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 sábado, 17 de septiembre de 2005  
La transformación educativa en los 90
Coraggio: "La universidad necesita utopías para cambiar la realidad"
El economista argentino analiza la reforma en la enseñanza y pide una visión de largo plazo para modificar el sistema

Matías Loja

"La principal contribución del Banco Mundial debe ser su asesoría, diseñada para ayudar a los gobiernos a desarrollar políticas educativas adecuadas para las circunstancias de sus propios países". De esta manera, el propio organismo multilateral de crédito describía en un documento del año 1995 la acción realizada por éste en los sistemas educativos de los países denominados en vías de desarrollo. Es que si hubo un actor fundamental en la determinación del rumbo de la enseñanza durante los •90, fue sin duda el Banco Mundial. Y el papel que jugó esta institución crediticia fue uno de los puntos que mayores controversias y rechazos generó en el mundo educativo.

Aunque, tal como advierte el economista José Luis Coraggio, también se debe tener en cuenta, en la cadena de responsabilidades, el rol que jugaron los técnicos locales "que fueron los que en definitiva impulsaron esas reformas".

Ex rector de la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS) y actual director académico de la maestría en economía social de dicha casa de altos estudios, Coraggio es un destacado investigador de temas referidos al estudio de la economía popular urbana, desarrollo local y economía del trabajo, y políticas sociales, en particular las educativas. Sobre estas últimas es autor de "Desarrollo humano, economía popular y educación", "Deuda externa y pedagogía popular", y en coautoría con la especialista ecuatoriana Rosa María Torres del libro "La educación según el Banco Mundial. Un análisis de sus propuestas y métodos".

-¿Cómo evalúa, para bien o para mal, los trabajos de asesoría que el Banco Mundial realizó durante los •90 en materia educativa?

-Han sido para mal, no me cabe la menor duda. La reforma educativa que se aplicó en la Argentina fue un desastre. Pese a que en su momento fuera resistida por los docentes, finalmente se impuso. Y hoy, por ejemplo, en la provincia de Buenos Aires la misma doctora (Graciela) Giannettasio, que fue la que ayudó a impulsar esa política, dice que hay que revisarla y que hay que sacar el polimodal. Hoy hace falta pensar en todo el sistema educativo, y el Banco Mundial trabaja precisamente fragmentando la realidad. Un ejemplo es cuando sostenía que había que concentrarse en la escuela primaria; y desde desde ese punto de vista, lo que pasó fue un desastre. Pero es un desastre en donde las responsabilidades también son de los técnicos, que incluye a nuestro actual ministro de Educación (Daniel Filmus), que fueron los que en definitiva impulsaron esas reformas. Es decir, hubo técnicos argentinos que se equivocaron también, o que adoptaron la solución fácil de tomar las recetas del Banco Mundial. Y era obvio que había que hacer otra cosa.

-¿Cómo han sido esas corresponsabilidades internas?

-Los grupos de "tareas" que se crearon en el Ministerio de Educación para impulsar la reforma, porque la burocracia del ministerio se resistía y porque los docentes se resistían, son grupos que fueron privilegiados con altísimos salarios para hacer una transformación que fue impuesta burocrática y tecnocráticamente desde arriba. Y no digamos de los legisladores, que también contribuyeron a lo que pasó. No se hicieron cargo de que la Argentina es un país que si combina sus recursos naturales con una población altamente educada, capacitada, con científicos, técnicos, profesionales, trabajadores calificados, no tendría ningún problema para ubicarse en el mundo. El problema es que se han desvalorizado las capacidades de los trabajadores con un sistema educativo que es más de contención para que la gente no esté en la calle que otra cosa.

-Tergiversando y reduciendo en parte la función de la escuela...

-Es que además la gente ve que una cosa es el discurso y otra cosa es la práctica. Si uno analiza las condiciones en las que enseñan los profesores, puede preguntarse de dónde sacan los chicos los valores a la hora de aprender. Esto es preocupante, porque también la escuela está colonizada por el sentido común neoliberal y la desesperanza. Siempre va a haber maestros ejemplares, maravillosos. Eso siempre ocurre, pero lo real es que el sistema como tal es un desastre. Por otra parte, hay que recordar que la transferencia de escuelas a las provincias determinó que haya provincias que trabajen bien y otras mal, y que no invierten nada. Se deja a la ciudadanía presa de lo que decida un gobernador yeso es una pérdida de la responsabilidad del Estado nacional, porque la educación siempre fue un elemento de integración de la ciudadanía, de unidad e identidad nacional, y por eso no se la puede dejar de esta manera.


El rol de las universidades
-¿Nota la ausencia de una visión a largo plazo en materia educativa?

-Sí, el sistema institucional, que incluye desde el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN), hasta los sindicatos de profesores y las asociaciones estudiantiles, está todo corporativizado, centrado en políticas de corto plazo. No hay una visión de una Argentina, o de una región, a la cual queremos acceder en diez o veinte años, porque las inversiones en educación son de largo plazo. O sea, desde que se empieza a hacer una transformación en el terreno educativo hasta que se obtienen los resultados son, por lo menos, veinte años. Y como es así, lo único que se hace es, a lo sumo, inaugurar escuelas, aunque ya ni eso. Para la política educativa eso no sirve, porque esto es puro cortoplacismo. Hace falta recuperar una política democrática, con contenido, y no esta payasada de la competencia por el poder sin proyecto de país.

-Así como en materia económica nacional, para imponer el modelo de los •90, se recurrió a un discurso que presentaba ciertas falacias como verdades inalterables, ¿también este fenómeno se trasladó a la política acerca del financiamiento educativo?

-Sí, en los •90 se impuso que la educación, como su principal costo era el salarial, tenía que ser lo más eficiente posible porque no había plata. Y en realidad, que no había dinero era mentira, porque se la estaban llevando otros. Entonces, había que gastar poco en la formación inicial de los docentes. Había que introducir la posibilidad de prácticos que enseñaran sin necesidad de haber pasado por toda una formación inicial fuerte. Había que confiar en que el texto iba a ser el que armaba el currículo. Se dijo que no hacía falta infraestructura, porque era muy costosa, y que por último se podía estudiar debajo de los árboles si hacía falta. O sea, hubo todo un economicismo feroz, pero además con la intención de privatizar el sistema educativo. Porque en la Organización Mundial del Comercio (OMC) hay una pugna contínua para que los servicios educativos sean bienes desregulados y que pueda comerciarse a nivel internacional. Entonces vienen todas las empresas que producen servicios educativos y hacen de eso un negocio. Y como vienen incluso universidades del Norte con pedigree, con títulos más vistosos, la idea es destruir el sistema universitario y la capacidad de un pensamiento autónomo. Por supuesto que la universidad tiene mucho que cambiar, porque así como está su autonomía también está vaciada de contenido. Soy defensor de la autonomía universitaria. Sin embargo, sé que se trata de una autonomía que a veces no se sabe para qué la usan: ¿Para posicionarse respecto a la problemática nacional? ¿Para poner sus ingenieros a trabajar por otra economía? ¿Produce otros abogados, otros economistas, o está produciendo los mismos profesionales neoliberales? Entonces, ¿para eso usa la autonomía? En su momento, se luchaba por una autonomía con respecto del poder religioso, del poder doctrinario, del poder político-partidario, pero no autonomía para hacer cualquier cosa. Hay quienes describen este fenómeno hablando de universidad "endógena", que se come a sí misma.

-¿Considera que, como advierten algunos especialistas universitarios, la ausencia de un norte claro, o una utopía movilizadora en la enseñanza superior puede ser costo muy alto para el país?

-Y claro. Si no hay una perspectiva de otro país, de otra universidad, de otra educación, de otra relación con la sociedad, ¿de dónde salen las fuerzas de la transformación? Claro que la universidad necesita utopías para cambiar la realidad. Es más, la universidad tiene que desarrollar un pensamiento filosófico, de valores, y una interpretación de lo que está pasando, porque tiene todas las condiciones para hacerlo. En cambio si se la pasan administrando los recursos para ver quién se queda con un peso más, se queda ahí, estancada.
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En las reformas se adoptaron las medidas fáciles del Banco Mundial, dice Coraggio.

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