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 sábado, 06 de agosto de 2005  
Encuentro educativo auspiciado por La Capital
"Más que nunca se exige un docente que interprete la cultura de su época"
La directora de Flacso, Guillermina Tiramonti, disertará en Rosario en el Congreso Aula Hoy

Marcela Isaías / La Capital

Guillermina Tiramonti es magíster en educación y sociedad, directora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) en la Argentina, además de autora de numerosos libros y publicaciones educativas. No está de acuerdo en hacer una definición generalizada de lo que es "una buena escuela", porque justamente -dice- "el desafío es sostener la riqueza de la diversidad a la vez que construimos mayores niveles de igualdad". Y para eso, la educadora reconoce en los docentes un papel intelectual clave, y la exigencia de que sea capaz de interpretar la cultura propia de su época.

Guillermina Tiramonti disertará en Rosario en el VIII Congreso Nacional y V Internacional Aula Hoy, organizado por Homo Sapiens, y que tendrá lugar desde el jueves próximo y hasta el sábado 13. En el encuentro, Tiramonti dictará la conferencia "La escuela en la encrucijada del cambio epocal".

-El diagnóstico de pedagogos, maestros, sindicalistas y funcionarios coincide en señalar a la transferencia de las escuelas a las provincias (1992) y la reforma educativa como el origen de la fragmentación de la educación en la Argentina. ¿Si hay coincidencia en el diagnóstico, porque es tan difícil encontrar una salida común?

-No coincido con el diagnóstico que considera que la descentralización del sistema educativo y la reforma de los noventa son las principales causales de la fragmentación del campo educativo de nuestro país. Creo que las brechas más fuertes en la educación reconocen continuidades con la fragmentación que se da en la sociedad. En los últimos veinte años la estructura social argentina se modificó drásticamente. De una sociedad con una amplia clase media y una generalizada expectativa de ascenso, pasamos a una estructura polarizada con grupos marginales, con una dinámica de descenso social y una pérdida de las posibilidades de ascenso social. Al desorden y desconcierto que generaron estos cambios se le suma una lucha encarnizada por ingresar al mercado y la tendencia a la construcción de espacios cada vez más cerrados de hábitat y pertenencia. Este proceso es el que impacta fuertemente en la conformación de un sistema educativo fragmentado. En una misma ciudad, en un mismo territorio encontramos realidades educativas muy diferentes, al punto que es difícil realizar comparaciones entre ellos. Por supuesto, la descentralización agravó esta situación y la desigual aplicación de la reforma educativa aumentó las brechas entre jurisdicciones. De aquí que la superación no pase sólo por lo normativo, aunque deberíamos generar normas que establezcan continuidades académicas y de financiamiento entre las diferentes provincias, sino que es necesario construir una continuidad cultural entre los diferentes fragmentos.

-Por un lado de la escuela se dice que "no sirve porque no prepara para el trabajo", "porque no responde a los intereses de los jóvenes"; pero, paralelamente se le demanda "que forme alumnos críticos" y "ocupe el lugar que hoy no ocupan otros adultos, como los padres". ¿Cómo convive una institución con estas paradojas?

-Precisamente lo que ocurre hoy es que todo el entramado institucional que caracterizó a la sociedad industrial está modificándose, cambiando de lugar, de funciones y, en definitiva, construyendo nuevas identidades y relaciones con el medio. Estos cambios se registran en instituciones como el Estado Nacional, la familia o la escuela. Esta situación de cambio coloca a las instituciones en la confluencia de mandatos muchas veces contradictorios o que son difíciles de procesar. La escuela ha perdido legitimidad como operadora cultural porque no ha sabido o no ha podido tener un diálogo fluido con la nueva conformación cultural que es muy diferente a la de sus inicios; al mismo tiempo es casi la única institución existente donde puede transcurrir la vida de niños y jóvenes. El entramado de instituciones que antes acompañaban la socialización que hacía la escuela casi ha desaparecido o cambiado. Esto pasa con las instituciones barriales o la propia familia. Sin embargo, no creo que sea imposible compatibilizar las nuevas exigencias. Por qué no podría hacer confluir el acercamiento a la cultura de los jóvenes y la conformación de un pensamiento crítico a través de actividades escolares que descodifiquen los consumos televisivos de los alumnos y les permita leer críticamente sus mensajes y leer a través de ellos la realidad ficcional que se les propone. ¿Por qué construir un espacio institucional que contenga la sociabilidad y la afectividad de los jóvenes tiene que estar reñida con las tareas de transmisión y los procesos de enseñanza aprendizaje?

-¿Cumple la escuela con lo que promete a sus alumnos?

-La escuela no promete lo mismo a todos los jóvenes. La fragmentación de la que hablábamos antes hace que coexistan promesas diferentes para distintos grupos de jóvenes. Es difícil identificar qué son promesas y qué expectativas de los jóvenes y sus grupos familiares. Por ejemplo, para los sectores más bajos de la población (y en ellos incluimos a grupos marginales) la gran promesa de la escuela media es la inclusión en el mercado de trabajo y en el intercambio social; sin embargo, hay casi un 30 % de egresados de escuela media que no tienen acceso al empleo formal. Resulta de esto que la escuela no cumple su promesa o ¿es que el mercado de empleo no alcanza a absorber la mano de obra educada?

-Por estos días, la revista "El Monitor" del Ministerio de Educación nacional invitaba a los docentes a escribir sobre qué era una buena escuela. ¿Cuál es la mejor?

-No creo que pueda hacerse una definición abarcativa del conjunto de las escuelas. Justamente el desafío es sostener la riqueza de la diversidad a la vez que construimos mayores niveles de igualdad. Sin embargo, creo que podemos pensar que hay tareas sociales que deben ser asumidas por el conjunto de las instituciones. Una de ellas es la de ser un espacio de socialización vertebrado en base a los valores de reconocimiento mutuo, de solidaridad, de intercambios que permitan una resolución no conflictiva de las tensiones y de aceptación de las normas que regulan la convivencia. Al mismo tiempo, todas las escuelas deberían constituirse en interlocutoras inteligentes de la cultura contemporánea, de modo de iniciar a sus alumnos en este intercambio.

-¿Y que papel le toca al docente en este contexto?

-En este sentido hoy más que nunca se exige al docente ser un intelectual capaz de interpretar la cultura de su época y proveer a sus alumnos, a través de la tarea pedagógica, de los instrumentos que esta cultura requiere. Ninguna de estas funciones está reñida con su condición de trabajador de la educación.

-El año pasado Flacso cumplió 30 años en la formación de estudios de posgrado en la Argentina. ¿Qué metas tiene hoy la institución?

-La Flacso ha crecido mucho en los últimos años, lo ha hecho tanto en el campo de la formación de posgrado como en la de investigación. Nuestra intención es consolidar lo que estamos haciendo, incluir propuestas que den cuenta de los cambios que se están sucediendo en el mapa epistemológico (tanto en la formación como en la investigación) y seguir creciendo en las propuestas virtuales.

M.I.
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"La escuela no promete lo mismo a todos los jóvenes", dice la directora de Flacso, Guillermina Tiramonti.

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