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 domingo, 16 de octubre de 2005  
El viaje del lector: camino a Cataratas

"Dicen que viajando se fortalece el corazón..." Y si el destino es una de las maravillas más sorprendentes y bellas que nos ofrece la naturaleza, tanto mejor.

Con Silvia, mi pareja, y mi hijo menor Martín, emprendimos el periplo en un Peugeot 106 partiendo desde Rosario. Pasando por el puente a Victoria, atravesamos luego Entre Ríos y bordeamos el río Uruguay por Corrientes hasta llegar a Misiones.

El plan era hacer base en Posadas y desde allí organizar un tour por la tierra colorada. El primer día, luego de 15 horas de viaje, recorrimos la antigua capital provincial, fundada en1615. Causa sorpresa la combinación de construcciones coloniales con otras que delatan un pujante progreso. La costanera sobre el río Paraná ofrece un largo y moderno balcón para deleite de los caminantes y aerobistas.

La ciudad muestra a los turistas un atractivo centro comercial que ofrece interesantes propuestas en cada vidriera, coquetos bares con mesas en las veredas repletas de parroquianos y barrios tranquilos que sólo sacuden su modorra casi tropical luego de las 17.

Tras un merecido descanso en la casa de mi hermana Susana, sumamos a mi sobrina Florencia, posadeña ella, a nuestro primer recorrido turístico: las ruinas de la reducción jesuítica de San Ignacio y la casa del célebre escritor Horacio Quiroga que data de principios del siglo XX.

Maravillados por las antiguas construcciones del 1600, construidas por indígenas y jesuitas, recorrimos luego los mismos lugares que inspiraron a Horacio Quiroga para escribir "Cuentos de la selva" y "Anaconda", entre otros. Entrada ya la tarde retornamos a Posadas por una perfecta ruta nacional 12.

No obstante este buen comienzo de vacaciones, lo mejor comenzaría al día siguiente, ya que decidimos recorrer la provincia por su parte central, para culminar en cataratas como fin de la travesía. Así comenzó la aventura de lo que creíamos sería un paseo sin sobresaltos.


Ruinas jesuíticas
Hoja de ruta: Posadas, por la ruta 12 hasta Santa Ana, donde también hay ruinas jesuíticas, para tomar luego por la 103 hasta Oberá, por un camino caracterizado por pequeños puestos de indígenas ofreciendo artesanías, plantaciones de yerba, té, tabaco y parcelas de selva aún no desmontadas. Llegamos al centro geográfico de la provincia transitando por la ruta 14 y nos internamos en las espectaculares vistas de las sierras de Misiones hasta llegar a Bernardo de Irigoyen, previo paso por San Pedro.

La idea era tomar la ruta nacional 101 (sin asfaltar) para bordear el límite norte con Brasil y disfrutar de la selva virgen que aun se conserva en esa zona. Antes de tomar la ruta preguntamos a los lugareños por el estado del camino y la respuesta fue unánime: "está transitable", lo cual era cierto; se podía andar pero a una velocidad no superior a los 30 kms, entre zanjas, desniveles varios, piedras y una inexistente señalización. Nos esperaban más de 100 kms por la sofocante tarde misionera.

Luego de un largo tramo sin ver vehículo alguno transitando en medio de tanto verdor selvático y suelo rojizo, sucedió lo inesperado. Reventón de neumático. Era sencillo, cambio por el auxiliar y listo. Pero no fue sólo eso, ya que más adelante otra goma corrió la misma suerte. Las caras de preocupación aparecieron en el selvático paraje. ¿Y ahora qué hacemos? Fue la pregunta obligada.

Una rápida deliberación decidió que saliera a buscar auxilio. Caminé en medio del parque provincial Urugua-i con la espesa vegetación como compañera, en un escenario espectacular. Mas la suerte por fin apareció ya que a unos cientos de metros encontré una residencia habitada por lugareños dedicados a la siembra, recolección y secado de tabaco, que con una inmejorable predisposición y hospitalidad me llevaron hasta la gomería próxima.

Así es como volvieron los rostros de alivio y con agradecimientos múltiples partimos no sin antes ser advertidos que aún restaban 40 kms. de camino en muy mal estado, hasta llegar al pueblo más cercano.

Agotados, decidimos tomar el asfalto para salir de la pesadilla. Llegamos a la localidad de Deseado y desde allí el pavimento tan añorado nos llevó mansamente hasta Wanda, conocida por sus famosas piedras, donde pernoctamos, para al día siguiente seguir rumbo a las cataratas.

Los contratiempos y sobresaltos matizaron una excursión inolvidable. Nuestro corazón se fortaleció y ya estamos buscando un nuevo camino aunque es seguro que no nos hará olvidar el anterior. Ah, la experiencia en cataratas es parte de otra historia.

Rubén Audano (Ganador de esta semana)
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Las ruinas de San Ignacio.

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