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 miércoles, 17 de agosto de 2005  
Editorial:
Taxis: un reclamo insólito

Muchos rosarinos, simplemente, no lo podían creer. Es que justo cuando la ausencia de taxis en las calles es uno de los problemas más graves que sufre la población, la Cámara de Titulares de Licencias (Catiltar) propuso por intermedio de su titular una potencial solución que tuvo la virtud de dejar a casi todos con la boca abierta: aumentar la tarifa. Pero lo que provocó auténtico estupor fue la argumentación utilizada como fundamento.

La demanda que los dueños de taxis pretenden hacer llegar al intendente Lifschitz en persona es elevar de 1,50 a dos pesos el importe de la bajada de bandera y de siete centavos a diez el valor de la ficha que se cobra por cuadra: un porcentaje considerable y que repercutiría con dureza en el bolsillo de los usuarios. Pero claro, sin dudas sería una "solución" perfecta para los empresarios. Tal como lo expresó con claridad el titular de Catiltar, Julio Tornambé, "hoy toma taxi mucha gente que se cansó de esperar un ómnibus".

Por cierto que el transporte urbano de pasajeros rosarino tiene serias falencias y debe ser mejorado, pero trasládese el argumento utilizado por los titulares de licencias a otra esfera, claro que imaginaria. Piénsese, entonces, en un supuesto auge del consumo de leche, carne, pan o cualquier otro producto básico de la canasta familiar que provocara inconvenientes a sus productores. Ciertamente que aumentar el precio "solucionaría" las dificultades: sencillamente, habría gente que debería tomar menos o directamente no tomar leche, ni comer pan o carne. Una "solución" perfecta, similar a la propuesta por los empresarios: si menos rosarinos toman taxis, los que puedan pagar más disfrutarán de un mejor servicio. ¿Y los otros? Que se embromen.

Tan asombrosa propuesta merece el repudio de toda la sociedad. Los taxis son un servicio público y bienvenido sea que la gente pueda acceder a él. La "elitización" sugerida por los titulares de licencias resolvería los problemas... de ellos. Si llegara a implementarse, muchos rosarinos deberían ejercitarse en la caminata, práctica por cierto muy saludable. Y no es que desde esta columna se descalifique de manera automática el incremento tarifario: aunque siempre indeseables, podría existir razones que lo avalarían, como una suba del gasoil o los insumos básicos de un automóvil, por ejemplo.

Pero no es este el caso: y entonces, lo que debería aumentarse no es el precio del taxi sino la cantidad de licencias. Con más vehículos en la calle todo cambiaría para bien, sobre todo si el municipio exige una cobertura adecuada para la alta demanda que se registra durante ciertos días en determinadas franjas horarias.

Basta de abusos: ya es hora de que el usuario deje de ser la víctima.
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