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 sábado, 02 de julio de 2005  
Pasatiempos > Esgrima
Rápidos y coordinados
Luego de muchos años como jugador y maestro, Juan Carlos Ferreño incorpora la disciplina en la actuación

Paulina Schmidt

Género de la literatura aventurera del siglo pasado que el cine luego adoptó como propia, la esgrima supo brillar con impecables luchas que demostraban valentía y coraje. Los tres mosqueteros en sus múltiples versiones, o la última y más popular adaptación de El Zorro con las actuaciones de Antonio Banderas y Anthony Hopkins, ponen de manifiesto una práctica atrapante poco conocida.

  Defenderse con el arma y esquivar el golpe con el cuerpo es la consigna de esta disciplina que requiere de soltura, agilidad y velocidad, más que de fuerza. En la sala de práctica junto a otros maestros, el esgrimista Juan Carlos Ferreño invita a Estilo a participar de una práctica en Gimnasia y Esgrima. En Rosario, también se enseña en los clubes Universitario y Jockey.

  Para entrar en calor los esgrimistas comienzan a desplazarse por la pedana, especie de base que por lo general es de madera, donde luego se pararán los jugadores para tirar. Una vez que terminan de trotar y hacer piques cortos, los chicos y chicas —todos menores de veinte años— están listos para comenzar con la clase. Empuñan su arma, cada uno por lo general tiene la suya, y comienza el asalto o lucha.

  El florete, la espada y el sable son los tres tipos de armas de las que se vale el esgrimista. El maestro, enfrentado al alumno, enseña las técnicas de defensa y ataque.

  Lejos quedaron los tiempos (Edad Media) donde los caballeros se retaban a duelo con la espada. En el siglo XIX, la esgrima se convertiría en un arte con gran reconocimiento en toda Europa y fines puramente deportivos. Así aparecieron los primeros tiradores, el guante, el protector de pecho y la máscara de malla metálica. Se la considera una actividad de entretenimiento y competición.

  Más tarde, en América Latina, surgieron los maestros europeos, especialmente franceses e italianos. “Una de las cosas más importantes que brinda la esgrima es la noción de medida y distancia”, señala Ferreño, mientras entrena con espada a Gabriel Tieri para el campeonato nacional que disputara próximamente.

  El resto de los jóvenes y adolescentes presentes en la sala practicarán con florete, un arma más liviana que brinda una noción general y práctica para aprender la parada y contraparada. “Los cadetes y juveniles que ya tienen cierto nivel de entrenamiento pueden jugar con espada. Incluso la mujer que antes sólo usaba el florete, ahora puede utilizar las tres armas. Luego puede elegir la que más le gusta”.

  Primero de madera, luego de piedra y por último de metal, el hombre siempre tuvo la necesidad de inventar armas, sea para cazar o combatir. En esgrima la diferencia radica en el tipo de golpe y en los blancos válidos para tirar. Entonces, la concentración y precisión serán fundamentales para no equivocarse. Por ejemplo, cuando se combate con florete el golpe vale de punta , sea en el pecho o espalda hasta la ingle. Con sable vale de filo, contrafilo y punta, desde la cintura hacia arriba; en cambio con espada vale todo el cuerpo tocando de punta. Aquí Ferreño corre con ventaja porque siempre tiró y compitió con espada.

  En los torneos un sistema eléctrico marca los puntos y cada jugador obligatoriamente deberá participar con guantes y careta. La chaquetilla con una luz diferente para cada competidor, detecta los golpes y todas las acciones sobre un tablero que luego analiza un juez. Un asalto se extiende por seis minutos y es a cinco golpes. Casi siempre la competición resulta rápida y emocionante para los espectadores.

  Ferreño es esgrimista desde los nueve años. Integró los equipos nacionales y cuando tenía catorce participó de su primer torneo representando al Club Gimnasia y Esgrima. “Antes los menores no podían competir hasta determinada edad”, dice.

  También tuvo oportunidad de jugar para el club Universitario y fue maestro de sala en el Jockey. Actualmente alejado de la etapa de competencias y duro entrenamiento encontró en el teatro otra manera de estar cerca de su hobby. Así es como desde hace cinco años dicta seminarios en la escuela de teatro. Entre relatos de Romeo y Julieta o Hamlet, la esgrima se mete en la piel de los actores y despierta habilidades y destrezas.

  — Hoy los chicos se aferran a un deporte desde muy temprana edad, ¿cuándo fueron tus comienzos?

  — A los nueve años, aunque ahora empiezan antes. Cuando tenía cinco, me gustaba mucho jugar con dos caretas y dos espaditas que mi padrino me había regalado. Por entonces venía al club a aprender natación, hasta que llegó el día que me detuve a mirar esgrima y enseguida me animé a hacer mis primeras armas de la mano de Rienzi, mi primer maestro. Nunca más paré.

  — ¿Qué habilidades se ponen en juego en la esgrima y cómo se posiciona el jugador dentro de la lucha?

  — El esgrimidor necesita destreza, rapidez y coordinar los movimientos. Depende de como cada uno capta la clase y las consignas, algunos tardan más tiempo. La concentración juega un papel muy importante como también la medida y la distancia que sólo te da la práctica y el trabajo diario. Al momento de enfrentarse, se lo considera un enemigo. Uno busca tocar y defenderse. Es un combate en el que uno contesta y el otro ataca.

  — ¿Qué relación tiene la esgrima con la actuación, en qué aspectos son compatibles y diferentes?

  — Los conocimientos y movimientos de la esgrima comienzan de la misma forma para la competencia o el teatro. La puesta en guardia es básica y así comienza el combate. Siempre uno avanza y el otro retrocede, y cuando tiene la distancia justa, toca a fondo. Esta disciplina proporciona elasticidad, velocidad y coordinación para la actuación. En la esgrima de competencia se desconocen el ataque y los movimientos del adversario. Existe una estrategia y táctica para tocar al otro y no ser tocado. En cambio, en la actuación las acciones están pautadas, quién va a morir o quién será el héroe.

  — ¿Esta experiencia de incorporar la esgrima a la actuación data de mucho tiempo?

  — Cinco años atrás la Federación Santafesina de Esgrima hizo un convenio con Asociación Argentina de Actores para dictar seminarios. Para mí fue una novedad.

  — Antes como jugador de competencia, luego como maestro y entrenador, y ahora dictando seminarios, ¿qué es lo que más te atrapa de la disciplina?

  — Todo... tengo la suerte de haber sido esgrimista y es una de las cosas más importantes que he hecho en mi vida. Me ayudó en lo personal cuando fui dirigente. Valoro mucho el afecto que recibís cuando entrenas a chicos y grandes. Con el teatro completé el círculo, encontré la pata que me faltaba.

  — ¿La esgrima podría tener más seguidores, qué le hace falta para seguir creciendo?

  — Necesita más maestros. No es un deporte popular pero tampoco elitista. Destaco el trabajo y el interés de la Federación Santafesina de Esgrima a través de la federación nacional que capacita a monitores y profesores. Así podríamos contar con un mayor número de esgrimistas participando en competencias y torneos. Pese a la inexistencia de sponsors, una cuarta parte del seleccionado nacional lo integran santafesinos y rosarinos,.

  — ¿A quién admira?

  — Es difícil nombrar uno. Un gran esgrimista y tirador fue Guillermo Saucedo (padre), de la provincia de Buenos Aires. Le siguen Leandro Marquesi, actual campeón argentino y sudamericano, además de olímpico en dos oportunidades, al que quiero mucho y fui uno de sus maestros. Luego Omar Bergara, también alumno mío, que ahora participa en la categoría master y competimos juntos en los juegos Cruz del Sur.

  — ¿Es un deporte compartido por las mujeres?

  — En este momento hay más mujeres que hombres. ¿Será porque buscan aprender a defenderse de nosotros?


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