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 domingo, 23 de octubre de 2005  
Tema del domingo
La elección de hoy debe ser el punto de partida del cambio

Hoy serán las primeras elecciones legislativas tras la debacle política y económica de 2000-2001 en la Argentina. El país llega a estos comicios erizado por la retórica de los protagonistas, pues los problemas de la vida cotidiana son menos traumáticos que los que se padecían en los peores momentos. Sin embargo, el grado de enfrentamiento verbal entre los dirigentes más importantes del país por ganar espacios de poder es inédito en tiempos democráticos.

   Si se piensa que las dos principales candidatas al Senado nacional por la provincia de Buenos Aires, el principal distrito electoral, Cristina Fernández de Kirchner y Hilda González de Duhalde, son del mismo partido y van separadas en medio de una batalla de una crueldad inaudita, es difícil pensar con claridad y optimismo el futuro de la Nación.

   Un país tan golpeado como la Argentina parecería necesitar más de acuerdos y de entendimiento que de esta pelea que aparece más como el producto de inquinas personales que de verdaderos aspectos centrales para la vida de los argentinos.

   De allí que sería deseable que este domingo fuera un punto de inflexión para que nazca otro modo de hacer política y no todo esté sujeto a la pirotecnia verbal de los principales referentes, enfrentados hasta niveles increíbles.

   El Congreso de la Nación tendrá una nueva composición y sería saludable que vuelva a cumplir con el papel protagónico en la vida de la República, desdibujado en los últimos tiempos. Ojalá el sistema político vaya perdiendo rispidez y vuelva a normalizarse en su funcionamiento, porque no es posible que la Argentina viva siempre en estado de excepción y en nombre de la emergencia se desnaturalice el buen desarrollo republicano.

   Si se recorren las provincias, cada una tiene una situación tan compleja que desde el resto se hace difícil entender lo que sucede en ellas. Desde radicales compitiendo con el PJ, pero apoyados por el gobierno nacional peronista, hasta ex menemistas devenidos en furiosos kirchneristas, el recorrido por los territorios provinciales arroja panoramas más que complejos y que requieren de algún reordenamiento.

   Cuando el general Perón volvió a principios de los 70 al país había cambiado aquello de que para un peronista no hay nada mejor que otro peronista, por la fórmula mejor de que para un argentino no hay nada mejor que otro argentino, sintetizada en el abrazo con Ricardo Balbín, que había sido su histórico adversario político.

   Por eso hoy resulta tan desconcertante que transcurridos tantos años, habiendo sufrido enormemente los habitantes del país con una dictadura militar sangrienta, en vez de buscarse la concordia se exacerben los ánimos del modo en que se lo hace.

   El presidente Néstor Kirchner, al cual le quedan dos años de mandato, es el presidente de todos los argentinos y no sólo de sus seguidores. Es necesario que convoque al diálogo a quienes están en la oposición y que termine de definir la situación interna del peronismo para que la vida partidaria no se proyecte en el resto del país, llevándolo a un clima de agresividad por momentos irrespirable.

   Ya en las últimas elecciones se dio la extrañeza de que los tres candidatos que sacaron más votos eran del mismo partido, el Justicialista. Al no haber podido dirimir la interna se presentaron por separado invocando legitimidades simultáneas.

   A este aquelarre político contribuye la incapacidad de la oposición para ordenarse y legitimar su representatividad.

   Al mismo tiempo surgen figuras que al no tener detrás de ellas un partido con tradición como el radicalismo, no logran consolidarse y se transforman simplemente en denunciantes sin voluntad de poder o en meros testimonios de impotencia.

   La Unión Cívica Radical contribuye con su ya irritante incapacidad para renovarse y generar una dirigencia que pueda empezar a hacer algo más que negociar despojos para conservar jirones de poder.

   Hoy se vota en un país que ha licuado su sistema político y que sólo tiene un remedo del que funcionó en el pasado. De cada situación hay que sacar una experiencia. De lo que suceda este domingo es esperable que la dirigencia sepa leer la dirección en la que debe marchar el país para salir del atolladero.

   Pues como ya se ha dicho, no se trata de tener sólo buenos indicadores económicos, que así como vienen se van, sino de construir un país que sea vivible para la mayoría de los argentinos.
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