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 miércoles, 10 de agosto de 2005  
En Rosario hay un centenar de chicos que duermen en la calle

Laura Vilche-Eugenia Langone / La Capital

En Rosario hay unos cien chicos que regularmente duermen en la calle. Así lo aseguró la titular de la Dirección Provincial del Menor, la Mujer y la Familia, Graciela Martinet, quien detalló que “se trata de pibes que pasan la mayor parte del tiempo en la vía pública, muchas veces pidiendo o trabajando, no vuelven frecuentemente a sus casas y en muchos casos no están escolarizados”. Las declaraciones llegaron a las pocas horas de que la funcionaria se ocupara personalmente del caso de cuatro chicos de la comunidad toba de 10, 12 y 13 años, quienes ayer amanecieron en las inmediaciones del Centro de Salud Mental Agudo Avila (Suipacha al 600). El episodio generó la reacción de los vecinos que alertaron a la policía. Tras ser asistidos, tres de ellos regresaron a sus hogares, pero el cuarto de los menores prefirió quedarse en una de las colonias de la dirección provincial.

Ante estas cifras y los casos que enfrentan diariamente, Martinet advirtió que “la situación es muy compleja” y aclaró que “si bien existe un centenar de chicos que se encuentra en situación de calle, es decir duerme regularmente a la intemperie y no vuelve a sus casas; hay otros casos que no refieren a chicos abandonados por sus familias, sino a mamás que a veces tienen problemas en la crianza e incluso manifiestan su preocupación cuando los pibes no vuelven a dormir”.

También la titular de la Asociación Chicos, Marcela Lapenna, ratificó que un centenar de pibes “se queda en la calle y vive en esa situación”. Sin embargo, explicó que “el resto de la población es muy difícil de conmensurar porque se trata de chicos que vienen al centro por varios días y luego retornan a sus casas”.

Ambas especialistas recalcaron que no siempre que hay un chico en la calle hay un padre abandónico detrás. Es más, Lapenna señaló que “a veces, sólo van al centro para pasar por los jueguitos o estar en los ciber. En otros casos, llegan porque dicen que en el centro es más fácil conseguir el poxi que en el barrio no les venden”.

La funcionaria provincial aseguró que “se interviene inmediatamente cuando hay situaciones de este tipo”, pero aclaró que “también se trabaja en prevención a través de los centros de acción familiar que hay en los barrios, y ofreciéndoles a los chicos actividades para que no estén en la calle”.



Dormidos sobre el césped



Los mellizos Alberto y Carlos, de 10 años, pasaron la noche junto a Daniel, de 12, y Fernando, de 13 años. Durmieron sobre el césped de la Facultad de Ciencias Bioquímicas y amanecieron en las inmediaciones de Suipacha al 600, lo que provocó la preocupación de los vecinos que alertaron de la situación en la comisaría 7ª.

Un móvil policial los recogió del lugar donde habían pasado la noche, para llevarlos a la comisaría. Allí, desayunaron y contaron lo que les había pasado.

Según relató Fernando, los “agarró la noche” y no podían volver a sus casas “por el sueño”. E incluso uno de ellos deslizó que si volvían con sus familias sin monedas podían tener problemas.

El comisario Daniel Cabrera señaló que “estos chicos andan deambulando seguido por la zona”, donde se dedican a abrir puertas de taxis, limpiar los vidrios de los autos en los semáforos, pedir monedas, ofrecer tarjetitas y almanaques siempre en grupo y caminando.

El jefe de la seccional destacó que se llevó a los chicos a la comisaría para ponerlos a resguardo. “Los tuvimos calentitos, les dimos facturas con café con leche y después los llevamos en auto a sus casillas. Porque si llamamos a los padres, les iba a costar mucho venir hasta acá a buscarlos”.

A esa altura de la mañana ya había intervenido en el caso la directora provincial del Menor, la Mujer y la Familia, quien llegó a la comisaría para acompañar a los chicos de vuelta al barrio.

“Los tres más pequeños volvieron con sus numerosos grupos familiares, donde a los padres se les hace difícil controlar la situación”, explicó Martinet, quien adelantó que “estos tres casos van a ser seguidos de cerca por asistentes sociales de la repartición para evitar por todos los medios que los chicos vuelvan a la calle”.

Otra fue la situación de Fernando, de 13 años. El menor dijo que no quería regresar a su casa, mientras que su mamá, según relató la funcionaria, también “pidió ayuda porque no podía controlar a su hijo que se le escapaba”. Así, entre el nene, su mamá y los profesionales de la dirección decidieron que el chico fuera derivado a la Colonia Hogar Enrique Astengo, en Alvear.

“Allí lo podrán ver y él podrá pasar los fines de semana en su casa, de acuerdo al cronograma de visitas que se acuerde”, indicó Martinet. Es más, su mamá y su maestra Cecilia ya tienen previsto visitarlo mañana.

Esto no será una novedad en su historia, ya que las maestras de la Escuela Nº 1.344 a la que asiste desde el jardín aseguraron que “ya vivió un año en un hogar”. Es más, lo describen como “un nene prolijo, limpio e inteligente que se adapta a las reglas escolares, nada violento” (ver aparte).
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Cecilia Borghi y Beatriz Cossetti, docentes del barrio toba.

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