candidata que es senadora por Santa Cruz, que no votará en su distrito y que ahora es candidata a senadora por Buenos Aires. Primera lectura clara de que lo que importa es el poder y nada más. En la provincia de Santa Fe una disputa entre el Frente para la Victoria y el Frente Cívico y Progresista, alianza esta última que armó sus listas —según lo denunciado por propios radicales— entre gallos y medianoche y recurriendo a métodos poco claros. Segunda lectura clara de que lo que se busca aquí es también el poder y que se ha puesto en práctica el peligroso principio de que “el fin justifica los medios”.

La sensación primera es que si uno elige entre los grandes protagonistas de este acto no hará más que convalidar la permanencia de actores que se parecen mucho y que sólo se diferencian por la forma de lograr el éxito. Unos, aprovechándose de los recursos que otros les han dado, han vendido muy bien un producto que en realidad no les pertenece, pero que hacen propio. Otros, bastante inocentes, inoperantes y que además no tienen ni idea de lo que es el marketing, se sirven de figuras partidarias para permanecer en el poder. ¿Pero qué será de ellos cuando las figuras se cansen de tanta ineficacia? ¿Y los demás? Cuando a lo demás se lo pasa por el tamiz queda muy poco para rescatar.

Quienes históricamente caminaron junto al justicialismo parece que no participaron en el Frente para la Victoria porque no se les concedía un lugar destacado en la lista. Esto vuelve a demostrar la mezquindad y la obnubilación por el poder. Así las cosas, a la hora de poner la lupa sobre las listas se observa que son pocos sobre los que se pueda decir que comprenden que es democracia y están dispuestos aq trabajor por ella. Pocos, y ojalá que los ciudadanos santafesinos comprendan que no por ser pocos son menos importantes.


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