Un especialista analiza el caso de la maestra golpeada

"Detrás de ese acto hay muchas violencias en juego", asegura el psicólogo Félix Temporetti

Laura Vilche / La Capital

"Esto no puede quedar como el caso de una madre que enloqueció, fue y le pegó a la maestra". La advertencia corre por cuenta del doctor en Psicología e investigador de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), Félix Temporetti, quien a la hora de analizar el caso de Virginia Vargas, la mamá que golpeó a la docente de su hija, aseguró que "detrás de ese acto hay muchas violencias en juego". Y advirtió que "si no podemos resolver el problema de una nena de siete años, cerremos las escuelas y los psicólogos vayámonos a nuestra casa".

Virginia tiene 28 años, tres hijos, y todos los días recorre una hora en colectivo para llevarlos al Normal Nº2. El episodio se desató cuando la mujer leyó el informe que la docente había realizado sobre el trabajo de la niña, que cursa el 1er año de la EGB. "No presta atención ni participa de las actividades y se muestra desafiante a mi autoridad. En múltiples circunstancias come goma de borrar, plasticola y lápices, y ante mi llamado de atención se ríe", había escrito la maestra. Entonces Virginia irrumpió en el salón donde la docente daba clases y la golpeó.

Para Temporetti, el episodio debe ser leído como un problema que excede al aula y del cual "hay que tomar debida nota" porque las escuelas "no quedarán incólumes de estas sucesiones de violencia".

-¿Influye el desdibujamiento de la institución a ojos de la sociedad?

-Si. Hoy día ni siquiera sabemos cómo nombrar a la escuela: no sabemos si es EGB, CGT, si es secundaria o polimodal, si hay grados o años. Hay un desdibujamiento hasta de la identidad de la escuela y en la clase media esto se ve claramente. Si no se toma una medida, esto repercutirá en los niños y obviamente en la escuela.

-Cuando este caso se hizo público muchos opinaron que los padres no valoran la educación de sus hijos, pero la madre dice que eligió una escuela del centro porque allí recibirán una mejor educación...

-Este dato deja a la luz el problema de la institución escolar. La madre valora la escuela, pero como no le da respuesta, se siente impotente y agrede a la maestra. La escuela sigue creyendo en los enfoques individuales, cree en el niño responsable, que se sienta en la escuela y aprende. Eso no existe, las perspectivas son grupales y sociales. Los psicólogos actuamos igual, creemos que el problema se soluciona mandando a la nena al gabinete psicopedagógico.

-¿Y cuál es la salida grupal?

-La que piensa en equipos que ayudan a esa maestra, porque los docentes no pueden educar solos. Acá la maestra debiera haber podido decir "yo no puedo con esta niña", y echar mano a una solución conjunta. Creo que la salida más fácil de este asunto es decir "la madre está loca" y llevar la nena al psicólogo, donde le harán un estudio que concluirá que "el mal está en la cabeza de la niña y en la madre que la acompaña". La salida de este caso, como en el de otros tantos, no es individual. ¿Qué vamos a hacer, poner a un psicólogo por alumno?

-También se dice que el gran problema es que los padres no ponen límites.

-Es un problema, pero no el único. Algunos padres y maestros no ponen límites. Si la escuela se reivindica como institución y define su campo específico, esto es responsabilidad de docentes y también del Estado. Y si la escuela deja en claro estos aspectos, el que no puede funcionar dentro de la escuela debe irse. La escuela no puede ser contenedora de todos los males de la sociedad. Hay que recuperar la autoridad y dejar en claro las reglas del juego. Hay que construir una escuela que continúe con una tradición en función a los modelos a educar: científica, razonable y que respete al alumno. Encima, hoy encontramos muchos déficit en la formación docente. En este caso hay otra agresión que empezó mucho antes de esta madre. Es complejo, pero es claro que hay varias violencias en juego y si no podemos resolver el problema de una nena de siete años, cerremos las escuelas y los psicólogos vayámonos a nuestra casa.