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 domingo, 11 de septiembre de 2005  
[Revisiones]
Imágenes de una masacre
Mariana Arruti relata en "Trelew" el fusilamiento de 16 presos políticos en 1972, un episodio con proyecciones que llegan al presente

U. G. Mauro / La Capital

"La historia me conmovió mucho. Me parecía políticamente muy fuerte y de mucha significación para los años posteriores, ya que es el inicio del terrorismo de Estado", dice Mariana Arruti. Esa historia, la del fusilamiento de dieciséis presos políticos en la base naval Almirante Zar, de Chubut, se convirtió en "Trelew", un largometraje documental recientemente estrenado en Rosario.

El fusilamiento, perpetrado por personal de la Armada Argentina, ocurrió el 22 de agosto de 1972 en la base naval de Trelew, como represalia por lo sucedido una semana antes, cuando un numeroso grupo de militantes de diversas organizaciones armadas logró fugarse del entonces considerado penal de máxima seguridad de Rawson, alcanzando una parte de ellos a asaltar, en el aeropuerto local, un avión de línea con el que escaparon a Chile.

La directora, que es además antropóloga, desde sus 36 años de edad manifiesta que "por lógica, a nivel generacional carecía, como muchos, de información exhaustiva sobre lo que fueron los años anteriores a la dictadura del 76, algo que para la comprensión de un proceso histórico es importante".

Arruti registra como único antecedente de tratamiento fílmico documental de la masacre de Trelew a "Ni olvido, ni perdón", de Raymundo Gleyzer, cineasta desaparecido por la dictadura militar, aunque también en su trabajo apeló brevemente a imágenes de ficción rodadas por Fernando Pino Solanas para su filme "Los hijos de Fierro".

"Lo de Gleyzer fue hecho ahí, en caliente, como un filme de propaganda y resistencia, en la clandestinidad. Se basa en la conferencia de prensa de los fugados de Rawson que se rinden en el aeropuerto tomada por las cámaras de Canal 3 de Trelew", recuerda Arruti.


EL ÚLTIMO BESO
Para la realizadora es un grave error subestimar a la dictadura que derrocó a Arturo Illia en 1966. "Circula una idea vaga en torno a que la dictadura de Onganía, Levingston y Lanusse fue blanda, pero eso sólo puede considerarse así cuando se la compara con la de 1976. En el 72 hubo fusilamientos, torturas, algún desaparecido e incluso, por testimonios que recogí, supe que cuando los presos eran capturados, pasaban 10 ó 15 días sin que se supiera dónde estaban".

"Un único elemento a favor de considerarla una dictablanda -señala-, quizás lo constituya el hecho de que los presos de Rawson, antes de la fuga habían logrado tejer una red de comunicación y solidaridad con la población por la que cada uno de ellos contaba con apoderados entre la gente de Rawson, que cuando los iba a visitar al penal convertían al sitio en sede de verdaderas asambleas, algo impensable años después".

El primer texto que consultó la directora para este documental de 98 minutos fue "La Patria Fusilada" de Francisco Urondo. "Después nos pusimos a leer todo lo que caía en nuestras manos, pero lo que más me impresionó fue un relato muy humano del padre de María Angélica Sabelli, una de las chicas asesinadas, en el que cuenta que la última vez que vio a su hija fue durante una visita horas antes de la fuga, el 15 de agosto. Ella le pide a su padre que a la tarde no volviera a visitarla y el relato me impactó mucho porque el padre termina diciendo que no recuerda dónde besó a su hija, si en la mejilla o en la frente, la última vez que la vio con vida".

Para Mariana Arruti, nada en principio fue fácil en su empecinamiento por obtener algunos testimonios en los lugares de los hechos. "En el 2000, al empezar, llegamos a la zona pensando que las puertas se iban a abrir todas y rápidamente, pero se convivía con un silencio terrible sobre el tema en la parte civil y hasta por parte de gente que sabía mucho, que había investigado. Había mucho miedo, hermetismo y dolor. Hubo gente que por saber algo o por haber sido apoderada de algún preso también fue perseguida y se debió exiliar interna o externamente".

Según la realizadora, "la objetividad no existe. Cualquier filme es subjetivo por el hecho de elegir y recortar. Uno convierte al entrevistado en personaje; no están tan claras las líneas que separan el documental del cine de ficción. El documental tiene un impacto real sobre historias reales como puede ser la de la madre de alguno de los fusilados. Y tiene la posibilidad de ser compartido con los que están afuera de uno, mientras que la ficción es más solitaria. El documental siempre impone la presencia del otro".


UN DESAFÍO
La directora caracteriza al filme como testimonial, "pero apuesta a generar un clima distinto al de un documental clásico. No revisa el pasado sino que lo cuenta desde el hoy. No se pregunta sobre aciertos y errores o discute los años 70, sino que es una película que narra como si se tratara de una crónica policial, como un thriller".

Arruti destaca que durante el estreno en Rawson la respuesta de todos los que participaron en la filmación coincidió en que "volvieron a sentir lo que sintieron en el momento de los hechos. Mucha gente de esa edad me preguntó cómo hice esta película sin vivir eso".

El problema, en estos y otros temas nacionales, "no es que los argentinos no tengamos memoria. Lo que sucede es que hay un trabajo sistemático para que no podamos mirar hacia atrás. Los jóvenes van a ir a ver esta película; ya ocurrió en Córdoba, en Chubut y en Buenos Aires".

"Trelew", según su directora, "tiene un lenguaje narrativo que los hace sentir más cerca de esta historia de lo que podría haberlos hecho sentir si la hubiera hecho la gente que la vivió. Por otra parte creo que sirve porque genera preguntas".

Con respecto al cine documental "debemos asumir un compromiso con la estética y la narración. Somos contadores de historias como cualquier cineasta y tenemos que ser serios desde el lugar narrativo. Tenemos que ofrecer una película para el tipo que se sienta en la butaca a ver eso y no un discurso político. Ese es el desafío del género documental".

El equipo de producción de "Trelew" no se quiso quedar con las versiones de uno solo de los bandos, pero "los militares no quisieron ofrecer testimonio: se convocó oficialmente a la Marina pidiendo una declaración oficial, la apertura de los archivos secretos y el contacto con todos aquellos que se hayan desempeñado como personal de la base Almirante Zar y nada nos fue concedido".
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Los presos de Trelew, poco antes de ser masacrados.

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"El relato más bello es el más simple"


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