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 domingo, 10 de julio de 2005  
Homenajes a Einstein en el centenario de sus descubrimientos
Con actos y una exposición Suiza reivindica al científico que formuló la teoría de la relatividad

Juan Gasparini

Con una "noche de la física" celebrada en Berna, su capital, Suiza festejó ayer en los jardines de su Museo Histórico el centenario del annus mirabilis de Albert Einstein (1879-1955), ciudad donde vivió en 1905, el año más fecundo de su creación.

Como parte del homenaje, se desplegó una exposición universal sobre su vida y su obra, que insumió tres años de preparación.

Además, se puede visitar el apartamento de la Kramgasse 49 que ocupaba para esa fecha, ahora restaurado con muebles y algunos recuerdos de la época.

En esa escenografía un Einstein de 26 años, recién casado y flamante papá de un hijo, concibió los cinco ensayos emblemáticos de su carrera, decisivos para que le otorgaran el Premio Nobel en 1921.

Abstemio, extranjero errante y solitario, autodidacta, indisciplinado para con las normas de los sistemas de enseñanza pero con una extraordinaria capacidad para razonar de manera abstracta y con imaginación, el tramo helvético de Einstein es intelectualmente brillante y complejo.

Ensamblando fotos, objetos y documentos, en un ambiente penumbroso de grises y azules oscuros y deslavados, la exposición de Berna compagina distintas escenas del quehacer cotidiano del físico como en un teatro continuado.

Entre líneas Suiza difunde que lo esencial en la formación científica de Einstein, y en las revelaciones que le darían fama mundial, se forjó en su geografía, entre las localidades de Aarau, Zurich y Berna.

Nacido en Ulm, Alemania, Einstein fue con sus padres a Italia, siendo un adolescente, y a los 16 años se radicó en Suiza, cuya ciudadanía adoptó. En la Politécnica de Zurich conoció a Mileva Maritsch, hija de un alto funcionario serbio, con quien tuvo tres hijos: una niña en 1902, presuntamente dada en adopción porque sus progenitores no estaban casados, y dos varones tras las nupcias.

La pareja se instaló en Berna, donde transcurrieron los siete años más productivos de Einstein, cuando contribuyó a desarrollar la mecánica cuántica, y a sentar las bases de la teoría de la relatividad.

En 1905 escribió tres grandes artículos. Quizás el más importante fue el de la relatividad restringida. Con ella demostró que sólo la velocidad de la luz es absoluta, que el espacio y el tiempo son relativos, y probó que a una velocidad alta los minutos se alargan y los metros se acortan.

En segundo término se abocó al denominado efecto fotoeléctrico, y estableció que el impacto de un rayo luminoso en un objeto metálico libera electrones. Para ello desarrolló la tesis que un rayo luminoso se compone de partículas independientes llamadas cuantos de luz.

En tercer lugar explicó el movimiento browniano gracias a la hipótesis que la materia esta compuesta de átomos, movimiento que consiste en una danza caótica en zigzag que ejecutan partículas microscópicas en los líquidos.

En 1916, desde la Universidad Friedrich Wilhelm de Berlin, anunció los fundamentos de la teoría de la relatividad general. Se trató de una nueva teoría de la gravitación, según la cual la materia le dice al espacio cómo tiene que curvarse y el espacio le dice a la materia cómo tiene que moverse.

En el eclipse del verano de 1919 las observaciones hechas por una expedición británica corroboran lo anunciado por Einstein, quien preveía de manera exacta el desvío de un rayo luminoso procedente de una estrella, al pasar en las proximidades del sol.

En tales circunstancias le cayó la fama. En 1922, al anunciarse en Estocolmo el Premio Nobel como alemán por formar parte de la Academia de Ciencias de Prusia, sin mencionar su naturalización suiza, Einstein se encontraba de viaje por Japón.

Sin embargo renovó su pasaporte rojo con una cruz blanca en 1923, y lo mantuvo valido hasta el fin de sus días, el 14 de abril de 1955, cuando falleció en los Estados Unidos. (Télam)
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